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John Piper

Ora Siempre y no te Desanimes

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Lucas 18:1-8
Estar Listo a la Llegada del Reino de Dios

En el versículo 17:20 los fariseos le preguntaron a Jesús cuándo había de venir el reino de Dios.

Ellos querían decir: ¿Cuándo el Mesías vendrá y derrocará a nuestros enemigos y establecerá el trono de David y traerá paz y justicia al mundo? La respuesta de Jesús era desconcertante para las personas que lo reconocían a Él como el Mesías. De hecho el dijo: Si vuestra única forma de reconocer el reino de Dios es por medio de signos milagrosos que derrumben la tiranía romana, entonces de seguro que no lo verán, porque el reino de Dios ya esta entre ustedes (versículo 21; 11:20—esto no debería ser traducido como “dentro de ustedes” porque Jesús no habría dicho eso a los incrédulos fariseos). Jesús es el Rey, y donde sea que se gane la lealtad de la gente, su reino será establecido.

Entonces en los versículos 17:22-24 Él les advierte sobre el error opuesto. El en versículo 21 les advierte sobre observar señales catastróficas y dice que el reino se encontraba entre ellos quietamente pero poderoso. Pero en el versículo 23 y 24 les advierte sobre no pensar que la última aparición del Hijo del hombre pueda no ser catastrófica. No será ni tranquila ni oculta.

Si alguien dice, “mírenlo, aquí”, o “mírenlo, allá”, entonces sabrás que están equivocados. “Porque en su día el Hijo del hombre será como el relámpago que fulgura e ilumina el cielo de uno a otro extremo” (versículo 24). La segunda venida de Cristo no será una cosa oculta que alguien puede ver y entonces enseña a otro. Será obvio para todos de horizonte a horizonte, como un rayo. “Pero primero” dice el versículo 25, “él tiene que sufrir muchas cosas y ser rechazado por esta generación. La diferencia entre la primera y segunda venida de Cristo es la diferencia entre un velita y un relámpago.

la palabra de Jesús a nosotros está mañana es debemos orar siempre y no desanimarnos.

Entonces en los versículos 17:26-30 Jesús describe como serán los días que nos llevarán a la llegada del Hijo del hombre. El compara la venida del Hijo del hombre con el diluvio en los tiempos de Noé (versículo 27) y con la destrucción de Sodoma por medio del fuego y azufre (versículo 29), y dice que los días antes de la llegada de Cristo serán como los días antes de esas dos catástrofes, a saber, días llenos de vidas normales ocupadas. El versículo 27: “comían y bebían, compraban y vendían, sembraban y edificaban”. El versículo 30 dice, “Así será el día en que se manifieste el Hijo del hombre”. En otras palabras, esperamos que la mayoría del mundo la vida transcurra como de corriente cuando el relámpago del Hijo del hombre fulgure el cielo de uno a otro extremo.

Entonces en los versículos 31-37 Jesús nos advierte no ser como la esposa de Lot (versículo 32). Esto es, durante la hora de crisis, no ames al mundo. No retrocedas con vivo deseo, o no pertenecerá al reino (9:61). Recuerden, cuando el Hijo del hombre venga, el separará las ovejas de las cabras, aún estén durmiendo juntas trabajando juntas en el molino. Una será llevada a un lugar seguro y la otra permanecerá. ¿“Dejada dónde”? Preguntan los discípulos. “Donde esté el cadáver, allí se reunirán los buitres (versículo 37). No congregarse con Cristo para su venida es dejarlos a la destrucción. Jesús lo dice claro que la vida eterna depende de que estemos listos a su llegada.

Enfriarse en los Último Día

Ahora podemos ver que Lucas 18:1-8 es en realidad parte de esta enseñanza del final de los tiempos. El versículo 8 concluye con la pregunta, “Cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe en la tierra?” ¿Harán recordar las advertencias de Jesús a la esposa de Lot, de mantener el corazón fijo en Cristo, y no amar al mundo—asegurarán estas advertencias la fe de los discípulos? ¿Perdurarán hasta el final? ¿Nos encontrará el Hijo del hombre confiando en él, u ocupados en proteger nuestras vidas en el mundo?

