Max Lucado
En los Cálidos y Amorosos Brazos de Dios 2
Bob Russell es un amigo que pastorea en Kentucky. Hace poco que falleció su padre. El funeral tuvo lugar bajo un día frío y horrible de Pennsylvania.
Los caminos cubiertos de nieve hicieron ¡imposible la procesión fúnebre, de modo que el director le dijo a Bob: «Voy a llevar yo solo el cuerpo de su padre a la sepultura». Bob no podía soportar el pensamiento de no estar presente en el momento en que su padre fuera bajado a la tumba, así es que él, su hermano y sus hijos se acomodaron como pudieron dentro de un vehículo con tracción en las cuatro ruedas y siguieron la carroza. Esto es lo que escribió:
Conducimos rumbo al cementerio sobre diez pulgadas de nieve, estacionamos a unos cuarenta metros de la sepultura de papá, con el viento soplando a unos cuarenta kilómetros por hora, y los seis de nosotros cargamos el ataúd hasta la tumba… Miramos cómo el cuerpo descendía y luego nos volvimos para irnos.
De pronto sentí que algo faltaba por hacer, de modo que dije: «Tengamos una oración». Los seis nos agrupamos y entonces yo oré: «Señor, este es un lugar frío y solitario … » Y no pude seguir. Traté de recuperar la compostura hasta que finalmente susurré: «Pero te doy gracias porque sabemos que estar ausente del cuerpo es estar seguro en tus brazos cálidos y amorosos».
¿No es eso lo que queremos creer? Así como los padres necesitan saber que sus hijos están seguros en la escuela, nosotros deseamos saber que nuestros amados están seguros en la muerte. Deseamos tener la confianza que el alma va inmediatamente para estar con Dios.
¿Pero nos atrevemos a creerlo? ¿Podemos creerlo? Según la Biblia, sí podemos.
Te doy gracias porque sabemos que estar ausente del cuerpo es estar seguro en tus brazos cálidos y amorosos».
Es sorprendente lo poco que las Escrituras dicen sobre esta fase de nuestras vidas. Cuando se refiere al período entre la muerte del cuerpo y la resurrección del cuerpo, la Biblia no alza la voz; sencillamente susurra. Pero en la confluencia de estos susurros, se oye una voz firme.
Esta voz de autoridad nos asegura que, al morir, el cristiano entra inmediatamente en la presencia de Dios y disfruta conscientemente del compañerismo con el Padre y con aquellos que han partido antes.
¿De adónde saco tales ideas? Escucha uno de estos susurros:
Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia. Mas si el vivir en la carne resulta para mí en beneficio de la obra, no sé entonces qué escoger. Porque de ambas cosas estoy puesto en estrecho, teniendo deseo de partir y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor (Flp 1.21-23).
El lenguaje sugiere aquí una partida inmediata del alma después de la muerte. Los detalles de la gramática son un poco tediosos pero veamos lo que sugiere un erudito: «Lo que Pablo está diciendo aquí es que en el momento en que él parte o muere, en ese mismo momento está con Cristo».
La carta que Pablo escribió a los corintios nos ofrece otra pista. Quizás habrás oído la frase «estar ausentes del cuerpo, y presentes al Señor». Pablo fue quien lo dijo: «Más quisiéramos estar ausentes del cuerpo, y presentes al Señor» (2 Co 5.8).
En la Segunda Venida de Cristo nuestros cuerpos resucitarán. Pero obviamente en este versículo Pablo no está hablando de eso. De otra manera no habría usado la frase «ausentes del cuerpo». Pablo está describiendo una fase después de nuestra muerte y antes de la resurrección de nuestros cuerpos. Durante este tiempo estaremos
«presentes al Señor».