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John Piper

¡Oh, que Cristo se forme en Vosotros!

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Gálatas 4:12-20

La razón fundamental por la que la fe cristiana encuentra oposición en el mundo y también resistencia en nuestro corazones es que la verdadera fe salvadora implica siempre una reforma en nuestro corazón y en nuestra mente, para que no seamos nosotros los que vivimos sino que sea Cristo el que vive en nosotros.

En el corazón humano hay un sentimiento de amor intenso y profundo por elogiar a los hombres. Tan naturalmente como las manzanas caen del árbol, los seres humanos gravitan hacia las ideas y las acciones que los hacen sentirse importantes y se resisten a las ideas y a las acciones que los hacen sentir insignificantes.

En consecuencia, además de la gracia poderosa de Dios que nos ayuda a superar nuestra disposición natural al orgullo, siempre nos resistimos a la llegada de la fe a nuestras vidas, porque por la fe, Cristo tiene un control tan dominante de nuestras vidas y nos reforma tanto a su imagen, que no podemos presumir más de nada bueno que hacemos. No resulta muy atractivo para la mente humana verse transformado por Cristo de tal manera que le demos todo el mérito a Él por todo lo bueno que hacemos.

El Espíritu del Cristo viviente puede volver a inundarnos hoy.

Satisfacer el Orgullo

Este es el obstáculo más importante de la fe cristiana – que es lo que Jesús quería decir, en Juan 5:44, cuando expresó: “¿Cómo podéis creer cuando recibís gloria los unos de los otros y no buscáis la gloria que viene del Dios único?”. Nos encanta elogiar a los hombres y eso hace difícil que confiemos en Cristo, porque el objetivo de Cristo es eliminar todo motivo de jactancia en nosotros y ponerlo todo en Dios (1 Corintios 1:29-31; Efesios 2:8-9; Gálatas 6:14). Él lo hizo una vez al llevar a cabo nuestra redención en la cruz sin nuestra ayuda; y continúa haciéndolo al aplicar esa redención en nuestros corazones sin nuestra ayuda.

Por su gracia soberana, Cristo pagó la deuda que teníamos con Dios y por su gracia soberana está formando nuestras vidas a su imagen, para que podamos decir con el salmista (115:1): “No a nosotros Señor, no a nosotros, sino a tu nombre da gloria”. La fe salvadora es un descanso en ese trabajo soberano del Señor, en el pasado, en el presente y en el futuro, que le otorga toda la gloria a Dios (1 Pedro 4:10-11). Por lo tanto, en un sentido. la fe salvadora es lo más fácil del mundo – tan fácil como ser arcilla en las manos del alfarero. Pero, en otro sentido. es lo más difícil del mundo, porque la arcilla humana odia que Cristo la moldee y la forme para que Él se lleve toda la gloria por habernos convertido.

Entonces, no es sorprendente que los judaizantes encuentren un punto de apoyo para sus falsas enseñanzas en los corazones de los nuevos gálatas convertidos, de la misma manera que en la actualidad, toda clase de cultos y modas pasajeras egocéntricas son capaces de ganar un punto de apoyo en la iglesia. Las enseñanzas de los judaizantes no se oponían al orgullo que quedaba en los cristianos creyentes. Estas satisfacían ese orgullo.

Ellos decían, cambien de la fe a las obras; dejen el motor estimulador del Espíritu Santo y pongan a funcionar los esfuerzos de su carne (Gálatas 3:1-5). Proponían la ley como un medio de disfrutar del orgullo propio de una manera moralmente aceptable. Sus enseñanzas no eran tan esenciales y humildes como eran las de Pablo. Eran muy atractivas para los que querían ser religiosos y morales pero no querían convertirse en masilla en las manos de Dios.

