Reinhard Bonnke
El Fuego del Señor
Muchos Pasan por Alto el Evento Más Importante! En 1ra de Corintios 15:6, Pablo dice que en esa ocasión, Jesús se les apareció a más de 500 hermanos a la vez. Este evento ocurrió antes del Día de Pentecostés.
Entonces, yo me pregunto, ¿Dónde estaban esos hermanos en ese histórico Día de Pentecostés cuando el Señor bautizó en el Espíritu Santo y Fuego a los 120 que se encontraban presentes en el Aposento Alto? En aquellos tiempos, en el Día de Pentecostés los judíos hacían una fiesta en el templo y todas aquellas personas que vivían a unas 20 millas de Jerusalén estaban en la obligación de asistir. De manera que, esos quinientos hermanos, pudieron haber estado presentes en el Aposento Alto pero no lo hicieron.
Hoy día, muchos cristianos pasan por alto el “Día de Pentecostés” – quizás porque están muy ocupados en otros asuntos. Para muchas personas, el hablar en otras lenguas es tan excitante como tomar aceite de hígado de bacalao. En mi opinión, nadie tiene el derecho de despreciar los dones del Espíritu Santo. El Espíritu Santo imparte sus dones de acuerdo a su voluntad y no a nuestros deseos.
Quizás esos primeros hermanos en la fe tenían la leve sospecha de que en el Aposento Alto iban a ser repartidas lenguas de fuego y decidieron permanecer en el Templo, entre ritos sencillos y familiares. Quizás el Dios del fuego no es apropiado para todas las personas. Sin embargo, de ser así, estas personas tienen un gran problema ya que les guste o no, no existe ningún otro Dios.
Cuando usted disminuye la intensidad del fuego, desanima a Dios y entristece al Espíritu Santo.
Del mismo modo en que el Señor encendió el fuego en los altares de Israel, es El Señor quien enciende el verdadero fuego en nuestros corazones. Levíticos 9:24 describe el primer altar que hizo Moisés. El fuego de ese altar, no se encendió frotando madera con madera, como era la costumbre en aquellos días.
La Palabra dice, “Y salió fuego de delante de Jehová, y consumió el holocausto con las grosuras sobre el altar; y viéndolo todo el pueblo, alabaron, y se postraron sobre sus rostros”. Años más tarde cuando Salomón inauguró el primer templo en Jerusalén, dice la Biblia en 2da de Crónicas 7:1-3, que él oró y el fuego descendió. “Cuando Salomón acabó de orar, descendió fuego de los cielos, y consumió el holocausto y las víctimas; y la gloria de Jehová llenó la casa.
Y no podían entrar los sacerdotes en la casa de Jehová, porque la gloria de Jehová había llenado la casa de Jehová. Cuando vieron todos los hijos de Israel descender el fuego y la gloria de Jehová sobre la casa, se postraron sobre sus rostros en el pavimento y adoraron, y alabaron a Jehová, diciendo: Porque él es bueno, y su misericordia es para siempre”.
La religión de Israel tenía fuego y gloria. Era responsabilidad de los sacerdotes el evitar que el fuego original se apagara. El fuego se encontraba en el centro del Templo. Cuando Salomón oró y el fuego y la gloria de Dios descendieron, nadie se opuso. La multitud allí reunida respondió con una gran expresión de asombro y alabaron a Dios. Nadie dijo: “En esos servicios hay mucha conmoción; mejor voy a un lugar que sea más tranquilo”. De haber sido así, el lugar ideal hubiese sido el cementerio.
De hecho, una fe sin fuego es una fe muerta. Una fe sin fuego iría en contra de la naturaleza de Dios. Dios es fuego consumidor, y yo no puedo imaginarme cómo sería nuestra fe si Dios no fuera tal y como Él es.
Yo no puedo visualizar a Dios como un Dios frío. Dios es como el sol del medio día, caliente, siempre en la cúspide. Si mi experiencia religiosa no tiene sentimientos, ni pasión, ni me consume por dentro, y si no tiene fuerza para empujarme, entones todo cuanto poseo es la húmeda oscuridad de un sepulcro. ¡El sólo hecho de pensar en esto me da escalofríos!
Cuando usted disminuye la intensidad del fuego, desanima a Dios y entristece al Espíritu Santo. Algunas personas dicen que Dios no tiene pasión pero sí compasión. Yo no estoy de acuerdo con esto. Él es una fuente eterna de pasión. Ciertamente, Dios no demuestra su pasión del mismo modo que nosotros. De ser así, como dijo Malaquías, su pasión nos consumiría.
Fuego Extraño
Sin embargo, existe otro lado de la moneda. De acuerdo con Levítico 10:1-3, “Nadab y Abiú, hijos de Aarón, tomaron cada uno su incensario, y pusieron en ellos fuego, sobre el cual pusieron incienso, y ofrecieron delante de Jehová fuego extraño que él nunca les mandó. Y salió fuego de delante de Jehová y los quemó, y murieron delante de Jehová. Entonces dijo Moisés a Aarón: Esto es lo que habló Jehová, diciendo: En los que a mí se acercan me santificaré, y en presencia de todo el pueblo seré glorificado”.
Nosotros ni queremos un fuego extraño ni tampoco lo necesitamos. Aunque Nadab y Abiú pudieron haber tomado el fuego del altar de Dios, ellos decidieron hacer el suyo propio. El fuego de Dios es único.
El fuego creado por el hombre tiene emoción pero no tiene pasión. En el caso de Nadab y Abiú, ellos desafiaron la ley de Dios ya que entraron al altar juntos cuando la ley claramente establecía que en el altar sólo podía haber un sacerdote a la vez. Aunque estemos en compañía de otros, jamás tendremos seguridad si encendemos fuegos extraños.
Antes de que usted pueda recibir el fuego del Espíritu, usted debe anhelarlo. Quizás esa fue la razón por la cual solamente 120 personas se reunieron en el Aposento Alto. “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados”. (Mateo 5:6)