«Y casi todo es purificado,
según la ley, con sangre; y sin derramamiento de
sangre no hay perdón de pecados.» (Hebreos 9:22).
Nadie
puede dar una razón satisfactoria de la esperanza
que hay en él si esta persona es extraña
a la «sangre». Al mismo comienzo de la Biblia hallamos
una referencia a ella, en Génesis 3:21: «Y Jehová
Dios hizo al hombre y a su mujer túnicas de pieles
y los vistió.»
El amor de una madre
En la época
de la fiebre del oro, de California, un hombre se fue
al área de excavaciones y dejó a su esposa
para que le siguiera después. Cuando ésta
iba a reunirse con él, acompañada de su
hijo pequeño, el barco se incendió y como
había un polvorín a bordo el capitán
sabía que cuando las llamas alcanzaran el polvorín
el barco volaría hecho pedazos. No había
manera de dominar el fuego, así que decidieron
abandonarlo y entrar en - los botes salvavidas, pero
no había lugar para todos. Al ser empujado el
último bote quedaban aún sobre cubierta
la madre y su hijo. Uno de los marineros dijo que no
había lugar para otro.
¿Qué
iba a hacer la madre? Decidió perecer a fin de
salvar a su hijo. Dejó caer a su hijo en el bote
y dándole una última mirada dijo: «Si
vives y ves a tu padre dile que he muerto en tu lugar.»
¿Creéis que cuando el hijo se hizo hombre pudo
olvidar el amor que su madre le mostró al morir
por él? Amigos, esto es un tipo más bien
débil de lo que Cristo ha hecho por ti y por
mí. Él murió por nuestros pecados.
Él dejó el cielo con este propósito.
¿Vas a irte diciendo: No veo belleza en él'>
¡Qué Dios ablande el corazón de todos
aquí! Vas a necesitarle cuando estés a
punto de cruzar el Jordán. Vas a necesitarle
para presentarte ante el tribunal de Dios. Dios no quiera
que cuando venga la muerte te halle sin Cristo, sin
Dios y sin esperanza.
No sólo
es de importancia vital el tema de la «sangre de Cristo»
en el Antiguo Testamento, sino que se halla en muchos
lugares del Nuevo.
Podemos hallarlo
en los Hechos de los apóstoles, capítulo
segundo, versículos 22 al 26. «A éste,
entregado por el determinado designio v previo conocimiento
de Dios lo prendisteis y matasteis por manos de inicuos,
crucificándole.» ¿Qué es esto sino el
derramamiento de la sangre y la muerte de Cristo? Leed
también Hechos 4:10, 5:28, 7:52, 8:32, 10:39,
17:3, 18:21; Hebreos 9:22; l.' Pedro 1: 19 y muchos
otros pasajes que pueden hallarse buscando la palabra
sangre en una concordancia.
La redención
Un amigo mío
estaba en Irlanda y vio a un muchacho que había
cazado un gorrión y el pobre pajarito estaba
temblando jadeante en su mano, de la cual deseaba escaparse.
Estaba evidentemente aterrorizado. Mi amigo le dijo
al muchacho que lo soltara, que no podía hacer
nada con el pájaro, pero el muchacho no quiso
dejarlo escapar, porque había estado persiguiéndole
durante tres horas antes de pillarlo. Mi amigo entonces
se ofreció para comprarlo y el muchacho estuvo
de acuerdo en el precio. Pagado el precio mi amigo cogió
el pájaro y lo sostuvo en la palma de su mano;
el pájaro estuvo quieto un momento hasta que
se dio cuenta de que había recobrado su libertad;
dando un alegre pío se fue volando como para
decirle a aquel hombre: «Tú me has rescatado.»
Ésta es
una ilustración de lo que significa la redención.
Satán es más fuerte que un hombre. Éste
no puede competir con él. Sólo Cristo
puede habérselas con Satán. El león
del Calvario el león de la tribu de Judá-
es más fuerte que el león del infierno.
Cuando Cristo en el Calvario dijo: «¡Consumado es!»,
éste fue el grito del conquistador. Vino a redimir
al mundo con su muerte.
Una vez, cuando
fui a visitar mi aldea natal me dirigí a una
población cercana para predicar y vi a un joven
que salía con un carro de una casa y en el carro
iba sentada una anciana. Me interesé en ellos
y le pregunté a mi compañero quienes eran.
Me dijo que mirara al prado y pastos cercanos y a los
grandes graneros y establos de la casa de campo, así
como a la casa. «Bien», dijo mi compañero, «el
padre de este joven lo perdió todo por causa
de la bebida y dejó a su esposa en el asilo.
El joven se fue a otra parte del país y trabajando
duro ganó el dinero necesario para volver a comprar
la finca y ahora es suya y lleva a su madre a la Iglesia.»
Ésta es otra ilustración de la redención.
En el primer
Adán lo perdimos todo, pero el segundo Adán
ha redimido todo con su muerte. Un amigo mío
que vivía en París fue a una gran reunión
de judíos presidida por uno de ellos, el cual
dijo que los judíos tenían el honor de
haber dado muerte al Dios de los cristianos; al oír
esto los judíos presentes aplaudieron con entusiasmo.
Los judíos, ciegos de pasión, habían
exclamado: «Su sangre sea sobre nosotros y sobre nuestros
hijos», y esta imprecación se ha cumplido literalmente
en su historia. Ahora su sangre o bien clama en favor
de nuestra paz y salvación o por nuestra condenación.
La paz
En Colosenses
1:20 está escrito: «Y por medio de él
reconciliar consigo todas las cosas, así las
que están en la tierra como las que están
en los cielos, haciendo paz mediante la sangre de su
cruz.» Esto es lo que hace la sangre de la cruz: traernos
paz.
