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David Wilkerson

Ya Deberían de ser Maestros Después de Tanto Tiempo

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El escritor de Hebreos les dice a sus lectores, “Ya deberían de ser maestros después de tanto tiempo” (Hebreos 5:12, mi parafraseo). Estas son palabras fuertes. ¿A quiénes se está dirigiendo exactamente aquí el escritor? En otras palabras, ¿a quiénes está dando una reprimenda? El libro de Hebreos nos muestra que está hablando a creyentes que han sido bastante enseñados en las verdades bíblicas. En otras palabras, aquellos que estaban leyendo esta carta, ya habían escuchado prédicas poderosas de ministros ungidos.

Considere todo lo que se les había enseñado a estos creyentes:

Ellos conocían sobre el sumo sacerdocio de Jesús y su intercesión por ellos delante del trono de Dios. Ellos también conocían de la invitación de Jesús a entrar confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para sus tiempos de necesidad. También se les había enseñado que un descanso sobrenatural estaba a su disposición, si ellos mezclaban la fe con la santa Palabra que a ellos se les había predicado.

Se les había enseñado que los dolores de sus aflicciones compadecen al Señor. Y sabían que Cristo había sido tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. Es más, de la misma manera que Dios envió a sus ángeles a ministrar a Jesús en su tiempo de necesidad, el Señor enviará ángeles a ministrarlos a ellos también. “¿No son todos espíritus ministradores, enviados para servicio a favor de los que serán herederos de la salvación?” (1:14).

Ellos habían sido exhortados, “Retengamos firme hasta el fin la confianza y el gloriarnos en la esperanza” (3:6). Y ellos habían recibido advertencias claras de cómo la incredulidad entristece al Espíritu Santo: “Mirad hermanos, que no haya en ninguno de vosotros corazón tan malo e incrédulo que se aparte del Dios vivo” (3:12).

¿Qué está diciendo su vida a aquellos que están alrededor suyo? ¿Qué dice el libro de su vida a los que lo leen?

Todas estas enseñanzas sólidas se encuentran en los primeros cuatro capítulos de Hebreos. Ahora, en el capítulo 5, el escritor se dirige a aquellos que estaban reunidos:

“Después de todas estas enseñanzas, ustedes continúan siendo tardos para oír. Ya para este tiempo, con todo el conocimiento bíblico que tienen, ya deberían de ser maestros. Pero claro está, que necesitan que alguien les enseñe otra vez nuevamente los principios elementales de Dios. Ustedes todavía necesitan leche, cuando ya deberían de estar alimentándose de alimento sólido” (ver 5:11-12).

Piense en lo que el escritor está diciendo aquí. Él les dice a sus lectores, en otras palabras, “Ya ustedes deberían de de ser ejemplos constantes para sus hijos. Vuestra fe debería de ser sólida, sin titubear. Ya no deberían estar murmurando ni quejándose de vuestras aflicciones, sino deberían de estar participando de los sufrimientos de Cristo. Ya no deben estar fogosos un momento y luego súbitamente volverse fríos cuando el enemigo viene contra vosotros como un río.”

Yo le pregunto, ¿se aplica esta palabra a usted? Piense en todo lo que ésta generación de Cristianos ha aprendido. ¿Cuántos sermones hemos escuchado que nos desafían a confiar en el Señor en todas las cosas? ¿Cuántas veces hemos escuchado las increíbles promesas de Dios que se nos han sido predicadas? ¿Cuántos sermones que han movido nuestra fe hemos recibido? ¿Cuántas veces hemos sido bendecidos por un mensaje sobre la fidelidad de Dios? Y sin embargo, ¿cuán a menudo nos desinflamos rápidamente cuando viene una prueba?

Multitudes en la iglesia de hoy día han sido bien enseñados, están llenos de verdades bíblicas, y están experimentados en saborear sermones. En realidad, somos nosotros a los que el escritor de Hebreos se está dirigiendo en ésta carta. Y él nos está diciendo, “Ya debieran de ser maestros después de tanto tiempo, y deberían de estar demostrándolo con vuestro ejemplo. Pero en lugar de eso, vuestra fe todavía titubea en tiempos de batalla.”

