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Juan Carlos Ortiz

La promesa del Padre: El Espíritu Santo

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¿Cuál es la razón más importante que motivó a Dios decidir llenarnos de su Espíritu Santo? ¿Por qué Dios prometió llenarnos de su Espíritu?

Eze. 36:26—27, Jer. 31:31-34

INTRODUCCIÓN

Al amor inmerecido e incondicional de Dios, se le llama también Gracia o Nuevo Pacto. Un pacto es una promesa o compromiso. Esencialmente hay dos pactos diferentes. El viejo llamado La Ley y el nuevo llamado La Gracia. Bajo la Ley el pacto nos comprometía a nosotros a obedecer y Dios se comprometía a bendecirnos y salvarnos.

El viejo pacto no logró nada, porque ningún ser humano pudo obedecer todos los mandamientos de la Ley de Dios. Todos terminamos condenados y merecedores del infierno. Viendo Dios que muchos seres humanos querían obedecerle pero no podían, hace un Pacto Nuevo, el de La Gracia. Bajo La Gracia Él promete ayudarnos a cumplir nuestra parte del pacto dándonos poder para vencer las tentaciones del mundo y obedecerle, el poder del Espíritu Santo.

A. «HARÉ QUE ANDEIS» Ezequiel 36:27

1. «Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos y los pongáis por obra» Ezequiel 36:27, Reina Valera. Esta es la gran Promesa del Padre. Es para ayudar a solucionar el problema mayor de la Raza Humana. «Infundiré mi espíritu en vosotros y haré que os conduzcáis según mis preceptos y observéis y practiquéis mis normas» Biblia de Jerusalén.

2. Esto lo prometió Dios a los antiguos creyentes judíos que procuraban pero no podían cumplir La Ley de Moisés. «El Espíritu (soplo) de Dios… se apodera de los hombres para dotarles de un poder sobrehumano… una efusión extraordinaria del Espíritu, que alcanzará a todos los hombres para comunicarles carismas especiales…. Una renovación interior que les hará aptos para observar fielmente la Ley divina que será el principio del Nuevo Pacto que hará germinar frutos de justicia y santidad y garantizarán a los hombres el favor y la protección de Dios.»

Comentario de Ezequiel 36:27 de la Biblia de Jerusalén.

El problema más grande del Ser Humano es nuestra debilidad ante las tentaciones y la falta de fuerza para obedecer la ley de Dios

El problema más grande del Ser Humano es nuestra debilidad ante las tentaciones y la falta de fuerza para obedecer la ley de Dios. Esta incapacidad nos frustra y nos hace rebela. Nos molestamos que nos manden, que nos corrijan y que nos reprendan. Nuestro interior se enerva y nos enojamos con nosotros y con Dios. Y si obedecemos por obligación, quedamos amargados y seguimos rebeldes en nuestro interior.

La obediencia forzada no satisface a Dios nuestro Padre. El desea que lo hagamos con ganas y alegría. La obediencia forzada nos hace sentir empleados o esclavos y no hijos. Dios podría programarnos para ser obedientes, como robots y responder perfectamente a sus órdenes, pero eso tampoco le satisface. Él es un ser emocional y sentimental, es Padre y quiere lograr que sus hijos rebeldes, no solo quieran obedecerle sino que lo hagan con alegría y satisfacción, no por obligación, coerción o miedo a un castigo. Sino por voluntad propia, amor y alegría.

El ser llenos del Espíritu Santo no nos obligará a obedecer automáticamente porque nos transformaría en autómatas. Sería como grabarse un cassette diciéndose «te amo» y lo escucha uno mismo. No tiene valor. Cuando uno está lleno del Espíritu Santo, los deseos, la voluntad humana y la tentación, quedan intactos. Pero el Espíritu Santo proporciona el poder necesario para vencer si así lo decidimos.

Si queremos obedecer a Dios ¡podemos! La capacidad está latente, si no queremos no lo hacemos, aunque tengamos el Espíritu Santo. Los que estamos llenos del Espíritu Santo somos potencialmente santos, cuando vienen las tentaciones tenemos la capacidad para decidirles ¡no!. Si elegimos ceder, también podemos. La diferencia es que antes no teníamos poder y teníamos que ceder siempre, éramos esclavos. Ahora somos libres, tenemos poder de decir no o sí, la decisión sigue en nuestras manos.

