El Proyecto TITO 1:8

¿Por qué es que Dios quiere que seamos hospedadores? ¿Por qué quiere que abramos nuestra casa a los demás? Tenemos que entender que en la iglesia primitiva no había edificios como los que nosotros llamamos templos, iglesia o congregación. Existía la sinagoga, pero era para el Judaísmo y no para la proclamación de Jesucristo, por lo tanto, la iglesia de Cristo se reunía en casas.

Lo que Tito nos está diciendo, es que una de las características de un cristiano maduro, es que se dedica a invitar gente a la iglesia para conocer a Cristo. No podemos ser creyentes maduros y pasar por esta vida sin influir en la de los que nos rodean, guiándolos a tener un encuentro con Jesucristo.

Si bien es cierto que no todos tenemos una personalidad extrovertida para hablar con medio mundo, ni tampoco somos expertos en apologética (ramo de la teología consagrado a la defensa de la religión Cristiana), para poder dar un argumento convincente de Cristo, todos estamos capacitados para invitar a las personas a que nos acompañen a un servicio donde pueden recibir el mensaje del Evangelio.

Felipe, uno de los discípulos de Jesucristo, es reconocido por este sencillo acto de invitar a un amigo a conocer a Jesús.

Felipe, uno de los discípulos de Jesucristo, es reconocido por este sencillo acto de invitar a un amigo a conocer a Jesús. El va con su amigo Natanael y le dice que ha encontrado al Mesías, pero éste se muestra incrédulo. En vez de tratar de argumentar con él, sencillamente le dice: Ven y ve.

¡Hombre, hasta yo puedo hacer eso! Las personas que me conocen de cerca saben que soy sumamente tímido, para mí, hablar con alguien que no conozco, es bastante incómodo; pero a pesar de mi timidez, puedo invitar a alguien a que me acompañe a algún servicio o reunión, creyendo y esperando que quizás ahí puedan tener un encuentro con Dios.

En el segundo libro de Reyes, en el capítulo cinco, encontramos a un hombre que parecía tenerlo todo. Era general del ejercito de su nación, gozaba del aprecio del rey, era exitoso en sus batallas, era sumamente valiente y no le temía a nada, pero… La Biblia dice, PERO. Muchas veces vemos lo externo de las personas: su casa, su coche, su posición, su salud y creemos que no tienen ninguna necesidad, pero es muy posible que exista un gran PERO en sus vidas.

El PERO de Naamán era la lepra. A pesar de todo su éxito, sus honores y sus riquezas, ese PERO lo destruía todo en su vida. El PERO en la vida de la gran mayoría de la gente que tú y yo enfrentamos es mucho peor que una enfermedad como la lepra, se llama PECADO. Es un mal que lo destruye todo. No importa el éxito, el dinero o la satisfacción aparente que goce una persona, sin el perdón de Dios del PECADO, está condenada a un infierno eterno.

Tú y yo no podemos ser indiferentes a esta realidad y llamarnos hijos maduros de Dios. En la casa de Naamán trabajaba una jovencita que conocía a Dios y estaba consciente de la condición de su jefe y se aventuró como Felipe a decirle ven y ve. Naamán aceptó la invitación, fue librado de su lepra, conoció el poder de Dios en su vida y declaró: No ofreceré holocausto ni sacrificios a otros dioses, sino al Señor. Con ese simple acto de valor, no solamente la vida de Naamán, sino la de su esposa e hijos, fue completamente transformada, todo porque una jovencita, una humilde trabajadora, lo invitó a ir y ver.

Te quiero lanzar el desafío de TITO 1:8. Que tú (uno) invites por lo menos ocho personas a tu congregación a ir y ver. Yo sé que estando en la presencia de Dios, en medio de tu congregación, sus vidas serán transformadas.