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Rick Warren

Buscando el Propósito de la Vida 1

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“Porque de Él, por Él y para Él son todas las cosas. A Él sea la gloria para siempre.” (Romanos 11:36, BLA).Todo es para Dios.

El objetivo final del universo es mostrar la gloria de Dios. La gloria de Dios es el porqué de la existencia de todo, incluida tu persona. Dios hizo todo para su gloria. Sin la gloria de Dios, no habría nada.

¿Qué es la gloria de Dios?
Es Dios. Es la esencia de su naturaleza, el peso de su importancia, el brillo de su esplendor, la demostración de su poder y la atmósfera de su presencia. La gloria de Dios es la expresión de su bondad y todas las demás cualidades intrínsecas y eternas de su persona.

¿Dónde está la gloria de Dios?
Observa a tu alrededor. Todo lo que Dios creó refleja –de una u otra manera– su gloria. La vemos en todas partes: desde las formas de vida microscópicas más diminutas hasta la extensión de la Vía Láctea, desde los atardeceres y las estrellas hasta las tormentas y las cuatro estaciones. La creación revela la gloria de nuestro Creador. En la naturaleza aprendemos que Dios es poderoso, que disfruta de la variedad, ama la belleza, es organizado, sabio y creativo. La Biblia dice: «Los cielos cuentan la gloria de Dios» (Salmos 19:1).

La gloria de Dios se ve mejor en Jesucristo. Él, la luz del mundo, ilumina la naturaleza de Dios. Gracias a Jesús, no estamos más en oscuridad con respecto a lo que Dios realmente es. La Escritura dice: «El Hijo es el resplandor de la gloria de Dios» (Hebreos 1:3; 2 Corintios 4:6b, BAD). Jesús vino al mundo para que pudiéramos entender cabalmente la gloria de Dios.

Dios posee una gloria inherente, porque es Dios. Es así por naturaleza. No podemos agregar nada a esa gloria, así como tampoco nos sería posible hacer que el Sol brillara con más intensidad.

Dios posee una gloria inherente, porque es Dios. Es así por naturaleza. No podemos agregar nada a esa gloria, así como tampoco nos sería posible hacer que el Sol brillara con más intensidad. El mandamiento que tenemos es que debemos reconocer su gloria, honrar su gloria, declarar su gloria, alabar su gloria, reflejar su gloria y vivir para su gloria. (1 Crónicas 16:24; Salmos 29:1; 66:2; 96:7; 2 Corintios 3:18). ¿Por qué? ¡Porque Dios se lo merece! Le debemos toda la honra que seamos capaces de darle.

En todo el universo hay solo dos creaciones de Dios que fallaron en darle gloria: los ángeles caídos –los demonios– y nosotros –las personas–. Todo pecado, por naturaleza, es fallar en darle gloria a Dios. Pecar es amar cualquier cosa más que a Él. Negarse a darle gloria a Dios es una rebeldía vanidosa: el pecado que provocó la caída de Satanás, y la nuestra también. De distinta manera todos hemos vivido para nuestra propia gloria y no para la de Dios.

Ninguno de nosotros le hemos dado a Dios toda la gloria que merece de nuestra parte. Este es el peor pecado y el error más grave que podemos cometer. Por otro lado, vivir para la gloria de Dios es el mayor logro que podemos alcanzar en nuestra vida. Debería ser la meta suprema de nuestra vida, porque Dios dice que «somos su pueblo, creado para su gloria» (Isaías 43:7, PAR).

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