Casi todos los seres humanos tenemos buenas intenciones. San Pablo describe su experiencia: «el querer el bien, está en mi, pero no el hacerlo» Romanos 7:18. Todos quisieran ser buenos, pero no lo pueden lograr. Casi todos los alcohólicos no quieren serlo. Casi todos los que fuman desearían dejar. Los malos padres, quisieran ser buenos. Los adúlteros deciden muchas veces dejar de serlo.

Hay poca gente que desea ser mala, quizá sólo los satánicos. Pero yo estoy hablando a la gran mayoría de ustedes que desean ser buenos y obedientes a Dios y no lo han podido lograr. La llenura del Espíritu Santo es precisamente para darnos poder, fuerza y energía para resistir al Diablo y sus tentaciones y lograr agradar a Dios. El Espíritu Santo no es nuestro «obligador» sino nuestro «ayudador y confortador» para lograrlo.
B. «PONDRÉ MIS LEYES EN SU INTERIOR»

«He aquí vienen días, dice Jehová, en los cuales haré un nuevo pacto con la casa de Israel… Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón…» Jeremías 31:31, 33. «Grabaré mis leyes en el corazón de ellos, para que quieran honrarme..» Versión La Biblia al Día. El viejo pacto era una ley escrita en piedras y papiro que había que leer y tratar de cumplir bajo amenaza del infierno.

Como nadie podía cumplirla, todos vivían bajo condenación continua. Para aplacar sus conciencias ofrecían a Dios sacrificios de animales y aves, pero eso era una aspirina y no una cura. Siempre vivían bajo condenación 2 Corintios 3:9, por eso vivían repitiendo los mismos sacrificios Hebreos 10:1-4. La ley estaba allí afuera, pero adentro del ser no había la capacidad de cumplirla.

La Promesa del Padre, o Nuevo Pacto, es escribir la Ley no más afuera de nosotros, acusándonos y decretando nuestra muerte 2 Corintios 3:6, sino en nuestro interior. Ya no sería una coerción de afuera, sino una guía, una capacidad, un poder de adentro.

Algo así como el volante hidráulico o el freno hidráulico (power steering and power brakes) que no tenemos que hacer mucha fuerza. Eso es Cristo en Nosotros, eso es ser llenos del Espíritu Santo. Ahora no solo tengo adentro el deseo de obedecer a Dios sino también el poder para hacerlo. Cuando decido hacerlo y creo que puedo, ¡es posible!

San Pablo dice a los creyentes: «siendo manifiesto que sois carta de Cristo expedida por nosotros, escrita no con tinta, sino con el Espíritu del Dios vivo; no en tablas de piedra sino en tablas de carne del corazón.» 2 Corintios 3:3.

Cuando nos anuncian a Jesús y le abrimos el ser, el Espíritu Santo graba en nuestras conciencias los deseos de Jesús. Pablo dice: «Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer por su buena voluntad.» Filipenses 2:13. «Es Dios que obra dentro de ustedes, dándoles la voluntad y el poder de lograr su propósito» Modern Phillips.

C. LO QUE DIOS NOS PROPORCIONA

«El fruto del fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, humildad y dominio propio» Gálatas 5:22. «si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la ley» Gálatas 5:18. Aquí tenemos los dos pactos, el Viejo, que es obedecer una ley externa y el Nuevo, o gracia, que es obedecer un deseo interno. En el Viejo Pacto teníamos mandamientos pero no poder para cumplirlos.

En el nuevo Pacto Dios graba los mandamientos en nuestra conciencia y nos da el poder para obedecerlos si así lo decidimos. El Espíritu no nos fuerza ni obliga, sino que nos guía, nos induce Juan 16:13. Nosotros decidimos obedecer o no. Si decidimos obedecer, allí está el poder del Espíritu. Como el freno hidráulico, si decido frenar, allí está el poder. Debemos usar nuestra fe para creer que podemos ¡y podemos! «Todo lo puedo en Cristo que me fortalece» Filipenses 4:13.

En realidad, esta ayuda interior prometida por el Padre, es un regalo, un favor. Es Dios poniendo a disposición de nosotros su carácter. Cuando Dios dijo: «Pondré dentro de vosotros mi Espíritu», es poner su personalidad. Su Espíritu no es un adorno sobre la mesa de luz de nuestro corazón, sino un poder para vencer las tentaciones del Enemigo y hacer lo que fuimos llamados para ser.