Creo que una pregunta natural que los discípulos harían (y que nosotros deberíamos hacer) es: ¿Cómo podemos perdurar hasta el final? ¿Cómo nos aseguramos que no nos convertiremos en la esposa de Lot, tan enamorada de este mundo que no podamos darnos completamente a Cristo? ¿Cómo podemos resistir las implacables tentaciones de Sodoma e insensibilizarnos al reino de Dios por medio de las presiones del diario vivir? ¿Notaste en el anterior versículo 28 que Jesús no menciona la sodomía en la lista de lo que caracteriza a Sodoma exactamente antes de su destrucción? De hecho, no menciona nada en sí como pecaminoso: “comían y bebían, compraban y vendían, sembraban y edificaban”.

El juicio no cayó sobre Sodoma únicamente porque allí se practicaba la homosexualidad, sino también porque en todas las buenas actividades ordinarias de la vida no tenían a Dios. Las cosas buenas de la vida nos pueden hacer tan insensible a la realidad de Dios como pueden las cosas groseras. De manera que los discípulos de Jesús se encuentran en una tremenda batalla, que la mayoría de la gente desconoce: la batalla para mantener la fe radical, sincera, abnegada en Cristo fuera del peligro de la persecución (21:12-19) y las tentaciones pecaminosas, pero también al peligro de la vida cotidiana del hogar y del trabajo que pueden embotar toda nuestra sensibilidad al reino eterno de Dios.

El peligro que enfrentamos como discípulos de Jesús en espera de su regreso esta bien enfatizado aun mas claramente en Mateo 24:11-13 (que ofrece un enlace sobrio al mensaje de la semana pasada sobre la tibieza) Jesús dice sobre los últimos días antes de su llegada: “Un gran número de falsos profetas que engañarán a muchos. Habrá tanta maldad que el amor de muchos se enfriará, pero el que se mantenga firme hasta el fin será salvo.” Así en Lucas 18:8 Jesús pudo haber dicho, “Cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará amor ferviente en la tierra?” El peligro que enfrentamos es que nuestra fe en Cristo y nuestro amor por él y el amor del uno hacia el otro serán tragados por la oposición o por el puro aspecto ordinario de la vida cotidiana. Así que la pregunta es: ¿Cómo podemos perdurar? ¿Cómo se nos puede encontrar con fe y amor? ¿Cómo podemos evitar ser como la esposa de Lot y como aquellos a quienes se les deja en el juicio?

¡Ora! ¡Ora! ¡Ora!

Entonces Jesús dice una parábola para responder. Y la misma es una de las pocas parábolas que él nos interpreta no sea que no entendamos. Lucas 18:1 nos dice el sentido de la parábola: “Jesús les contó a sus discípulos una parábola para mostrarles que debían orar siempre, sin desanimarse.”La respuesta de Jesús a la pregunta de cómo perdurar hasta el final, ¡Ora! ¡Ora! ¡Ora! Y no te canses de orar.

La parábola dice así (18:2-5) “Había en cierto pueblo un juez que no tenía temor de Dios ni consideración de nadie. En el mismo pueblo había una viuda que insistía en pedirle: «Hágame usted justicia contra mi adversario.» Durante algún tiempo él se negó, pero por fin concluyó: «Aunque no temo a Dios ni tengo consideración de nadie, como esta viuda no deja de molestarme, voy a tener que hacerle justicia, no sea que con sus visitas me haga la vida imposible.» No debemos sentirnos ofendidos que Jesús compara a Dios con un juez injusto.

Es lo mismo cuando la misma venida de Jesús se compara con la venida de un ladrón en la noche (Tesalonicense 5:2). El punto de consideración no es que Jesús es un ladrón pero que su venida es repentina e inesperada. Entonces el punto de comparación no es que Dios es un juez injusto pero que responde a aquellos que le claman día y noche. En el versículo 7 Jesús explica bien la lección:”Orar siempre, sin desanimarse.” Si clamas a Dios día y noche si siempre oras sin desanimarte, no serás como la mujer de Lot: no serás dejado a juicio; perdurarás en fe y amor, y Dios te reivindicará a la llegada del Hijo del hombre. Por lo tanto, ora siempre sin desanimarte.

