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Charles Finney

El Espiritu de Oracion en un Avivamiento

Charles Finney

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«Y el que escudriña los corazones sabe cuál es la mentalidad del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos.» (Romanos 8:26, 27.)

Nuestra ignorancia respecto a la voluntad de Dios, tanto la que se revela en la Biblia, como la que no nos es revelada, es tan grande, que tenemos que saber por medio de sus providencias. La humanidad está prácticamente en ignorancia tanto de las promesas y profecías de la Biblia, como ciega a la providencia de Dios.

Y aún están más a oscuras sobre aquellos puntos en que Dios no ha dicho nada excepto por medio de la dirección de su Espíritu. He mencionado estas cuatro fuentes de evidencia en las cuales se funda la fe en la oración: promesas, profecías, providencias y el Santo Espíritu. Cuando fallan todos los otros medios para guiarnos al conocimiento de qué es o que hemos de pedir al orar, el Espíritu nos guiía.

Sé de un hombre (Nora: indudablemente se trata de él mismo) que estaba en gran oscuridad espiritual. Se retiró para orar, resuelto a no desistir hasta haber hallado al Señor. Se arrodilló y trató de orar. Todo era oscuro y no podía orar. Se levantó un rato; pero no quería ceder, porque había prometido que no dejaría que se pusiera el sol aquel día, sin haberse entregado al Señor. Se arrodilló de nuevo; pero todo era oscuro, y su corazón era tan duro como antes. Estaba casi desesperado y dijo en agonía: «He agraviado el Espíritu de Dios y no hay promesa para mi. Estoy apartado de la presencia de Dios.»

Pero, estaba resuelto a no rendirse y se volvió a arrodillar. Había dicho unos pocas palabras solamente cuando este pasaje apareció en su mente, como si acabara de leerIo: «Y me buscaréis y me hallaréis, cuando me buscareis de todo corazón» (Jeremias 29:13). Vio que aunque esta promesa estaba en el Antiguo Testamento y estaba dirigida a los judíos todavía era aplicable a él, como a ellos. Y esto quebrantó su corazón, como el martillo del Señor, en un momento. Y oró, y se levantó feliz en Dios.

Nada suele producir una excitación y una oposición tan rápidamente como el espíritu de oración.

Conocí a un individuo (Rev. Daniel Nash), que acostumbraba hacer una lista de las personas por las cuales tenía un interés especial; y he tenido la oportunidad de conocer a multitud de personas, por las cuales él estaba interesado, que se convirtieron inmediatamente.

Le he visto orar por personas en su lista y estaba literalmente agonizando por ellas; y en algunas ocasiones he sabido que había llamado a otra persona para que le ayudara a orar por alguien. He sabido que su mente se concentraba así en un individuo de carácter endurecido, abandonado, y que no podía ser alcanzado por los métodos corrientes. El siguiente es uno de estos casos:

En una ciudad en la parte norte de este Estado, en que había un avivamiento, vivía cierto individuo que era un enemigo del cristianismo, violento y ofensivo. Tenía una taberna y se deleitaba jurando y blasfemando siempre que había cristianos cerca, que le estaban oyendo, con el propósito de molestarles. Era tan malo que un vecino dijo que debía vender su casa, o darla, y marcharse de la ciudad, porque le era imposible vivir cerca de un hombre que blasfemaba así.

Pues bien, este buen hombre del cual estoy hablando, pasó por la ciudad y oyó hablar del caso, y sintió mucha pena por el individuo. Lo puso en su lista de oración. El caso pesaba en su mente cuando dormía y cuando estaba despierto. Siguió pensando en este hombre impío, y orando por él, día tras día. Y, cuando menos se esperaba, el tabernero fue a una reunión, se levantó y confesó sus pecados, y derramó su alma, el hombre más quebrantado que he visto. Confesó todo lo que había hecho.

Su taberna inmediatamente se convirtió en una sala para reuniones de oración. De esta manera el Espíritu de Dios conduce a los cristianos a orar por cosas por las que no orarían, de no ser guiados por el Espíritu; y así oran «según la voluntad de Dios».

1. Se ha hecho mucho mal diciendo que esta clase de influencia equivale a una nueva revelación.

Mucha gente tendrán miedo de ella si oyen que se la llama así, y no se pararán a inquirir lo que significa, ni procurarán saber si las Escrituras la enseñan o no. La verdad es que el Espíritu guía al hombre a orar; y si Dios guía a un hombre a orar por un individuo, la inferencia a sacar de la Biblia es que Dios le ha destinado a ser salvo. Si hallamos, comparando nuestro estado mental con la Biblia, que somos guiados por el Espíritu para orar por un individuo, tenemos buena evidencia de que Dios está preparado a bendecirle.