Si elegimos amar, gozarnos, tener paz, paciencia, benignidad, bondad, fe humildad y dominio propio, ¡podemos! allí está a nuestra disposición. No nos obliga, porque somos libres, pero sí, está disponible. Si elegimos practicarlo allí está el poder para lograrlo.

CONCLUSIÓN

Ya no es una cuestión de poder o no poder, porque el poder lo tenemos. Es una cuestión de querer o no querer y de creer o no creer. «El justo vivirá por la fe» Romanos 1:17, empieza por la fe y continúa viviéndo por la fe. Todo es cuestión de fe. Uno es tan poderoso como cree que lo es.

El poder está todo a disposición ¡en nosotros! La fe es la clave. ¿Crees que lo tienes o no? Jesús dijo vez tras vez cosas así: «¡si pudieras creer! al que cree, todo es posible» Marcos 9:23, «si creyeres verás la gloria de Dios» Juan 11:40, «Como creíste te sea hecho» Mateo 8:13, «No temas, cree solamente» Marcos 5:36, etc. etc

De manera que primero debemos decidir si queremos ser santos, obedientes y testigos fieles. Lo segundo es creer que el poder para lograrlo ya está en nosotros por el Espíritu Santo que nos fue dado y tercero: actuar.

INVITACIÓN:

¿Qué cosa desearías hacer y hasta ahora no has podido? ¿Vencer las tentaciones? ¿vivir en santidad? ¿hablar a otros de Cristo? ¿diezmar? Si crees que no puedes es porque le creíste la mentira a Satanás. Si crees que puedes es porque le creíste la verdad a Dios.
Decide, cree y actúa.

ORACIÓN:

Señor, ¿cuando terminaremos de entender la Gracia? Claro, quizás nunca. Cada día aprendemos más de ella y siempre queda más por aprender. En la gloria sabremos más, pero aún allá cada día se abrirán más nuestros ojos a esta grandeza de tu Gracia. Señor, por lo menos haznos entender hoy esta parte de tu maravillosa Gracia.

Ya aprendimos que nos perdonaste todos nuestros pecados. Hoy hemos visto que gracia no es permiso para pecar, sino lo contrario, nos das el poder para no pecar. Señor, yo lo he explicado lo mejor que pude. Espíritu Santo ayúdanos a entenderlo.

De mi parte yo decido vivir en santidad, decido vencer las tentaciones, decido hablar a otros de Jesús, decido pagarte tus diezmos, y creo que voy a poder porque tu me diste la gracia de poder. En tí es verdad el dicho español «querer es poder». Quiero, creo, puedo y lo haré. Amén.

Juan Carlos Ortiz se ha graduado en 1954 en el Instituto Río de La Plata en Buenos Aires, Argentina. Es un predicador que con sencilles explica las escrituras. Sus predicas como sus libros son altamente requeridos en todo el mundo. El ha tomado numerosos cursos en todo el mundo. Durante dos años realizó estudios teológicos intensos y fue examinado por los teólogos de la Iglesia Evangélica Presbiteriana en los Estados Unidos y más tarde por los teólogos de la Iglesia Reformada de América, donde fue ordenado como un Reformador Minister. In 1989 el Dr. Ortiz fue concedida Doctor Honoris Causa por la Escuela de Graduados de Teología de California Dr. Juan Carlos Ortiz es Pastor Principal emérito de la Catedral de Cristal en Garden Grove, California. En 1956 fue ordenado Pastor en la Asambleas cristiana de la Argentina. Su vasta experiencia en grupos de discipulado pequeños lo ha llevado a convenciones, congresos, universidades, seminarios e iglesias en cinco Continents. El ha sido profesor en el Instituto Bíblico Río de la Plata, en Argentina y profesor en la Escuela Robert Schuller de la Predicación, que operaba en el campus de la Catedral de Cristal y de la Universidad de Pastores en Los Ángeles. Él también sigue aceptando algunas de las muchas invitaciones de todo el mundo y de los EE.UU. para enseñar en las conferencias y seminarios de diferentes denominaciones. Por cinco años, el Dr. Ortiz produjo la serie de televisión, La Hora de Poder, que fue transmitido en doce países de América Latina.

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