Luis Palau
El Culto Familiar
Algunas de las cosas más importantes que usted y yo diremos y haremos tendrán lugar en el hogar.
Allí es donde los niños reciben la educación más crucial. Como promedio, nuestros hijos pasan el 1% de su tiempo en la iglesia, el 16% en la escuela y el restante 83% en el hogar o cerca de él.
Una universidad en la ciudad de Nueva York gastó 250.000 dólares en un proyecto de investigación cuyas conclusiones fueron sencillamente verdades que hallamos en la Biblia: En la vida de un niño, no hay fuerza que se compare al impacto de su hogar.
Nunca estaremos exagerando al referirnos a lo vital de la influencia de un padre justo y temeroso de Dios.
A menos que nuestros hijos vean la diferencia que Cristo hace en nuestras vidas y oigan el evangelio presentado de manera clara, casi invariablemente rechazarán el cristianismo. Dios no tiene nietos, sólo hijos. Lo descubrí cuando niño. Mis padres amaban y servían al Señor Jesucristo, pero llegó el día en que yo también tuve que entregar al Señor mi propia vida.
A menos que nuestros hijos vean la diferencia que Cristo hace en nuestras vidas y oigan el evangelio presentado de manera clara, casi invariablemente rechazarán el cristianismo
Dios ha dispuesto el hogar como el sitio donde su Palabra debe ser enseñada, vivida y transmitida de generación en generación. Deuteronomio 6:6-7 nos instruye: «Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes».
Alguien ha dicho que hay que instruir al niño en su camino, y de vez en cuando también andar por ese camino. Cuando compartimos con nuestros hijos momentos alrededor de la mesa, durante las comidas o en otras ocasiones del día, ellos notan cada actitud que tenemos y cada palabra que decimos–y nos imitan.
¿Acaso puede usted decir a sus hijos, sin vergüenza alguna: «Sigan mi ejemplo, así como yo sigo el de Cristo» (1 Corintios 11:1 BD)?
Una de las formas más efectivas en que los padres comunican su fe a los niños es guiándolos en un culto familiar. Un tiempo apartado para el estudio de la Biblia y la oración debe ser una parte diaria, natural y agradable de la vida en familia. Haga que sus hijos lean una corta porción de la Escritura y luego comenten el significado. Trate de ser creativo–es casi un «pecado» aburrir a alguien cuando estamos enseñando la Biblia.
La oración es otro aspecto esencial de la vida familiar, aspecto que debiera extenderse a lo largo del día–antes de la escuela, durante las comidas y a la hora de ir a acostarse a la noche. Enseñe a sus hijos a agradecer a Dios por su protección y bondad, a confesar sus pecados y a orar por sus parientes y amigos.
Somos responsables del cuidado y enseñanza de cada hijo que Dios nos da. Por lo general los tenemos en el hogar por un corto tiempo, hasta tanto ellos forman sus propias familias.
Debemos orar a Dios pidiéndole que nos enseñe «de tal modo a contar nuestros días, que traigamos al corazón sabiduría» (Salmo 90:12). El escritor A. Tozer afirmó: «La vida es un ensayo corto y febril para un concierto al que no podemos asistir». Nuestro tiempo es limitado, y debemos decidir qué haremos y qué no haremos para educar a nuestros hijos de la mejor manera, «en amorosa disciplina cristiana, mediante sugerencias y consejos piadosos» (Efesios 6:4 BD).
Tenga como prioridad decir y hacer aquellas cosas que enseñarán a sus hijos las lecciones más importantes de la vida. Utilice el culto familiar para integrar el cristianismo en cada uno de los aspectos de su hogar.
Comience a hacer planes inmediatos a fin de llevar a la práctica el culto familiar.