No Nosotros, sino Cristo

En Gálatas 4:12-21, Pablo continúa sus esfuerzo por rescatar a los Gálatas del evangelio falso de los judaizantes. El punto principal del párrafo se encuentra en los versículos 12 y 19. El versículo 12 dice: “Os ruego, hermanos, haceos como yo, pues yo también me he hecho como vosotros” Era una ironía terrible para Pablo, un judío, convertirse en un gentil, por así decirlo, para ganar a los gálatas gentiles (1 Corintios 9:21). Pero, ahora ellos estaban tratando de convertirse en judíos, para ganarse el favor de Dios. En el versículo 12, Pablo les recuerda a los gálatas, que el mismo hecho por el cual él no depende de las características judías, debe hacerlos abandonar a los judaizantes y convertirse en lo que él es – libre en Cristo. Ese es el punto principal: sean libres como yo.

El versículo 19 lo explica de una manera tal que demuestra porqué ser libre de la ley no tiene como resultado la glorificación de sí mismo por ausencia de ley: “Hijos míos, por quienes de nuevo sufro dolores de parto hasta que Cristo sea formado en vosotros”. En el versículo 12, cuando Pablo dice: “Haceos como yo” significa “Permitan que Cristo tome forma en vosotros”.

La evidencia de esto se encuentra en Gálatas 2:20, donde Pablo nos explica cómo es su propia vida: “Con Cristo he sido crucificado y ya no soy yo el que vive, sino que Cristo vive en mí; y la vida que vivo ahora en la carne, la vivo por fe en el Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí”.

Lo que está claro en este versículo es que cuando Pablo dice: “Haceos como yo” quiere decir: “Mueran como yo he muerto y vivan con fe en el Hijo de Dios, para que sea Su vida dentro de ustedes la que los moldee y los forme”. Todo el ministerio de Pablo fue como una madre con dolores de parto – el sufrió los dolores del parto para dar nacimiento a personas en las cuales Cristo estaba tomando forma en sus vidas. “Hijos míos, por quienes de nuevo sufro los dolores del parto hasta que Cristo sea formado en vosotros”. Este es el punto principal del párrafo: “Haceos como yo: dejen que Cristo tome forma en vosotros”.

Este mensaje era diametralmente opuesto a las enseñanzas de los judaizantes. Lo podemos apreciar al comparar los versículos 17 y 19. Pablo descubre que los judaizantes tienen una intención, que no sorprende dada su teología de las obras.”Ellos os tienen celo, no con buena intención, sino que quieren excluirlos, a fin de que mostréis celo por ellos”. Pablo dice que en esencia, los judaizantes están motivados por el amor al elogio humano. Quieren que se interesen por ellos, que se los necesite, que se dependa de ellos. Para conseguir esta clase de atención egocéntrica, le dicen a los gálatas que los van a excluir de la bendición final de Dios, si no aceptan lo que les enseñan acerca de las obras.

Por lo tanto, cada gálata gentil que se rinde y se circuncida, con la esperanza de acumular puntos con Dios, es otro paso más en el orgullo profundo de los judaizantes. Eso es lo que Gálatas 6:13 quiere decir cuando expresa: “Porque ni aún los mismos que son circuncidados guardan la ley, mas ellos desean haceros circuncidar para gloriarse en vuestra carne”.

La misma teología que propagan se origina en el orgullo, ya que insta a depender en parte de Dios y en parte de uno mismo, y, por lo tanto, es inevitable que esa intención de propagar esa teología se base en el orgullo, es decir, el deseo de que se interesen por ellos. Una teología que aumenta el ego y, en consecuencia, nos sirve para satisfacer nuestro deseo de ser elogiados, seguramente se propagará, independientemente de esa misma intención. Ese es el punto del versículo 17.

Comparemos esto con la esencia del mensaje de Pablo en el versículo 19 – su deseo no es que se interesen por él sino por Cristo. ¡Oh, qué Cristo se forme en vosotros! (cf.1:10) ¿Qué es esta experiencia de la que Pablo habla? En la actualidad se habla mucho, especialmente en los campus de los seminarios, de “formación espiritual”. Estoy completamente de acuerdo, siempre que signifique la formación de Cristo en el creyente. ¡Oh, qué Cristo se forme en vosotros!

