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Max Lucado

Confíen En Mí

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No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí… vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo. Juan 14.1,3

La paternidad esta Ilena de desafíos ¿Quién de nosotros no ha tenido que responder a las preguntas que nos hacen nuestros hijos?
“Papi, ¿por qué no puedo tener dos perritos?”
“Si ustedes se casaron a los dieciocho, ¿por qué yo no?”
“Papa, ¿qué es la Viagra?”
Tales preguntas harían tartamudear a un sabio. Sin embargo, empalidecen comparadas con la que hace un niño durante un viaje. En una encuesta llevada a cabo por Lucado y Amigos (yo entrevisté a un par de personas en el pasillo) me encontré con la pregunta más complicada que padre alguno haya tenido que responder. ¿Cuál es la pregunta más temida por mamás y papás? Es la que hizo un niño de cinco años durante un viaje: «¿Cuánto falta todavía?»
Pongannos problemas de geometría y sexualidad, pero no hagan a los padres responder a la pregunta: «¿Cuánto falta todavía?»
Porque es una pregunta imposible. ¿cómo hablar de tiempo y distancia a alguien que no entiende de tiempo distancia? El padre novato asume que los hechos serán suficientes: “Trescientos ochenta
kilómetros». ¿Pero qué es un kilómetro para un niño que no tiene edad ni siquiera para el jardín infantil? ¡Nada! Es como hablarle en chino! El niño entonces pregunta: «¿Cuánto son trescientos ochenta kilómetros?» Ante esta pregunta, sientes la tentación de ser un poco más técnico y en tonces explicas que un kilómetro equivale a mil metros, de modo que trescientos ochenta kilómetros multiplicados por mil metros equivalen a trescientos ochenta mil metros. No alcanzas a terminar la frase cuando el niño se desconecta. Se queda quietecito hasta que tú te tranquilizas y luego te pregunta: “Papa, ¿cuánto falta tovavía?»

Jesús quiere que confiemos en Él. No quiere que nos turbemos, por eso nos alienta con estas verdades

