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Max Lucado

En Espera del Poder. 1

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Injertada como una espiga de pasto en el rosal de Mateo se encuentra esta declaración: “Pero los once discípulos se fueron a Galilea, al monte donde Jesús les habías ordenado. Y cuando le vieron, le adoraron; pero <>” (Mateo 28:16-17, cursivas añadidas). Tres años de milagros no fueron suficientes.

Tampoco lo fueron cuarenta días en el Retiro Exclusivo de la Resurrección. Lo vieran desocupar tumbas y dictar cambios climáticos, pero seguían dudosos.
Suena increíble. ¿Quién podría conocerlo mejor que ellos? Habrías podido hacerles cualquier pregunta sobre Cristo. Lo que fuera. <<¿Tarareaba mientras caminaba? ¿Oraba antes de comer? ¿Le hablaba dormido a las tormentas? Si fue así, ¿ le hicieron caso las tormentas?>> Ellos sabían la respuesta porque conocían de primera mano a la persona de Cristo.

Además, ellos de verdad podían hablar sobre la pasión de Cristo. Juan apartó la vista al oír los golpes del martillo. María derramó lágrimas mientras su hijo gemía. Estaban tan cerca que hasta pudieron ser salpicados por su sangre. Ellos conocieron plenamente su pasión. Cuando llegó la hora de preparar el cuerpo para su sepultura, lo hicieron.

También les llegó la hora de ver la tumba vacía y asimismo lo experimentaron. Pedro pasó un dedo verificador por la piedra corrida. Tomás examinó las manos perforadas de Jesús como si fuera un estudiante de medicina. Además, Jesús les enseñó durante cuarenta días. ¡Cuarenta días! ¿Puedes imaginar un seminario de seis semanas con el Intelecto ordenador de las partículas y los microorganismos? << Cuéntanos otra vez, Jesús, cuéntanos cómo es que saliste del infierno>>.

Entrenados por Cristo mismo, fueron testigos de los momentos más concluyentes de la historia. Estos discípulos están listos, ¿no es cierto? Al parecer, no, porque <>.

La palabra de Jesús a los discípulos dudosos fue <>. Antes de salir, quédense quietos. Antes de dar un paso adelante, siéntense.

Las preguntas les seguían zumbando como moscas en el verano. Aun después de mil conversaciones al calor del fuego y un álbum lleno de recuerdos y momentos colosales y portentosos, algunos discípulos seguían renuentes. Es “que todavía no estoy seguro”. ¿Qué hará Jesús con ellos? Nos gustaría saberlo, ¿no es así? En realidad queremos saberlo. Esa palabra “todavía” también aparece en muchas de nuestras frases.
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Podríamos derivar un extraño consuelo de las dudas persistentes de los discípulos porque todavía tenemos las nuestras. Nos preguntamos entonces: ¿Tiene Cristo algo que decir a los que siguen hurgando en el anaquel de la duda?

Su <> es bastante sonoro y su instrucción te sorprenderá. Lo que Él les dijo es lo mismo que nos dice hoy: <> (Hechos 1:4).

La palabra de Jesús a los discípulos dudosos fue <>. Antes de salir, quédense quietos. Antes de dar un paso adelante, siéntense. <> (Lucas 24:49).

Eso mismo hicieron. <> (Hechos 1:13-14).

En realidad, los discípulos tienen muchas razones para salir corriendo. Alguien tal vez tiene un negocio pendiente o tiene que atender un cultivo o una hacienda. Además, los mismos soldados que mataron a Jesús siguen vigilando las calles de Jerusalén. Los discípulos tienen muchos motivos para irse, pero no lo hacen. Se quedan, y se quedan juntos.

Se reunían y permanecían unidos y “unánimes” todo el tiempo. Hasta ciento veinte llegó el número de las almas congregadas bajo el mismo techo. ¿Cuántos conflictos en potencia crees que existían al interior de este grupo? Es decir, era como un barril de dinamita. Natanael pudo haber mirado mal a Pedro por negar a Cristo junto a la hoguera. Oye, pero al menos Pedro se acercó a la hoguera, tal vez les achacaba a los demás el haber huido.

Lo mismo pudieron haber sentido las mujeres, fieles hasta el final y junto a la cruz pero les toca estar en el mismo sitio con los hombres cobardes que abandonaron al crucificado. El aposento está lleno de conflicto en potencia. María pudo haber exigido un trato especial. Los hermanos de sangre de Jesús están en ese lugar.

Ellos habían tratado de encerrar a Cristo, ¿por qué no suponer que querrán encerrar a sus seguidores? Y las mujeres. ¿No se supone que era una reunión exclusiva de los varones? ¿Quién dejó entrar a las damas? Amargura, arrogancia, desconfianza, intransigencia. El aposento abriga una mezcla exclusiva que podría explotar en cualquiera de esas direcciones.

No obstante, nadie se atreve a encender un fósforo. Todos deciden permanecer juntos, y por encima de todo, oran juntos.

Libro: Acércate sediento.
Autor: Max Lucado.
Editorial: Caribe-Betania.

Max Lucado, nacido en Estados Unidos en 1955, es un escritor cristiano superventas y ministro escritor y predicador en la Iglesia Oak Hills Church of Christ en San Antonio, Texas. Max Lucado ha escrito más de 50 libros, sumando 80 millones de copias impresas. Tres de las obras de Max Lucado han sido galardonadas con el Charles Kip Jordon Gold Medallion Christian Book of the Year (Como Jesús, En manos de la gracia y Cuando Dios susurra tu nombre), apareciendo en las listas de los libros más vendidos. En el año 2005 Max Lucado fue nombrado El Mejor Predicador de América por la revista Reader's Digest

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