La búsqueda bíblica para la formación espiritual está relacionada con ser formados desde adentro por la presencia del Cristo viviente de tal manera, que ya no estamos más “adaptados a este mundo, sino transformados mediante la renovación de nuestra mente (Romanos 12: 1-2); estar moldeados de tal manera por unirnos a él que “la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo” (2 Corintios 4:10); estar tan formados y dominados por Cristo para decir como Pablo, después de una vida de esfuerzo: “No era yo, sino la gracia de Dios en mí” (1 Corintios 15:10). No soy más yo el que vive, sino que es Cristo quien vive en mí” (Gálatas 2:20). “No me atreveré a hablar de nada, sino de lo que Cristo ha hecho por medio de mí” (Romanos 15:18).

No se necesita ser un genio para entenderlo, cuando Cristo moldea y forma nuestra vida interior a su propia imagen, nuestra liberación de la ley difícilmente va a resultar en un permiso de auto-alabanza por ausencia de ley. Por el contrario, es el poder de Cristo viviendo, reinando y formándose dentro de nosotros que nos libera para regocijarnos en la voluntad de Dios. Nos liberamos del agobio de la ley cuando recibimos el poder para realizarlo desde adentro. Y eso sucede cuando Cristo está en nosotros.

Cómo se Forma Cristo en Nosotros

¿Cómo sucede esto? ¿Bajo qué condiciones sucede? La respuesta se evidencia al conectar tres versículos. Primero, relacionen 4:19 con 4:6. El versículo 19 dice que Cristo debe formarse en nosotros. El versículo 6 dice que Cristo llega a nosotros por medio de su Espíritu: “Dios ha enviado el Espíritu de su Hijo a nuestros corazones”. Luego relacionen 4:6 a 3:5. Pablo dice que “aquel que os suministra el Espíritu y hace milagros entre vosotros ¿lo hace por las obras de la ley o por escuchar con fe?”. En otras palabras, la entrega continua del Espíritu de Cristo y de su obra milagrosa sucede mediante la fe. Entonces, la respuesta a la pregunta ¿Cómo se forma Cristo en nosotros?, es: mediante la fe.

Es muy simple: el Hijo de Dios llega y modela nuestro interior si confiamos que lo va a hacer. El Hijo toma forma en aquellos que se entregan a Él. Cristo se forma en las vidas de los que abandonan toda forma de vida propia. Cristo toma forma en una vida que está dispuesta a convertirse en masilla en las manos de Dios. Cristo prensa la forma de su rostro en la arcilla de nuestra alma, cuando dejamos de ser inflexibles y resistentes y cuando sacamos nuestras manos aficionadas y admitimos que nos somos tan buenos artesanos como Él.

Acá podemos ver claramente lo que es la fe. La fe es la seguridad de que lo que Dios hará en ustedes, cuando Cristo se forme en sus vidas, es inmensamente preferible a lo que pueden hacer de ustedes mismos. Fe es la confianza, de que la manifestación de la obra de Cristo en sus vidas, es más maravillosa que todos los elogios que puedan recibir por ser “artífices de sus éxitos”. La fe es un remanso feliz en la completa suficiencia de lo que Cristo hizo en la cruz, de lo que hace ahora en nuestros corazones y lo que promete hacer por nosotros para siempre.

Queda claro que el mensaje de Pablo es contrario al de los judaizantes. El mensaje de ellos satisface nuestro orgullo natural – nuestro deseo de ser “nuestros propios artífices” para obtener nosotros la gloria. El mensaje de Pablo nos priva de todo orgullo cuando dice que debemos ser personas “hechas por Cristo”, que recibimos la gloria para Dios al confiar que Él nos moldea cada día. No se glorifica a Dios con los estéticos y técnicos logros forjados por uno mismo. Se lo glorifica cuando nos alejamos de nosotros mismos y confiamos en Él como niños pequeños para que haga su voluntad. Esta es la mejor noticia del mundo, porque nos abre el camino de la salvación a los más simples y débiles de todos nosotros.

