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Max Lucado

En los Cálidos y Amorosos Brazos de Dios 1

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Si te preocupas porque te parece que los corazones son demasiado duros y que las lágrimas fluyen solo de vez en cuando, entonces déjame llevarte a un lugar donde las rodillas de los hombres se doblan y las lágrimas de las mujeres corren a raudales.

Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo .y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor. Por tanto, alentaos los unos a los otros con estas palabras. 1 Tesalonicenses 4. 1 6 – 1 8

Si tu eres de aquellas personas a quienes hay que recordarles lo frágil que son los seres humanos, tengo una escena para recordártelo. La próxima vez que pienses que la gente ha llegado a ser demasiado estoica y autosuficiente, me gustaría llevarte a visitar un lugar.

Si te preocupas porque te parece que los corazones son demasiado duros y que las lágrimas fluyen solo de vez en cuando, entonces déjame llevarte a un lugar donde las rodillas de los hombres se doblan y las lágrimas de las mujeres corren a raudales. Déjame llevarte a una escuela para que observes a los padres dejando a sus hijos en el aula el primer día de clases.

Es una escena traumática. Mucho después que la campana de la escuela ha sonado y las clases han comenzado, los adultos se demoran por ahí formando grupos y apoyándose mutuamente con palabras de aliento. Aun cuando saben que la escuela es buena, que la educación es de buen nivel, y que volverán a ver a sus hijos dentro de cuatro breves horas, se resisten a decirles adiós.

No nos gusta decir adiós a los seres queridos.

Pero lo que se vive en las escuelas al comienzo de cada año escolar es un picnic comparado con lo que se experimenta en un cementerio. Una cosa es dejar a un ser querido en un ambiente familiar, pero otra bien distinta es despedirlos porque se van a un mundo que no conocemos y que no podemos describir.

¿Recuerdas la primera vez que la muerte te forzó a decir adiós?

No nos gusta decir adiós a los seres queridos.

Pero tenemos que hacerlo. Aunque tratemos de evitarlo y no nos guste hablar de ello, la muerte es una parte muy real de la vida. En algún momento cada uno de nosotros debe soltar la mano de alguien a quien ama para dejar que la tome alguien a quien no vemos.

¿Recuerdas la primera vez que la muerte te forzó a decir adiós? La mayoría de nosotros lo recordamos. Un día cuando yo estaba en el tercer grado, regresé de la escuela y me sorprendió ver el camión de mi padre estacionado frente a la casa. Lo encontré afeitándose en el baño. «Murió tu tío Buck», me dijo. Su anuncio me entristeció. Quería a mi tío. No lo conocía muy bien, pero lo quería. La noticia despertó también en mí la curiosidad.

En el funeral oí palabras tales como partida, morir, irse adelante. Estos eran términos extraños para mí. Me pregunté, ¿Partir para dónde? ¿Morir a qué? ¿Irse adelante por cuánto tiempo?

Por supuesto, desde entonces he aprendido que yo no soy el único que se hace preguntas acerca de la muerte. Escucha cualquier conversación sobre el retorno de Cristo, y alguien preguntará: «¿Pero qué pasa con los que ya han muerto? ¿Qué ocurre con los cristianos entre su muerte y el regreso de Cristo?»

Aparentemente, la iglesia en Tesalónica hacía tales preguntas. Por eso Pablo les dice: «Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza» (1 Ts 4.13),

La iglesia de Tesalónica había sepultado a algunos de sus hermanos amados. Y Pablo quería que los miembros que quedaran vivieran en paz a pesar de los que se habían ido adelante. Muchos de ustedes también han sepultado a seres queridos. Y así como Dios les habló a los de Tesalónica te habla a ti.

Si este año te toca celebrar tu aniversario de bodas solo, Él te habla.

Si tu hijo se fue al cielo antes de ir al jardín infantil, Él te habla.

Si pierdes a un ser querido en un accidente, si aprendiste más de lo que habrías querido sobre alguna enfermedad, si tus sueños quedaron sepultados mientras se depositaba el ataúd en la tierra, Dios te habla.

Él nos habla a todos los que nos hemos parado o tengamos que pararnos sobre el suave polvo cerca de una tumba abierta. Y a nosotros nos dice esta palabra de confianza: «Quiero que sepas lo que ocurre a un cristiano cuando muere, de tal manera que cuando tal cosa sucede, ustedes no se llenen de congoja como aquellos que no tienen esperanza. Porque si creemos que Jesús murió y volvió de nuevo a la vida, también podemos creer que cuando Jesús retorne, Dios traerá con Él a todos los cristianos que han muerto» (1 Ts 4.13-14).

Dios transforma nuestro pesar y desesperanza en pesar lleno de esperanza. ¿Cómo? Diciéndonos que veremos de nuevo a nuestros seres queridos.

Max Lucado, nacido en Estados Unidos en 1955, es un escritor cristiano superventas y ministro escritor y predicador en la Iglesia Oak Hills Church of Christ en San Antonio, Texas. Max Lucado ha escrito más de 50 libros, sumando 80 millones de copias impresas. Tres de las obras de Max Lucado han sido galardonadas con el Charles Kip Jordon Gold Medallion Christian Book of the Year (Como Jesús, En manos de la gracia y Cuando Dios susurra tu nombre), apareciendo en las listas de los libros más vendidos. En el año 2005 Max Lucado fue nombrado El Mejor Predicador de América por la revista Reader's Digest

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