En Deuteronomio 11 encontramos a Israel en el Río Jordán alistándose para cruzar a la tierra prometida.
Antes de que el pueblo de Dios entrase a Canaán, Moisés los reunió para darles un mensaje del Señor. Recuerden, esta no era la generación que estaba condenada a morir en el desierto por sus actos de desobediencia. En lugar de eso, esta era la generación que continuaba después de aquellos sin fe. Cuando sus padres cruzaron el Mar Rojo, éstas personas eran todavía jóvenes, entre la infancia y los veinte años. Ahora muchos de ellos tenían más de cincuenta años de edad, y sus propios hijos componían la tercera generación.

Moisés comenzó su exhortación a ésta generación “del medio” con las siguientes palabras: “Y comprended hoy, porque no hablo con vuestros hijos que no han sabido ni visto el castigo de Jehová vuestro Dios, su grandeza, su mano poderosa, y su brazo extendido” (Deuteronomio 11:2).

Moisés lo dijo claramente: “El mensaje que estoy a punto de darles no está dirigido a vuestros hijos. No es para aquellos que no han visto los milagros que ustedes han visto. No es para aquellos que no han conocido la disciplina del Señor. No es para los que no han sido probados, para los que no han experimentado la poderosa fuerza de Dios en medio de sus pruebas.

“No, éste mensaje del Señor está dirigido a aquellos de ustedes que habéis sido probados grandemente. Ustedes que han experimentado la disciplina de Dios directamente. Ustedes que han pasado por muchas pruebas, que han sido testigos de grandes liberaciones, ustedes han visto las asombrosas promesas de Dios realizadas.” “Vuestros ojos han visto todas las grandes obras que Jehová ha hecho” (11:7).

¿Por qué el Señor quiso entregar éste mensaje a la “generación del medio” de los Israelitas? Fue porque sus hijos nunca lo habían visto hacer grandes milagros durante sus vidas. La tercera generación simplemente no conocía a Dios como sus padres lo conocían. Y ahora el Señor les estaba diciendo en esencia:

“Consideren dónde se encuentran ahora, al borde de la Tierra Prometida. Vuestros espías han reportado que hay enemigos gigantes en esa tierra, con murallas altas alrededor de sus ciudades. ¿Se dan cuenta? Vuestros hijos van a enfrentar nuevas batallas como ustedes nunca enfrentaron. Ellos enfrentarán tentaciones que ustedes nunca se hubiesen imaginado. Ellos enfrentarán pruebas abrumadoras. Y ellos no están preparados para la batalla como ustedes.

“Vuestros hijos van a necesitar maestros porque la fe de ellos no ha estado en el fuego. Ustedes deben de ser los maestros de sus hijos. En pocas palabras, vuestras vidas y vuestra fe son los ejemplos para esta generación. Verdaderamente, os he llamado a ser maestros para cada generación venidera, para todo aquellos que sean inseguros o sin base en su fe.”

“Por tanto, pondréis estas mis palabras en vuestro corazón y en vuestra alma, y las ataréis como señal en vuestra mano, y serán por frontales entre vuestros ojos. Y las enseñaréis a vuestros hijos, hablando de ellas cuando te sientes en tu casa, cuando andes por el camino, cuando te acuestes, y cuando te levantes” (11:18-19).

Dios le estaba diciendo a esta generación del medio, en otras palabras: “Este es vuestro llamado como siervos míos. Ustedes tienen que estar firmes siempre, sin titubear en la confianza que tienen en mí. De esta manera, vuestros hijos verán mi poderosa mano trabajando en vuestras vidas. Ellos se llenarán de valor al ver la paz que vosotros tenéis en medio de vuestras aflicciones.”

Ahora quiero hablarle al Pueblo de Dios de hoy día, incluyendo a cada siervo del Señor que es maduro, entrenado por la Biblia.
Piense en todo lo que se nos ha enseñado a nuestra generación. A través de los años, nosotros los que conocemos al Señor íntimamente, hemos experimentado muchos milagros. Hemos sido bendecidos al ser librados de grandes pruebas y tentaciones.