El mundo de un pequeñin esta deliciosamente libre de cuenta kilómetros y relojes de alarma. Le puedes hablar de minutos y kilómetros, pero el niño no capta tales conceptos. ¿Qué hacer entonces? La mayoría de los padres recurren a la creatividad. Cuando nuestras hijas eran bebés, les encantaba ver la película La sirenita. Así es que Denalyn y yo usábamos la película como una economía de escala. «Como si vieran tres veces seguidas La sirenita».
Y por unos cuantos minutos, aquello parecía funcionar. Sin embargo, tarde o temprano, la pregunta volvia. Y tarde o temprano, decíamos lo que todos los padres dicen: “SOlo confía en mí. Disfruta del viaje y no te preocupes por los detalles. Te aseguro que regresaremos bien a casa”.
Y nos esforzamos para que así sea. No queremos que nuestros hijos se compliquen con los detalles. De modo que les decimos: «¡Confíen en nosotros!»
¿Suena familiar? Posiblemente. Jesús nos ha dicho lo mismo. Justo antes de su crucifixión, dijo a sus discípulos que los dejaría. “A donde yo voy [Pedro] no me puedes seguir ahora; mas me seguiras mas tarde” (Jn 13.36).
Tales palabras dieron origen a algunas preguntas. Pedro habló por sus compañeros y preguntó: “Señor, ¿por qué no te puedo seguir ahora?” (v. 37).
Dime si la respuesta de Jesús no refleja la ternura de un padre hacia su hijo: “No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí. En Ia casa de mi Padre muchas moradas hay si así no fuera, y a os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para voso­tros … vendre otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis» (Jn 14.1-3).
Reduce el párrafo a una sola frase y dira: «Confíen en mí» Un recordatorio saludable cuando anhelamos el regreso de Cristo. Para muchos, el verbo confiarno se asocia facilmente con su venida.
Nuestras mentes de pre-kinder no estan capacitadas para manejar los pensamientos eternos. Cuando pensamos en un mundo sin fronteras de espacio y tiempo, no tenemos de dónde sujetarnos. En consecuencia, nuestro Señor toma la actitud de un padre: «Confíen en mí que yo me encargo de todo”. Este es, precisamente, su mensaje en estas calidas palabras de Juan 14. Pensemos en ellas por un momento.
Todas sus palabras podrían reducirse a dos: Confíen en mí. «No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí» (v. 1).
Que no nos atormente el pensar en el retorno de Cristo. No nos pongamos ansiosos por las cosas que no podemos entender. Asuntos como el milenio y el anticristo pueden despertar nuestro interés e incluso forzarnos a pensar, pero no deben abrumarnos ni menos dividirnos. Para el cristiano, el retorno de Cristo no es un acertijo que tenemos que resolver ni una incógnita que hay que despejar, sino más bien es un día con el que debemos soñar.
Jesús quiere que confiemos en Él. No quiere nos turbemos, por eso nos alienta con estas verdades.
Tengo amplio espacio para ustedes. «En la casa de mi Padre muchas moradas hay” (v. 2). ¿Por qué será que Jesús habla de “muchas moradas”? ¿Por qué mencionará el tamaño de la casa? Podríamos
responder a esta pregunta recordando las veces que hemos oído Io opuesto. ¿No te han dicho en más de una ocasión: “lo siento, pero no tenemos espacio para usted»? en materia de trabajo: «Lamentablemente no tengo una posición para usted en mi compañía?
¿Y en los deportes: “No tienes cabida en el equipo»?
¿y en las cosas del amor: “En mi corazón no hay espacio para ti”?
¿Y en materia de fanatismo: “No nos interesa alguien como usted aquí»?
Pero aún. Quizás hayas oído esto mismo en la iglesia: «Nos ha fallado muchas veces es mejor que se husque otra iglesia”.
Unas de las palabras más tristes sobre la tierra son: “No hay lugar para ti”.
Jesús conocía el sonido de estas palabras. Todavía estaba en el vientre de Maria cuando el portero de la hospedería dijo: «No hay lugar para ustedes”.
Cuando los residentes de su pueblo trataron de apedrearlo, ¿no le dijeron lo mismo? “No queremos profetas en este pueblo”.
Cuando los líderes religiosos lo acusaron de blasfemia, ¿no lo evitaron también? “En este país no hay lugar para alguien que se autoproclama Mesías”.
Y cuando lo colgaron de la cruz, ¿no fue el mensaje unánime de rechazo? «No hay lugar para ti en este mundo”.
Aún hoy día Jesús recibe el mismo tratamiento. va de corazón en corazón pidiendo que lo dejen entrar. Pero la mayoría de las veces tiene que escuchar las palabras del portero de la hospedería de Belén:
“Esto esta demasiado lleno. No hay espacio para ti».
Sin embargo, de vez en cuando es bienvenido. Alguien le abre la puerta de su corazón y lo invita a entrar. Y a esa persona Jesús le hace esta gran promesa: “No se turbe tu corazón. Crees en Dios, cree también en mí. En Ia casa de mi Padre muchas moradas hay”.
Dice: «Tengo mucho espacio para ti”. ¡Qué promesa más extraordinaria! Hacemos para El espacio en nuestros corazones, y El hace para nosotros espacio en su casa. Su casa tiene espacio de más.
Su casa tiene una segunda bendición:
He preparado espacio para ti. «Voy, pues, a preparar lugar para vosotros” (v. 2). Hace un par de años pasé una semana predicando en una iglesia en California. Los miembros de Ia congregacion fueron unos anfitriones increíbles. Cada comida era en una casa diferente y cada casa tenía una mesa llena, en cada mesa había una charla hermosa. Pero después de unas pocas comidas, me di cuenta de algo extraño.
Todas las comidas estaban constituidas por ensaladas. Me gustan las ensaladas como a cualquiera, pero las prefíero como acompañantes del plato principai; sin embargo, dondequiera que iba, eran el plato principal.
Nada de carne. Nada de postres. Sólo ensaladas.
Al principio pensé que era cosa de los californianos, pero finalmente tuve que preguntar. La respuesta me dejó perplejo. «Nos dijeron que usted no comia otra cosa que no fueran ensaladas». Rápidamente los saqué del error, y pregunté de adónde habían sacado aquello. Al buscar hacia atras, llegué a descubrir que el error se había producido entre nuestra oficina y la de ellos.
La atencion era excelente, pero la información habla sido mala. Me alegro que pude corregir el problema asi pude disfrutar de algu nas huenas cornidas.
Pero más feliz me siento al decirte que Jesús no va a cometer tal error contigo.
El hará por ti lo que mis amigos californianos hicieron par mí. Él está preparando un lugar. Hay, sin embargo, ciertas diferencias. El sabe exactamente lo que tú necesitas. No tienes que preocuparte de que te vayas a aburrir o cansar o fastidiar viendo a Ia misma gente o cantando siempre las mismas canciones. Ni te vas a impacientar por tener que comer solo ensaladas.
El está preparando el lugar perfecto para ti. Me agrada la definición que John MacArthur hace de la vida eterna: “El cielo es el lugar perfecto para la gente perfecta”.
Confia en las promesas de Jesús. “Tengo espacio de mas; he preparado un lugar para ti”.
Y un último compromiso de Jesús:

