El bautismo en el Espíritu Santo enviste a los creyentes con el Espíritu de los profetas. Cuando los profetas experimentaban la presencia supernatural de Dios, lo llamaban «el Espíritu de los profetas». Joel 2:28 promete que el mismo Espíritu de los profetas sería derramado sobre toda carne y todo tipo de personas profetizarían.
El Espíritu ya no vendría sobre unas pocas personas. Además, el poder del Espíritu ya no sería otorgado para realizar obras especificas sino como un regalo permanente de Cristo para todos los creyentes.
Esto no quiere decir que todos los que han sido bautizados en el bautismo de los profetas harán las mismas obras que Elías o Isaías hicieron. 1ra de Corintios 12:29 pregunta, «¿Somos todos profetas?» El Evangelio tiene una naturaleza profética la cual no pude ser alterada. Si nosotros decidimos compartir el Evangelio con otras personas, necesitamos el Espíritu de profecía para que nos revele el mensaje del Evangelio con validez profética.
El pueblo de Israel creía que Dios siempre se encontraba presente y obrando tras bastidores. Aunque el Salmista le pidió a Dios que saliera de los lugares donde se escondía, él sabía que Dios estaba presente. Cuando David se lanzó a la guerra con Israel, él lo hizo por medio de su Espíritu.
El Evangelio tiene una naturaleza profética la cual no pude ser alterada. Si nosotros decidimos compartir el Evangelio con otras personas, necesitamos el Espíritu de profecía para que nos revele el mensaje del Evangelio con validez profética
Cuando el viento dividió las aguas del Mar Rojo, fue por causa de «Al soplo de tu aliento se amontonaron las aguas;» (Éxodo 15:8). Cuando los profetas profetizaban, era Dios el que obraba, pero Dios como el Espíritu del Señor. Pedro también utilizó ese mismo concepto cuando escribió, «Toda la Escritura es inspirada por Dios…» (2da Timoteo 3:16).
En el primer día de Pentecostés, «…de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados; y se le aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos» (Hechos 2:2-3). Todos hablaron en otras lenguas, «las maravillas de Dios» (Hechos 2:11).
En su discurso, Pedro señaló: «Mas esto es lo dicho por el profeta Joel…» (Hechos 2:16). La profecía de Joel decía que los jóvenes y los viejos profetizarían. Al leer el discurso de Pedro en su totalidad, no cabe duda de que Pedro consideraba que las lenguas y las profecías eran semejantes. Básicamente, profetizar es hablar estando bajo el poder de Dios.