2. Los cristianos que oran con devoción, con frecuencia, ven estas cosas por anticipado, tan claramente que incluso dan lugar a que otros tropiecen.

A veces, parece que profetizan. No es de extrañar que algunos se equivoquen cuando piensan que son conducidos por el Esplritu sin serlo. Pero no hay duda que un cristiano puede discernir claramente las señales de los tiempos y así entender, por la Providencia, lo que hay que esperar, y orar por ello con fe. Así son conducidos a esperar un avivamiento y a orar por él con fe, cuando nadie más ve ninguna señal del mismo.

3. Había una mujer en Nueva Jersey, en un lugar en que había habido un avivamiento.

Estaba convencida de que iba a haber otro. Quería celebrar una «serie de reuniones». Pero el pastor y los ancianos no veían ninguna razón para hacerlo, y se negaron. Ella veía que estaban ciegos y quería seguir adelante.

Dijo a un carpintero que le hiciera sillas, porque iba a celebrar reuniones en su propia casa; ¡estaba segura que habría un avivamiento! Apenas había abierto sus puertas para las reuniones, que el Espíritu de Dios descendió con gran poder, y aquellos miembros adormilados se hallaron rodeados de pecadores redargüidos de pecado. Sólo podían decir: «Ciertamente, Jehová está en este lugar y yo no lo sabía» (Genesis 28: 16).

La razón por la que personas como esta mujer entienden la indicación de la voluntad de Dios, no es porque tengan una sabiduría superior, sino porque el Espíritu de Dios les guía a ver las señales de los tiempos. Y esto, no por revelación; sino que lo ven por un convergir de providencias a un punto único, que produce en ellos una expectativa confiada de un resultado cierto.

El texto dice: «El mismo Espíritu hace intercesión con gemidos indecibles.» El significado de esto, creo yo, es que el Esplritu estimula deseos demasiado grandes para ser pronunciados excepto gimiendo; llenando el alma demasiado para que estos gemidos puedan ser expresados por palabras, de modo que la persona sólo puede gemirlos a Dios, el cual entiende el lenguaje del corazón.

4. ¿Cómo es redargúido un pecador? Pues, pensando en sus pecados. Esta es la manera en que un cristiano obtiene sentimientos profundos, pensando en un objeto.

Dios no va a concederte estas cosas a menos que te esfuerces. Tienes que hacer caso de las impresiones más ligeras. Toma una Biblia y repasa los pasajes que muestran las condiciones y posibilidades del mundo. Mira el mundo, tus hijos, vecinos y ve su condición mientras están en pecado; luego, persevera en oración y esfuérzate hasta que obtengas la bendición del Espíritu de Dios.

Me he entretenido más en este tema, porque quiero dejarlo bien claro para que tengas cuidado de no agraviar al Espíritu. Quiero que tengas ideas elevadas del Espíritu Santo, y sientas que no hay nada bueno sin sus influencias. Sin El no sirve de nada ni la oración ni la predicación. Si Jesucristo viniera aqui a predicar a los pecadores, ni uno se convertiría sin la intervención del Esplritu. Ten cuidado, pues, de no agraviarlo, desairándole o descuidando sus influencias celestiales cuando El te invita a orar.

5. Vemos de todo esto lo obsurdo de usar fórmulas en la oración o libros de oración.

La misma idea de usar una forma escrita o aprendida, o modelo, rechaza, como es natural, la guía del Espíritu. No hay nada más opuesto al espíritu de oración, y calculado para oscurecer y confundir la mente, que el usar formas. Las oraciones en forma escrita no son sólo un absurdo en sí, sino que son una añagaza del diablo para destruir el espíritu y quebrantar el poder de la oración.

No sirve de nada decir que la forma es buena. La oración no consiste en palabras. Y no importa qué palabras se dicen si el Espíritu de Dios no las guía. Si el deseo no esta enardecido, los pensamientos son dirigidos y toda la corriente de sentimiento producida y guiada por el Espíritu de Dios, lo que decimos no es oración. Y las fórmulas sólo impiden que un individuo ore como debería.

6. «El Espíritu hace intercesión»; ¿para quién? ¡para los santos! Los que son santos son afectados así.

Si sois santos sabéis por experiencia qué es esto: y si no, es porque habéis agraviado al Espíritu de Dios, de modo que no os guía. Vivis de tal forma que este Santo Consolador no mora en vosotros ni os da el espíritu de oración. Si es así, tenéis que arrepentiros.

