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Marcos Witt

La Alabanza es Fiesta!

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El Salmo 100 nos dice: “Cantad alegres a Dios, habitantes de toda la tierra. Servid a Jehová con alegría, venid ante su presencia con regocijo”.

Las palabras hebreas empleadas en este pasaje son: RUWA (donde dice “Cantad alegres”) que significa “gritar, levantar un sonido fuerte, aclamar”. Es interesante que se nos ordena en este pasaje acercarnos a Dios con regocijo ruidoso y festivo.

En el libro “The Practice of Praise” Don McMinn dice “…la alabanza debería ser más parecida a una fiesta que a un funeral…” Muchos equivocadamente hemos pensado que acercarnos a Dios con alegría y celebración es sinónimo de irreverencia, cuando la Biblia no tan solo nos enseña que ésta es la manera de acercarnos a Él, sino que lo ORDENA, como dijo en una ocasión Corrie Ten Boom: “Dios no da sugerencias, sólo órdenes”.

El Salmo 145.3 dice: “Grande es Jehová, y digno de suprema alabanza…” La palabra “suprema” en el diccionario Larousse se define de la siguiente manera: “Muy alto. Que no tiene superior”. Sinónimo: “Soberano”.

La alabanza que rendimos al Señor debería ser más alta que cualquier otra que ofrezcamos a alguna persona, institución o entidad.

La alabanza que rendimos al Señor debería ser más alta que cualquier otra que ofrezcamos a alguna persona, institución o entidad. Debería ser expresada con tanta entrega, energía y devoción, que no quedara duda de lo que hacemos. Sin embargo, muchas veces permitimos que nuestras emociones personales y/o preferencias individuales, nos detengan de rendirle la mejor alabanza que esté dentro de nuestras posibilidades.

En la Biblia encontramos mucho acerca de fiestas. De hecho, el señor instituyó siete fiestas diferentes que se deberían llevar a cabo durante el año. Algunas eran anuales, otras mensuales y semanales. El caso es que Dios instituyó la fiesta. El diccionario Larousse describe “fiesta” de la siguiente manera: “Solemnidad religiosa o civil en conmemoración de un hecho importante. Alegría, regocijo”. La palabra hebrea es CHAG que significa “festival o fiesta, reunión de fiesta”. La palabra CHAG es la raíz de otra hebrea, CHAGAG, que significa “tener fiesta, hacer un festival o una procesión, celebrar, danzar”.
En su relato de la parábola del Hijo Pródigo, Jesús nos muestra un poco sobre el corazón del Padre: paciente, amoroso, lleno de misericordia, etc. Es clara y visible la comparación hecha entre el padre natural de este hijo perdido y nuestro padre celestial.

Lo interesante es que cuando el hijo al fin regresa, lejos de rechazarlo, el padre lo recibe, lo viste y le vuelve a dar el prestigio de tener el nombre de la familia (le puso anillo en el dedo, señal de autoridad familiar), pero para cerrar con broche de oro”, mandó matar el becerro gordo, trajo a los músicos invitados y le celebró una gran fiesta de bienvenida. Esto no fue un asunto calladito, pues el hermano mayor pudo escuchar la algarabía desde lejos, aún antes de entrar a la casa, al grado de preguntar qué sucedía (Lucas 15.25,26).

Si esta parábola nos enseña algo acerca del corazón de Dios, es que tenemos un Dios que se goza en sus hijos y que le gusta celebrar junto con ellos su arrepentimiento. En 1986, México fue país sede de los juegos de la Copa Mundial de Fútbol Soccer. Mi esposa y yo estábamos recién casados y vivíamos en aquel entonces al lado de unos vecinos jóvenes que les gustaba ver el fútbol y por la amistad que teníamos nos encontramos varias veces viendo los partidos.

Recuerdo el de apertura: México contra Bélgica en el impresionante Estadio Azteca repleto en ese día con aproximadamente 120.000 asistentes, incluyendo al Señor Presidente y otros funcionarios importantes del gobierno mexicano. Después de las ceremonias de inauguración hubo un discurso breve por parte del Presidente, honores a la Bandera, Himno Nacional y Después del protocolo comenzó el partido.

