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Max Lucado

Espera Expectante

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¡Cómo no debéis vosotros andar en santa y piadosa manera de vivir, esperando y apresurándoos para la venida del día de Dios! 2 Pedro 3.11-12

Es interesante la forma como las Escrituras recuerdan a diferentes personas. A Abraham se le recuerda como el que confía. Piensa en Moisés, y verás a un líder. El lugar de Pablo en las Escrituras fue esculpido por sus escritos y a Juan se le reconoce por su amor. Pero a Simeón se le recuerda, interesantemente, no por ser un líder, ni un predicador ni por su amor, sino por su espera.

“He aquí había en Jerusalén un hombre llamado Simeón, y este hombre, justo piadoso, esperabala consolación de Israel; y el Espíritu Santo estaba sobre él» (Lc 2.25, énfasis del autor).

Echemos una mirada a Simeón, el hombre que sabía como esperar la llegada de Cristo. La forma en que él esperaba la primera venida es un modelo para cómo esperar nosotros la Segunda Venida.

Nuestro breve encuentro con Simeón tiene lugar ocho días después del nacimiento de jesús. José y Maria han traído a su hijo al templo. Es el día de presentar un sacrificio, el día de la circuncisión, el día de la dedicación. Pero para Simeón, es el día de la celebración.

Imaginémonos a un anciano de pelo canoso y aspecto marchito caminando por las calles de Jerusalén. Los vendedores ambulantes lo saludan por su nombre. El les devuelve el saludo alzando Ia mano pero no se detiene. Los vecinos lo saludan y él hace lo mismo pero sigue su camino. Se encuentra con un grupo de amigos que conversan en una esquina, les sonrie pero no se detiene. Debe llegar a un lugar y no tiene tiempo que perder.

El versículo 27 contiene la curiosa declaración: «movido por el Espíritu, vino al templo». Aparentemente, Simeón no había planeado ir al templo. Dios, sin embargo, pensaba de otra manera. No sabemos cómo fue que el Espíritu lo movió a ir al templo. Quizás un vecino que lo llamó, quizás una invitación de su esposa, o a lo mejor, una corazonada.

La espera de lo que ha de ocurrir en el futuro no es licencia para irresponsabilidad en el presente. Esperemos expectantes, pero esperemos.

No lo sabemos. Pero de alguna manera Simeón supo que tenía que olvidarse de sus planes ydejar tranquilos los palos de golf. “Creo que vov a ir a la iglesia”, anunció.
Desde nuestra perspectiva, podemos entender Ia razón de la inquietud. Si Simeón lo entendió o no, no lo sabemos. Sabemos, sin embargo, que esta no era Ia primera vez que Dios Ie susurraba algo al oído. A lo menos en otra ocasión en su vida, él había recibido un mensaje de Dios.

“Le había sido revelado por el Espiritu Santo, que no vería la muerte antes que viese al Ungido del Señor” (v. 26).

Quizás tú te preguntes qué efecto tendrá un mensaje así sobre la persona que lo recibe. ¿En qué forma te afectaría si un día cualquiera vieras a Dios? Sabemos el impacto que provocó en Simeón.

El «esperaba la consolación de Israel» (v. 25). «Constantemente esperaba al Mesías”.
Simeón era un hombre que andaba en puntillas, los ojos bien abiertos y esperando a aquél que vendría a salvar a Israel.

Quizás tú sabes lo que es esperar a alguien que está por llegar. Yo si lo sé. Cuando viajo a algún lugar para predicar, a menudo no conozco a la persona que me espera en el aeropuerto. Alguien tendrá que ser, pero yo no conozco a tal persona .Asi es que me bajo del avion mirando cada rostro de Ia gente, gente a la que jamás he visto Pero aunque nunca he visto a la persona que me está esperando, sé que a voy a encontrar.

Quizás tenga mi nombre escrito en una pancarta, o uno de mis libros en su mano o simplemente una expresión enigmática en su rostro. Si me preguntaran como voy a reconoccr a la persona que ha venido a rccogerme, diría: “No sé cómo, pero la reconoceré»
Creo que con Simeón ocurrió lo mismo. «¿Cómo reconocerás al rey, Simeón?» “No lo sé, pero lo reconoceré». Y así se pone a buscar. Como Columbo tras sus pistas. Estudia cada rostro que pasa a su lado. A los extraños los mira a los ojos. Anda en busca de alguien en particular.

El idioma griego, rico como es en estos términos, tiene toda una colección de verbos que quieren decir «mirar» o «buscar». Uno se refere a «mirar o buscar arriba» otro a «mirar o buscar lejos»; uno se usa en cuanto a «mirar o buscar sobre” y otro en cuanto a «mirar o buscar adentro». «Mirar o buscar algo intensamente» requiere de otra palabra «mirar o buscar cuidadosamente a alguien» aún de otra.
De todas las formas de mirar o buscarla que mejor capta lo que quicre decir «esperar la venida” es el término usado para describir la acción de Simeón: prosdechomai. Dechomai quiere decir «esperar» Pros quiere decir «expectante» Combínalos y tendrás el cuadro de alguien que «espera expectante”. La gramática es pobre, pero la imagen es grande. Simeón estaba esperando; ni exigiendo ni apurando las cosas. Solo esperando.
Al mismo tiempo, estaba esperando expectante. Vigilaba pacientemente. Tranquilamente expectante. Ojos bien abiertos. Brazos extendidos. Buscando en la multitud el rostro preciso y con la esperanza de que ese rostro aparecicra aquel mismo día.