El Evangelio al Principio

Al tratar de persuadir a los Gálatas, de que esto realmente es una buena noticia y que no tenían que abandonarla para seguir a los judaizantes, Pablo les recuerda lo valioso que era para ellos el evangelio al principio. Observen los versículos 12b-16: “Ningún agravio me habéis hecho, pero sabéis que fue por causa de una enfermedad física que os anuncié el evangelio la primera vez; y aunque para vosotros mi condición física fue una prueba, no me depreciasteis ni me rechazasteis, sino que me recibisteis como un ángel de Dios, como a Cristo Jesús mismo.

¿Dónde está, pues, aquel sentido de bendición que tuvisteis? Pues, testigo soy a favor vuestro de que de ser posible, os hubierais sacado los ojos y me los hubieras dado. ¿Me he vuelto, por tanto, vuestro enemigo al deciros la verdad?”. A todos sus argumentos bíblicos y teológicos, sobre la razón por la cual no deben seguir a los judaizantes sino mantener la fe en el evangelio, en el capítulo 3, Pablo le añade un argumento basado en su experiencia. De hecho, él dice: ¿Se acuerdan que mis planes para seguir avanzando se interrumpieron a causa de ese ataque terrible que tuve en mis ojos – cómo estaban rojos, infectados y llenos de pus? Tenían toda la razón para cambiar de canal y ver otro predicador más atrayente.

Mi enfermedad fue una prueba para ustedes. Mi mensaje no vino bien empaquetado. Pero no me agraviaron, no me despreciaron, me recibieron como un ángel; vieron que Cristo estaba en mí, se hubieran arrancado los ojos y me los hubieran dado. ¿Por qué? ¡Porque vieron la belleza y la verdad del evangelio! Los persuadió. Los dejó satisfechos. ¡Fue tan valioso que me hubieran dado sus ojos para que el mensaje continuara – sus ojos! ¡Sus ojos! ¿Es el mensaje de los judaizantes más valioso, más válido realmente?

Pablo debe haber pensado que si les podía recordar solamente lo poderoso y bello que les resultó el evangelio al principio, habrían dejado de sentirse atraídos por el evangelio falso de los judaizantes. Tal vez esta sea la manera en la tengo que concluir hoy.

Para algunos de ustedes, estos son justamente los días en los que, por primera vez, la belleza del evangelio de la gracia comienza a brillar en el horizonte de sus almas. Pero, otros vuelven sus miradas meses, años o décadas atrás, a una era dorada de fe en la que Cristo tomaba forma en sus vidas poderosamente. Algo cambió. Algo se ha instalado en el mundo y el sentimiento vehemente de ser un extranjero o un exiliado en el mundo ha perdido intensidad. Las poderosas fuerzas modeladoras de sus vidas no provienen de Cristo dentro de ellos, sino de afuera, del mundo.

En esta mañana, la palabra de aliento y de consejo es: el Espíritu del Cristo viviente puede volver a inundarnos hoy. Pablo no habría escrito esta carta si no hubiera habido esperanza para los gálatas. Por eso, les insto, saquen sus manos aficionadas de la arcilla de sus vidas y entréguense a las manos soberanas de Dios. Rechacen el elogio a los hombres y todos los esfuerzos por lograrlo. Vuelvan sus corazones a Cristo y digan: No soy yo, Tú te apropiaste de mí; perdóname; toma forma en mí. No a mí, Oh Señor, sino da gloria a tu nombre. Amén. (Salmos 115:1).

John Piper estudió Literatura y Filosofía en Wheaton College. Después de la Universidad, completó una Licenciatura en Teología en el Seminario Teológico Fuller, en Pasadena California. Fue a través de Daniel Fuller que descubrió los escritos de Jonathan Edwards. John Piper hizo un doctorado en Estudios del Nuevo Testamento, en la Universidad de Munich, Alemania. En 1980, John Piper se convirtió en el Pastor de la Iglesia Bautista de Belén, en Minneapolis, Minnesota dónde ha estado ministrando desde entonces. John Piper ha escrito cuantiosos libros como: La Supremacia de Cristo, Pacto Matrimonial, Los Peligros del Deleite, No Desperdicies Tu Vida, etc.

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