No recuerdo los detalles del partido en sí, sólo que grité mucho para alentar a la selección Mexicana esperando que anotaran el primer gol y lo hicieron. En un instante, se vio entrar el balón a la portería y se escuchó la voz del locutor, que locamente comenzó a gritar a voz en cuello “gooooool”, “gooooool”, “México anota el primer gol de la copa Mundial de 1986”. Parecía que no lo hubiésemos oído, porque con insistencia seguía gritando “gooool”. Me acuerdo que me encontraba de pie gritando, bailando y festejando este gran acontecimiento, pero como yo no soy tan aficionado al fútbol como lo eran los miles que estaban presentes en el Estadio Azteca, mi euforia terminó mucho antes que la de ellos.

Al suceder esto, me impactó la escena que enseguida vi: TODAS aquellas personas estaban de pie, con las manos levantadas al cielo, gritando y celebrando a este equipo de hombres que acababan de anotar el gol. Vi cómo se tomaban de las manos, se abrazaban, muchos derramaban lágrimas, otros tiraban sombreros, gorras, o cualquier cosa que tenían a la mano.

Un ambiente de total celebración y festejo reinó en el estadio y de seguro en miles de hogares a través de México y el mundo entero por más de 5 ó 10 minutos. La realidad de lo que sucedía me sacudió casi como si me hubiesen golpeado. ¡Esta gente estaba alabando¡ Llamé a mi esposa y le dije: “Observa esto, están alabando, tienen las manos levantadas en alto, están bailando, gritando (jubilosos) y celebrando lo que estos hombres acaban de hacer”.

Los dos observamos ésto por unos momentos y de pronto a mí se me había ido el espíritu de celebración, porque pude ver que la gente le rendía mejor alabanza a la selección Mexicana de fútbol, que a Dios mismo.

En muy pocas y contadas ocasiones he visto gente prorrumpir en alabanza y celebración a Dios de la manera como lo hicieron esos miles en el Estadio Azteca. Al contrario, muchísimas veces he escuchado todas las razones habidas y por haber del porqué NO se le debe dar esa clase de alabanza al Dios del cielo, quien por cierto metió el gol más grande de las edades en la cruz del Calvario a través se Su Hijo Jesucristo, cuando triunfó sobre Satanás y lo exhibió públicamente (Colosenses 2.15) para que todo el mundo se diera cuenta de la grandeza de Dios.

Después de tan grande milagro, ¿cómo nos atrevemos a no darle la más suprema de las alabanzas? Debemos regocijarnos diariamente al recordar Su obra redentora en la cruz y la victoria que obtuvo para nosotros al poner a Satanás bajo Sus pies y luego regalarnos Su victoria (Efesios 1.22) y en ella podemos caminar y vivir en verdadero triunfo día tras día triunfantes en el nombre de Jesús.

Cuando alguien nos menciona a una persona conocida y de quien tenemos un buen recuerdo, nuestra reacción natural es: “Ah, claro que lo conozco, es un buen amigo”, o algo similar. El solo recordar a Jesús, debería traer una respuesta positiva, alegre y dinámica de parte de nosotros. La alabanza nos da la oportunidad de poder expresar esta alegría de una manera visible y tangible. También nos permite presumir de alguien a quien amamos profundamente.

Marcos Witt es un cantante y compositor de música cristiana y pastor estadounidense.Marcos Witt, durante diez años, fue Pastor Hispano en la Iglesia de Lakewood, en la ciudad de Houston. Marcos Witt Junto a John Maxwell, ofrecen conferencias de Liderazgo y Coaching alrededor del mundo. Marcos Witt Tambien ha escrito numerosos libros entre los que se encuentran: Cómo ejercer la verdadera autoridad, Una vida de excelencia, ¿Cómo puedo desarrollar mis talentos?

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