Ese era el estilo de vida dc Simeón. Y ese puede ser el nuestro también. ¿No se nos ha dicho, como a Simeón, de la venida de Cristo? ¿No somos también nosotros, como Simeón, herederos de una promesa? ¿No somos nosotros movidos por el mismo Espíritu? ¿No estamos nosotros anhelando ver el mismo rostro?
Absolutamente. De hecho, más tarde Lucas usa el mismo verbo para describir la actitud del siervo que vigila:
Estén ceñidos vuestros lomos, vuestras lámparas encendidas; y vosotros sed semejantes a hombres que aguardan (prosdechomai) a que su señor regrese de las bodas, para que cuando llegue y llame, le abran en seguida. Bienaventurados aquellos ciervos a los cuales su señor, cuando venga, halle velando; de cierto os digo que se ceñirá, y hará que se sienten a la mesa, y vendrá a servirles (Lc 12.35-37).
Fíjate en la actitud de los siervos: listos y esperando. Ahora nota la acción de su señor. Se siente tan conmovido que sus sirvientes lo estén esperando que adopta la forma de siervo y les sirve! Se sientan en la fiesta y su señor les sirve. ¿Por qué? ¿Por qué honrarles de esa manera? Porque el Señor se siente feliz de encontrar personas que esperen su retorno. Ypremia a los que esperan expectantes.
Ambas palabras son importantes.
Primero, debemos esperar. Pablo dice: “Pero si esperamos lo que no vemos, con paciencia lo aguardamos» (Ro 8.25).
Simeón es nuestro modelo. No se sintió tan abrumado con el «todavía no” como para ignorar el “ahora”. Lucas dice que Simeón era un «hombre justo y piadoso” (2.25). Pedro nos dice que seamos como Simeón.
«Pero el día del Señor vendrá como ladrón en la noche; en el cual los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas. Puesto que todas estas cosas han de ser deshechas, cómo no debéis vosotros andar en santa y piadosa manera de vivir” (2 P 3.10-1 1).
Tremendo. ?Qué clase de personas deberíamos ser? Pedro nos dice: “¡Como no debéis vosotros andar en santa y piadosa manera de vivir, esparando (aquí encontramos de nuevo la palabra) y apresurandoos para la venida del día de Dios!” (vs. 11-12).

La espera de lo que ha de ocurrir en el futuro no es licencia para irresponsabilidad en el presente. Esperemos expectantes, pero esperemos.

Para la mayoría de nosotros, esperar no es el problema. 0, quizás deba decir que esperar sies nuestro problema. Somos tan expertos en esperar, que no esperamos expectantes. Nos olvidamos de observar. Somos tan pacientes que llegamos a conformarnos. Nos sentimos tan satisfechos. Casi no miramos a los cielos. Rara vezcorremos al templo. De vez en cuando, o quizás nunca, permitimos al Espíritu Santo interrumpir nuestros planes y guiarnos a la adoración de tal modo que podamos ver a Jesús.

Es a aquellos de nosotros que somos tan fuertes en la espera y tan débiles en vigilar que nuestro Señor nos habla cuando dice: «Pero el día y la hora nadie sabe, ni aún los ángeles de los cielos, sino solo mi Padre … Velad, pues, porque no sabéis a qué hora ha de venir vuestro Señor … porque el Hijo del Hombre vendrá a la hora que no pensáis» (Mt 24.36,42,44).

Simeón nos recuerda que debemos «esperar expectantes”. Vigilar pacientemente. Pero no tan pacientes que dejemos de vigilar. Ni tan vigilantes que dejemos de ser pacientes.
Al final, la oración de Simeón fue contestada: «Y él le tomó en sus brazos, y bendijo a Dios, diciendo: Ahora, Señor, despide a tu siervo en paz, conforme a tu palabra” (Lc 2.2 8-29).

Una sola mirada al rostro de Jesfús y Simeón supo que era el momento de volver a casa. Y una sola mirada al rostro de nuestro Salvador, y sabremos lo mismo

Max Lucado, nacido en Estados Unidos en 1955, es un escritor cristiano superventas y ministro escritor y predicador en la Iglesia Oak Hills Church of Christ en San Antonio, Texas. Max Lucado ha escrito más de 50 libros, sumando 80 millones de copias impresas. Tres de las obras de Max Lucado han sido galardonadas con el Charles Kip Jordon Gold Medallion Christian Book of the Year (Como Jesús, En manos de la gracia y Cuando Dios susurra tu nombre), apareciendo en las listas de los libros más vendidos. En el año 2005 Max Lucado fue nombrado El Mejor Predicador de América por la revista Reader's Digest

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