Aquí debo aclarar la preocupación que me impulsa esta mañana. Este el final de una semana de oraciones conjuntas. Algunos de nosotros hemos orado por más de 20 horas esta semana; hemos orado en la mañana, hemos ayunado y orado al mediodía; oramos toda la noche el viernes. ¿Y ahora qué? La palabra proveniente de Jesús esta mañana es: no dejes de orar; no te agotes; no seas inconstante; pero “siempre oras sin desanimarte”. Y la urgencia de esta palabra aumenta a medida que vemos el final de la era llegar a su fin. Según dice Pedro (1 Pedro 4:7), “Ya se acerca el fin de todas las cosas. Así que, para orar bien, manténganse sobrios y con la mente despejada”. Las presiones de la mundanalidad serán mayores a medida que el final se acerque, por lo tanto, mucho más debemos de observar y ser solemnes en la oración.

Dios y El Juez Injusto

Ahora, ¿en qué forma nos estimula la parábola de Jesús en Lucas 18:1-8 a seguir orando encarecidamente cuando haya culminado la semana de oración? Una viuda acude a un juez injusto y le pide ayuda. Ella esta siendo oprimida injustamente y quiere que él utilice su autoridad para conseguirle alivio. Ella somos nosotros. Débil, pobre, y sin marido para que hable por nosotros.

Su única fuente de ayuda, el juez. Nuestra única fuente: Dios. Ella viene una y otra vez hasta que él le da la ayuda que necesita para deshacerse de ella. Pero el argumento de la parábola no es que si tú puedes desgastar a un juez humano injusto, entonces existen las posibilidades de que puedas desgastar a Dios para que te ayude y así deshacerse de ti. Esto contradiría a Lucas 12:32 donde Jesús dice, “No tengan miedo, mi rebaño pequeño, porque es la buena voluntad del Padre darles el reino”.

Pero aun más importante es que la parábola misma demuestra que todo depende del hecho de que Dios es diferente al juez. Jesús nos dice dos cosas sobre el juez injusto en el versículo 2: “Él no tenía temor de Dios ni consideración de nadie, Aunque. . . voy a tener que hacerle justicia”. En otras palabras, estas dos características del juez son los obstáculos que tiene para ayudar a la viuda. Primero, no tiene temor de Dios y es, por lo tanto, proclive a no ayudarla.

Esto significa que el temor a Dios conllevaría a un juez a ayudar a una viuda necesitada. Y si el temor a Dios conlleva a un juez ayudar a aquellos que le lloran. Entonces cuando Jesús nos dice que el obstáculo que impide que el juez ayude a la viuda fue su imposibilidad de temer a Dios, él dice claramente que el temor a Dios inclina a una persona hacer caso a quienes claman por ayuda, y por lo tanto, Dios mismo es justo en misericordia a todos aquellos que le imploran. Por lo tanto, si un juez que no tiene temor de Dios puede ser convencido con persistentes peticiones, mucho más seguros estaremos que Dios ayudará aquello que le imploran día y noche.

La segunda marca del juez es que “no tenía consideración de nadie”. La viuda le era desconocida, y no tenía interés en ella. Asumimos que si se interesaba por esta viuda, si ella fuera su madre, la ayudaría. Entonces debemos preguntar: ¿Tiene Dios consideración de nosotros? ¿Es indiferente a nuestras necesidades? En el versículo 7 Jesús nos responde ¿Acaso Dios no hará justicia a sus escogidos? Los discípulos de Jesús no están en la categoría de desconocidos de Dios.

Ellos son sus escogidos. Los ha escogido. Él ha establecido su favor hacia ellos. Él los ha adoptado como sus hijos. Según dice Pablo en Romanos 8:31-33,” Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra? . . . ¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica.” No existe en la imaginación una condición del hombre más preciada que ser escogido por Dios. Esto significa que ha establecido su favor hacia nosotros completa y libremente. Es para nosotros con todas sus fuerzas. Por lo tanto, Jesús sostiene, si un juez injusto puede ser movido por las persistentes insistencias de ayudar a un extraño por quien no tiene consideración alguna, cuanto más “¡ayudará Dios a sus escogidos que le imploran día y noche!”

