Y, ¿qué de la carne? ¿En dónde nos tienta? La carne, nuestra naturaleza pecaminosa, nos tienta principalmente en el área del cuerpo. El cuerpo no es malo, pero la vieja carne nos tentará en el área de nuestro cuerpo y nuestra vida física.
Estamos hablando de pecados de glotonería, violencia, pereza, impureza, perversión. La carne toma nuestro cuerpo físico y lo usa como vehículo para la expresión del pecado sensual.
Tenemos una ilustración de eso en el rey David. Él cometió el pecado de adulterio con Betsabé. ¿Qué pasó? Su carne usó su cuerpo como vehículo para el pecado, y deseó a Bestabé, la tomó y cometió un terrible pecado con ella.
Pero, ¿fue esa una tentación del mundo? ¿Estaba David tratando de hacer un gran escándalo? ¿Quería que todos lo supieran? No, él intentó esconderlo.
La carne toma nuestro cuerpo físico y lo usa como vehículo para la expresión del pecado sensual.
Él no tenía el ego subido en absoluto. Pero su cuerpo estaba bajo el ataque del apetito carnal.
Cuando Dios dice: «Huid de la fornicación», cuando dice, «no cometerás adulterio», no está intentando mantenernos alejados de las relaciones sexuales; está llamándonos a disfrutarlas dentro de los lineamientos de su Palabra y su voluntad.
Las relaciones sexuales son un maravilloso regalo de Dios, pero el diablo es un pervertido, y pervertirá lo que es bueno, virtuoso y santo. Así que él toma la carne, esa vieja naturaleza pecaminosa, y toma algo como el cuerpo, que es bueno, lo tuerce y lo pervierte. Mientras el mundo pelea contra el alma, la carne pelea contra el cuerpo.