No te pares a considerar si eres cristiano o no, pero arrepiéntete, como si no lo hubieras hecho nunca. Empieza a hacer obras. No des como un hecho que ya eres cristiano, sino ve, como un humilde pecador, y vierte tu corazón ante Dios. No puedes tener el espíritu de oración de ninguna otra manera.

7. Nada suele producir una excitación y una oposición tan rápidamente como el espíritu de oración.

Si una persona está tan abrumada con la situación de los pecadores, y gime en su oración, algunos se ponen nerviosos y al punto se les reprende. Por mi parte aborrezco toda afectación de sentimiento cuando no hay ninguno, y todos los esfuerzos de alentarse y cobrar calor uno mismo, por medio de gemidos. Pero creo que he de defender la posición de que hay un cierto estado mental, en el cual sólo hay una manera de abstenerse de gemir: esto es, resistiendo al Espíritu Santo.

Estuve una vez presente en una discusión sobre este tema. Se dijo que «los gemidos tenían que ser considerados reprobables». Se hizo inmediatamente la pregunta: «¿Puede Dios producir un estado tal de sentimiento que haga imposible contener los gemidos?» La respuesta fue: «Sí, pero no lo hace nunca.» Entonces el apóstol Pablo se hallaba en la más egregia confusión cuando escribió: «Con gemidos indecibles.» Edwards se engañaba cuando escribió su libro sobre avivamientos.

Ahora bien, nadie que repase bien la historia de la Iglesia va a adoptar este punto de vista. No me gusta este intento de cerrar, acallar, ahogar o limitar el espíritu de oración. Más bien me cortaría la mano derecha que rechazar y reprender el espíritu de oración, como he oído que se hacía, diciendo: «¡Que no se oigan más gemidos!»

En el otoño de 1821, un estudiante de leyes de veintinueve años de edad comenzó a buscar al Señor. Durante el pasado año un avivamiento se había extendido en su ciudad natal de Adams, Nueva York, y él había rehusado participar. Pero después comenzó a orar. Cuarenta años más tarde, recordó de esta manera su conversión: "El Espíritu Santo descendió sobre mí con tal fuerza que parecía que me traspasaba el cuerpo y el alma. La impresión fue como de una ola de electricidad que me traspasó enteramente. Parecía venir sobre mí en olas de amor, pues no lo pudiera expresar de otra manera. Parecía como el aliento mismo de Dios. Puedo recordar expresamente que parecía abanicarme, como inmensas alas. No tengo palabras para expresar el maravilloso amor que fue derramado en mi corazón". Así comenzó el ministerio de Charles Grandison Finney (1792-1875), uno de los más destacados e influyentes evangelistas en la historia de los Estados Unidos. El ministerio de Finney fue el apogeo del Segundo Gran Despertamiento (alrededor de 1792-1835). Vivió en la época de rápida expansión al Oeste, en que hubo un crecimiento de población sin precedentes. Los norteamericanos habían asimilado la doctrina del "Destino Manifiesto", y con ella el optimismo en los logros y el potencial humanos únicos en la historia. Finney era la personificación espiritual de ese ideal. Poco después de su dramática conversión, Finney comenzó a estudiar bajo su pastor presbiteriano, George Gale. Éste lo animó a asistir al Seminario Princeton. Pero como no sentía gran respeto por la teología ni los teólogos, Finney escribió: "Llana y plenamente les dije que no me sometería a la influencia bajo la que ellos habían estado". En sus memorias, Gale lo recuerda de otra manera: "Finney no asistió al seminario porque no pudo ser aceptado". Por cualquiera razón, Finney no procuró hacerse de una educación teológica formal. Como resultado, su presbiterio lo puso bajo tutela de Gale y otro pastor. En 1823, Finney recibió licencia para predicar, y fue ordenado en 1824. Los métodos de Finney eran novedosos. No evangelizó como sus predecesores: Jonathan Edwards, George Whitefield, y Asahel Nettleton. 4 Para tener conversiones, a propósito elevó el timbre emocional de las reuniones. Adoptó y popularizó la práctica metodista de llamar a los conversos a pasar al altar o sentarse en la silla del penitente para significar su decisión de seguir a Cristo. Para agotar a los oyentes y llevarlos a hacer una entrega, alargaba sus reuniones. A veces las reuniones duraban cuatro horas y más. Estas formas de manipulación no escaparon a los críticos. El ministerio de Finney fue único. En un tiempo cuando casi todos los pastores leían sus sermones, Finney predicaba sin notas, y generalmente sin prepararse. Se levantaba a hablar según el Espíritu lo inspiraba. Más adelante, se valió de un sencillo bosquejo para sus prédicas. Finney despreciaba la preparación formal. A veces era criticado por su estilo de predicación tajante y sentenciosa.

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