Estoy hablando en serio “Vendré otra vez y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis» (v. 3). ¿Detectas un leve carnbio de tono en el último versículo? Las primeras frases son calurosas. “No se turben”. “Creen en Dios”. “Muchas moradas hay». Hay ternura en estas palabras. Pero entonces el tono cambia. Solo levemente. La ternura continúa pero ahora está aderezada con convicción. «Vendré otra vez…».
George Tulloch demostró idéntica determinación. En 1996 dirigió una expedición al lugar donde en 1912 se hundió el Titanic. Él y su equipo recuperaron numerosos artefactos, cosas que iban desde anteojos a jovas y vajilla. En su búsqueda, Tulloch descubrió que un gran pedazo del casco se había desprendido y yacia no lejos de la nave. Ver eso y pensar en la posibilidad de rescatar parte del barco fue para Tulloch una sola cosa.
Tenian que levantar y sacar la pieza de hierro de veintidós toneladas. Pudieron llevarla hasta la superficie, pero en ese momenta se levantó una tormenta que rompió las cuerdas y el Atlántico reclamó su tesoro. Tulloch se via forzado a renunciar a su empeño y a organizarse de nuevo. Pero antes de abandonar el iugar, hizo alga curioso. Descendió a la profundidad y con el brazo robot de su submarino adhirió un pedazo de metal a una sección dcl casco. En el pedazo de metal había escrito estas palabras: “Volveré, George Tulloch».
Vista superficialmente, su acción pareció una humorada. Creo que nunca llegó a preocuparse que alguien le fuera a robar ese pedazo de metal. Por un lado, estaba a casi tres kilómetros bajó la superficie del Atlantico; y por el otro, aquello no era mas que un pedazo de chatarra. Es difícil imaginarse que alguien tuviera interés en aventurarse a aquella profundidad para robarla.
Por supuesto se podría decir lo mismo de ti y de mí. Pór qué Dios habría dc esforzarse tanto para reclamarnos? ¿Qué valor pudiéramos tener para El? Pero tiene que haber tenido sus razones porque hace dos mil anos, El entró a las lobregas aguas de este mundo en busca de sus hijos. Y en todos los que le permitieron hacerlo, El estampó su propósito de volver.
George Tulloch lo hizo. Dos años después regresó y rescató el pedazo de hierro.
Jesús volverá también. No sabemos cuándo será que venga por nosotros. No sabemos cómo vendrá. Y en verdad ni siquiera sabemos por qué vendrá por nosotros. Claro, tenemos nuestras ideas y opiniones al respecto. Pero lo más que tenemos es fe. Fe que El tiene mucho espacio y que ha preparado un lugar y, en el momento preciso vendrá para que estemos donde El está.
Lo hará. Solo tenemos que confiar.

Max Lucado, nacido en Estados Unidos en 1955, es un escritor cristiano superventas y ministro escritor y predicador en la Iglesia Oak Hills Church of Christ en San Antonio, Texas. Max Lucado ha escrito más de 50 libros, sumando 80 millones de copias impresas. Tres de las obras de Max Lucado han sido galardonadas con el Charles Kip Jordon Gold Medallion Christian Book of the Year (Como Jesús, En manos de la gracia y Cuando Dios susurra tu nombre), apareciendo en las listas de los libros más vendidos. En el año 2005 Max Lucado fue nombrado El Mejor Predicador de América por la revista Reader's Digest

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