Oración y Fe Perseverantes

La intensión de está parábola es que nos sea de estimulo para que oremos constantemente hasta el regreso de Jesús. Cuando Jesús pregunta al final del versículo 8, “cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe en la tierra?” él quiere decir, “¿Encontrará el Hijo del hombre que sus discípulos han seguido orando, o se han desanimado y dado por vencido?” Entonces la implicación parece ser: la oración y la fe se mantienen unidas en las buenas y en las malas.Si nos desanimamos y nos alejamos de la oración, entonces el Hijo del hombre no encontrará fe en nosotros a su llegada.

La fe es la hoguera de nuestras vidas. Su combustible es las gracias de Dios. Y la pala divinamente asignada para alimentar el fogón es la oración. Si te desanimas y abandonas la pala, el fuego se apagará, crecerás frio y duro, y cuando el relámpago fulgure el cielo de uno a otro extremo y el Hijo del hombre aparezca en la gloria, te vomitará de su boca (Apocalipsis 3:16). Dos estarán durmiendo en una cama; uno será removido, el otro permanecerá. Y la prueba no será si alguna vez haya caminado por la nave de la iglesia, o hayas rezado una oración, o hayas hecho una promesa, o hayas sido bautizado. La prueba será si continuaste orando y no te desanimaste. Los escogidos por Dios serán seguramente todos salvados; y, según lo dice el versículo 7, la señal del escogido es que ellos claman a Dios día y noche. El que se mantenga firme hasta el fin será salvo (Mateo 24:13).

Oh, qué esencial, qué crucial es que no abandonemos la oración con la semana de la oración. Si te estas diciendo a ti mismo que la oración diaria ferviente para alcanzar más poder para vivir una vida fructífera semejante a Cristo es solamente para los pesos pesados, y que pretendes llegar hasta la gloria sin tener que incurrir en tales excesos de los devotos, entonces estas bien engañado. En algún sitio en el camino alguien ha puesto en tu cabeza la enseñanza mortal y no bíblica de que puedes ser salvado aun si no perseveras en la oración.

Pero no puedes. Primero, la fe tibia no salva. Segundo, en vista de que Jesús nos impone en Lucas 18:1 orar siempre y no desanimarse. Por lo tanto, la ausencia de la oración es desobediencia. Y si no nos arrepentimos y comenzamos a orar como nos enseño Jesús, no seremos salvados. Ya que Hebreos 5:9 dice, “Llegó a ser autor de salvación eterna para todos los que le obedecen.”

Por lo tanto, no solamente durante esta semana, pero siempre por todo el año por favor no te desanimes, pero ora siempre. De todas las ayudas mencionadas el pasado domingo en la noche, permítanme reforzar una de ellas. Leer literatura que inspire a la oración es un gran estimulo en la vida de aquel que ora. Un pequeño libro en particular me ha conmovido profundamente: “E.M. Bound’s Power Through Prayer (El poder de la oración de E.M. Power). Creo que el contenido en sus 128 páginas les estimulará grandemente.

Ahora al finalizar recuerden, la palabra de Jesús a nosotros está mañana es debemos orar siempre y no desanimarnos. Primero, porque si nos cansamos y dejamos de orar, nuestra fe se marchitará, y el Hijo del hombre no nos congregará con los escogidos. Pero segundo, y más positivamente, no debemos cansarnos de orar porque Dios no es como el juez injusto, y mucho mas bondadosamente dispuesto hacia nosotros. Como lo dice el versículo 7, ¿Acaso Dios no hará justicia a sus escogidos, que claman a él día y noche? Hermanos, esfuércense más todavía por asegurarse del llamado de Dios (2 Pedro 1:10). Siempre ora y no te desanimes.

John Piper estudió Literatura y Filosofía en Wheaton College. Después de la Universidad, completó una Licenciatura en Teología en el Seminario Teológico Fuller, en Pasadena California. Fue a través de Daniel Fuller que descubrió los escritos de Jonathan Edwards. John Piper hizo un doctorado en Estudios del Nuevo Testamento, en la Universidad de Munich, Alemania. En 1980, John Piper se convirtió en el Pastor de la Iglesia Bautista de Belén, en Minneapolis, Minnesota dónde ha estado ministrando desde entonces. John Piper ha escrito cuantiosos libros como: La Supremacia de Cristo, Pacto Matrimonial, Los Peligros del Deleite, No Desperdicies Tu Vida, etc.

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