Década tras década hemos comprobado que Dios es fiel mientras estamos en situaciones desesperantes. Lo hemos conocido como la fuente de nuestra fuerza. Hemos sido tocados tantas veces por las manos sanadoras de Cristo. Hemos conocido el consuelo y la guía del Espíritu de Dios en todos nuestros giros. Tenemos gran conocimiento de las muchas preciosas promesas del Señor porque lo hemos visto cumplirlas fielmente a través de los años.

¿Ve usted hacia dónde estoy yendo? ¡Sí, amados, ya deberíamos ser maestros después de tanto tiempo!

Pero, el hecho es que, nuestras prédicas y experiencias no han tocado a la generación joven que viene atrás de nosotros. Estos jóvenes no se han enamorado de la belleza de la Palabra de Dios porque no la han escuchado predicada en pureza. En lugar de eso, ellos mayormente han sido atraídos a la iglesia con el señuelo de actividades y entretenimientos centrados en la carne. Una vez adentro, el único evangelio que ellos escuchan es uno que es fácil, sin compromisos. Y ese mensaje fácil les ha fallado totalmente.

Sé que hay algunas iglesias que están alcanzando gente joven en números significantes. Pero en general la generación entrante no ha conocido, visto ni experimentado el poder milagroso de Dios. Dígame, ¿a quién pueden ellos acudir? Para mí, la situación apremiante de hoy día se define muy claramente en el título de una noticia publicada en el Wall Street Journal: “El Mundo Ha Perdido Toda Confianza.”

El profeta Isaías habló del día en el que el mundo estaría comiendo “pan de congoja y agua de angustia” (Isaías 30:20). Isaías predijo que de esta adversidad y aflicción, un clamor se levantaría. Y cuando Dios escucha ese clamor, “el que tiene misericordia se apiadará de ti y te responderá al oír la voz de tu clamor” (30:19).

Que tremenda promesa: Cuando Dios escucha el clamor de su pueblo pasando por adversidades, él les contestará. ¿Cómo hará él esto?

“Bien que os dará el Señor pan de congoja y agua de angustia, con todo, tus maestros nunca más te serán quitados, sino que tus ojos verán a tus maestros. Entonces tus oídos oirán a tus espaldas palabra que diga: Este es el camino, andad por él; y no echéis a la mano derecha, ni tampoco torzáis a la mano izquierda” (30:20-21).

¿Ve lo que Isaías nos está diciendo? En medio de un tiempo calamitoso, un clamor se elevará hasta el cielo. Y una vez ese clamor llegue a los oídos de Dios, él enviará a un ejército el cual no podemos ver ni conocemos, para guiarnos. Estos ministros se levantarán durante los tiempos más duros, cuando hay mucho caos y aflicción, muchas inundaciones y temores, y cuando todo parece ser demasiado para poderlo soportar. Ese es el momento cuando el pueblo de Dios necesitará más a sus maestros.

¿Quiénes son esos ministros no reconocidos que vienen?
Estos son los maestros de los que habla Moisés, aquellos que también el escritor de Hebreos menciona. Pablo también habla de ellos, llamándolos “epístolas vivientes”. Así como Isaías lo declaró, éstos maestros ya no estarán escondidos, sino que emergerán para ser vistos por todos.

Estos maestros tal vez nunca han estado sobre un púlpito hablando. Tal vez nunca han enseñado una clase ni tan siquiera un estudio bíblico en una casa. De hecho, tal vez no tengan ninguna habilidad para hablar. Lo que ellos tendrán es una fe que han ganado en los campos de batalla y que ha perdurado a través de cada prueba y aflicción.

Ahora mismo, muchos de estos maestros están sumergidos hasta las rodillas en sus propios sufrimientos. Algunos de ellos enfrentan sufrimientos veinticuatro horas al día, soportando terribles dolores y problemas que nunca acaban. Pero estos siervos son vencedores. De las situaciones oscuras por las penas y la desesperación, ellos emergen con una poderosa fe. ¿Cómo es esto posible? Diariamente estos siervos vencen al enemigo con su fe, mezclándola con las promesas que encuentran en la Palabra de Dios.

