Es necesario que entendamos que el nivel de prosperidad o de pobreza experimentado por una persona no depende de su profesión, ni de la economía, sino que depende primeramente de su relación con Dios. Bíblicamente, es tu relación con Dios la que te da derecho a prosperar. Si obedeces a Dios, él ha prometido prosperarte.
La segunda fuente de prosperidad es la familia. La familia es el vínculo establecido por Dios para la prosperidad de las personas. En el antiguo testamento, las personas prosperaban por la familia en la que vivían. A través de la historia, una de las cosas que el enemigo ha atacado es la familia, porque si se atacan las familias se atacan las riquezas directamente.
Tan pronto hay un divorcio, hay división de bienes. Pero cuando hay una familia que permanece unida, puede transferir, no tan solo herencias materiales, sino espirituales, que le permiten a la próxima generación prosperar y progresar por encima de las generaciones pasadas.
Tu meta no puede ser únicamente darles a tus hijos riquezas naturales, sin el conocimiento de cómo obtenerlas, de cómo sostenerlas y cómo aumentarlas, porque no son las riquezas que les puedas dejar lo que determinará cuán prósperos o cuán pobres son tus hijos.
El problema es que lo que hemos aprendido de nuestros padres es el sistema que el gobierno quería que aprendiéramos.
Nadie se puede encargar de educar a tus hijos. Tú tienes que educar a tus hijos, en todos los sentidos
Anteriormente, la familia era la encargada de educar a los hijos. Pero el gobierno creó un sistema de educación pública, para que no hubiera analfabetas. Y ahora tenemos que gastar millones de dólares en el sistema de educación pública, y tenemos que gastar millones de dólares para tratar de que los jóvenes se mantengan en el sistema de educación pública, y hoy tenemos más analfabetas y más jóvenes fuera del sistema educativo, y está comprobado que la mayoría de los que están confinados, son desertores escolares. ¿Por qué? Porque la familia le paso la responsabilidad de educación al gobierno.
Nadie se puede encargar de educar a tus hijos. Tú tienes que educar a tus hijos, en todos los sentidos.
Hoy tenemos que luchar porque ahora no se puede orar en la escuela. Para poder tener un momento de oración, hay que llamarle un momento de reflexión. Cualquier joven puede ir con una camisa que dice “Nike” pero si va con una camisa que dice “Jesús”, entonces crea un problema. Podemos promover cualquier cosa del mundo, pero no podemos promover las cosas de Dios.
La familia era el centro de las riquezas; pasaban su oficio a sus hijos, y les enseñaban cómo manejar todas las cosas. Pero ahora tenemos familias completas dependiendo del gobierno. Y lo que se nos enseña dentro de nuestros círculos familiares no es a prosperar, sino a manipular el sistema para tratar de prosperar. Y manipulando el sistema no se puede prosperar.
Nuestros patrones de vida les han enseñado a nuestros hijos lo incorrecto. Porque nuestros hijos saben que no podemos tener esos muebles, pero nos vieron entrar a una tienda y adquirirlos a crédito. Pero pretendemos explicarles algo diferente, llevando una vida contraria. Y de esa manera pretendemos asegurar su futuro.
El problema ha sido que el gobierno ha sacado a Dios de su sistema, la familia le ha entregado la responsabilidad de educación – y de muchas otras cosas – al gobierno, y el gobierno mismo nos ha dicho que ellos pueden ser responsables de nuestras irresponsabilidades, creando así un ciclo y una generación de irresponsables.
Lo que tenemos no es un sistema para sacar a la gente de la pobreza, sino una pobreza sistemática. Gente dentro del mismo círculo de pobreza una y otra vez.
Tiene que levantarse una iglesia que señale que el sistema está mal, que hay que cambiarlo, hay que transformarlo. ¡Gloria a Dios que el gobierno no se tiene que hacer cargo de tu familia! Tú te puedes encargar de enseñarle a tu familia cómo honrar a Dios, puedes pasar lo que sabes a próximas generaciones, y enseñarles la autorresponsabilidad.
Nadie tiene que hacerse cargo de tu vida, sino que tú aceptas la responsabilidad de ti mismo.
Nadie te debe nada en esta vida. Nadie te debe hacer prosperar. Nadie te debe a ti nada. Todo te lo debes tú mismo, y todo está en que tú decidas prosperar, que decidas creerle a Dios, que decidas hacer lo que tienes que hacer para la gloria de Dios.