Estas personas podrían escribir un libro sobre lo que han tenido que soportar. Y a través de todo, no se han dejado llevar por el pánico. En lugar de eso, ellos continúan hacia adelante sujetándose a una esperanza, con su confianza en el Señor fortaleciéndose cada vez más. Considere los siguientes ejemplos poderosos.

Una maestra devota a Dios está atravesando una prueba trituradora. Diariamente ella tiene el desesperante trabajo de cuidar a un hijo mentalmente incapacitado, y también a su suegra entrada en años la cual sufre de demencia. Esta sierva de Dios tiene que estar en guardia todo el tiempo porque cualquiera de los dos puede escaparse, o incendiar la casa. Ella cuenta que muchas veces se agota tanto, que piensa que no podría soportar otro día más.

Lo que ella hace para soportar un día más es simple: Ella ora. Esta Señora conoce muy bien cómo ir confiadamente al trono de la gracia de Dios para alcanzar misericordia en su tiempo de necesidad. Ella escribe que recibe grandes infusiones de fortaleza y consuelo del Espíritu Santo. Y ahora, con su ejemplo, ella está enseñando a otros a vencer en medio de la adversidad.

Yo conozco a un pastor devoto que está en espera de un trasplante de corazón. Debido a su condición, él ya no puede predicar físicamente. Él no tiene trabajo ni ningún dinero y la medicina para su corazón es muy cara. Si miramos su estado físico, parecería como una bomba de tiempo activada.

Sin embargo, éste pastor es uno de esos maestros ocultos que el Señor está sacando a la luz para que todos lo vean. Él ha estado sufriendo en oscuridad pero ahora es un ejemplo para todos los que están a su alrededor. Con el tiempo, la fe de los miembros de su familia que estaban preocupados, ha sido encendida mientras han visto que la confianza del pastor en Dios crecía día a día. Yo supe de él por medio de una pareja de ministros que lo conocen y han sido testigos de su fe inamovible.

A veces éste precioso hombre piensa que no tiene un ministerio. Pero la verdad es que él les está predicando a multitudes que necesitan saber de la fidelidad de Dios en medio de las adversidades.

Usted también es una epístola viviente de Dios, conocida y leída por todos alrededor suyo.
Amado santo, quiero hacerle una pregunta: ¿Qué está diciendo su vida a aquellos que están alrededor suyo? ¿Qué dice el libro de su vida a los que lo leen?

Yo me regocijo de los muchos testimonios que están inundando ahora nuestras oficinas. Leemos historias de siervos que están llenos de esperanza a pesar de haber perdido sus trabajos, y otros que tienen paz a pesar de enfermedades físicas, y otros tienen coraje al encarar sufrimientos sin fin. Y todos ellos tienen ésto en común: Ellos oran.

Éstos son maestros, epístolas vivas, cartas de amor de Dios a un mundo sin esperanza. Y ellos han llegado a ser eso, estando en comunión constante con el Señor a través de cada prueba y lucha. Ellos confían plenamente que Jesús renovará sus fuerzas para que puedan continuar. Ellos dependen completamente en que el Espíritu Santo les dará dirección. Y ellos continuamente van al trono de Dios para encontrar gracia en su tiempo de necesidad.

Yo le pregunto: ¿Es usted un maestro durante los tiempos difíciles, ministrando a otros con su ejemplo? Es imposible que mantenga la fe sin ir confiadamente al trono en oración para todas sus necesidades. ¡Él lo está llamando a ser uno de sus maestros!

© 2009 World Challenge, Inc., Apartado Postal 260, Lindale, Texas 75771

David Wilkerson (19 de mayo de 1931 – 27 de abril de 2011) fue un reconocido pastor cristiano estadounidense, escritor y autor de cerca de 40 libros acerca del cristianismo, de los cuales destacan especialmente: La Visión (The Vision) y La Cruz y el Puñal (The Cross and the Switchblade) el cual fue un best-seller. David Wilkerson fue fundador y pastor principal de la Iglesia de Times Square Church en Nueva York, y de las organizaciones cristianas Teen Challenge (Desafío Juvenil) y World Challenge, Inc. Además David Wilkerson es autor de los libros: Tenemos Hambre de Cristo, Santificado Sea Tu Nombre, 12 Angeles Salidos del Infierno, etc.

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