En Romanos 5 está escrito: «Por tanto, justificados,
pues, por la fe tenemos paz para con Dios por medio
de nuestro Señor Jesucristo, por medio del cual
hemos obtenido entrada por la fe a esta gracia en la
cual estamos firmes y nos gloriamos en la esperanza
de la gloria de Dios.» En este pasaje se afirman tres
cosas: hay «justificación» para el pasado, así
como paz. Cuando el creyente mira al Calvario la sangre
habla de paz y perdón para la culpa. Luego hay
«gracia» para el presente y hay «gloria» para el futuro.
En Juan 19:34
está escrito: «Pero uno de los soldados le abrió
el costado con una lanza y al instante salió
sangre y agua.» Hay un hecho sorprendente intimado por
este versículo. La lanza que atravesó
el costado del Hijo de Dios era el acto final del pecado,
el crimen culminante de la tierra y el infierno. No
considero que se pudiera haber hecho nada más
cruel que esto.
¿Qué acto podría haber
sido más negro e infernal? Y la sangre salió
y cubrió la lanza y una fuente fue abierta de
este modo en la casa de David para el pecado. La sangre
tocó la lanza romana y antes de poco el gobierno
de Roma, por lo menos nominalmente, era cristiano. La
sangre cayó de su costado sobre la tierra y esta
tierra ha sido redimida por Él, porque Él
poseerá el mundo al fin. Él es
El verdadero
soberano
y antes de poco
echará al príncipe de las tinieblas y
empuñará el cetro desde un cabo al otro
de la tierra. Un poco más y Él vendrá
personalmente a establecer su reinado del Milenio y
a regir la tierra. Él ha redimido la tierra con
su sangre y tendrá con Él a todos los
que ha redimido.
La unidad
en Cristo
¿Has sido tocado
por la sangre? La sangre de Cristo nos hace uno, nos
hace entrar en la familia de Dios y nos capacita para
decir: «Abba, Padre.» Durante la guerra de los Estados
Unidos, en los días de la esclavitud en este
país, había muchas contiendas políticas
y muchos prejuicios contra los negros, especialmente
por parte de los irlandeses. Oí decir a un predicador
que cuando él acudió a la cruz para obtener
la salvación le pareció hallar a un pobre
negro a un lado y a un irlandés en el otro y
que la sangre goteaba sobre uno y otro y los hacía
uno. Hay luchas en el mundo, pero aquellos que han sido
redimidos por Cristo son una familia.
Son parientes
de sangre. Cuando me presento ante una audiencia raramente
hay en ella alguna persona a quien haya visto antes,
pero cuando empiezo a hablar del rey los ojos de los
presentes se iluminan y veo que todos son hermanos consanguíneos,
y al cabo de poco me encuentro unido a ellos.
Un hombre
puede ir a una ciudad sin conocer a nadie en absoluto,
pero tan pronto como encuentra a otros que aman a Dios
todos serán uno. Desearía que los cristianos
disfrutaran de una unidad mayor. Espero que llegará
un día en que las paredes de los sectarismos
serán derribadas y no habrá nadie que
pregunte si el otro pertenece a una Iglesia anglicana
o metodista o bautista. Si hemos sido limpiados por
la sangre todos somos parientes de sangre. Creo que
Dios
va a juzgar el mundo por la sangre
«¿Qué
has hecho tú de la sangre?» será la gran
pregunta aquel día. Si la has despreciado y devuelto
con un mensaje insultante diciendo que no la necesitabas
te quedarás sin palabras delante del tribunal
de Dios. Si hemos despreciado esta sangre, ¿qué
va a ser de nuestra alma?
La justificación
La única
forma en que un hombre puede entrar a formar parte de
la familia de Dios es por medio de la sangre, como se
ve en Romanos 3:24: «Justificados gratuitamente por
su gracia, mediante la redención que es en Cristo
Jesús», y de nuevo en Romanos 5:9: «Mucho más,
pues, habiendo sido ya justificados en su sangre seremos
salvos de la ira por medio de él.» Justificados
de todas las cosas de las que no podíamos serlo
por la ley de Moisés. Cuando Dios mira nuestro
débito no halla nada en contra del hombre que
ha sido lavado en la sangre. Al ser sumergidos en la
fuente carmesí el pecador queda justificado a
la vista de Dios.
Cristo fue levantado
de la tumba para la justificación de todos aquellos
que han puesto su confianza en Él y los tales
no sólo están perdonados, sino también
justificados. La justificación es más
que el perdón. Se dice e un emperador de Rusia
que en cierta ocasión mandó arrestar a
dos nobles que habían sido acusados de participar
en una conspiración y el uno fue hallado perfectamente
inocente, de modo que pudo regresar a su casa justificado;
el otro se vio que era culpable, pero fue perdonado.
Los dos regresaron a su casa, pero siempre hubo una
diferencia en la estimación de su soberano y
sus vecinos. Aquí podemos ver la diferencia entre
el perdón y la justificación.
La confianza
Cuando un hombre
es justificado puede andar por el mundo con la cabeza
alta. Satán puede acercársela y decir:
«Tú eres un pecador», pero la respuesta será:
«Ya lo sé, pero Dios me ha perdonado por medio
de Cristo»; como está escrito en Apocalipsis
1:5: «Y de Jesucristo e testigo fiel, el primogénito
de los muertos y el soberano de los reyes de la tierra.
Al que nos amó y nos liberó de nuestros
pecados con su sangre e hizo de nosotros reyes y sacerdotes
para Dios, su Padre; a Él sea la gloria y el
dominio por los siglos de los siglos.»
Muchos tratan
de ir a Cristo, pero creen que no pueden hacerlo a menos
que antes sean buenos. Pero El ama a todos los cristianos
incluso antes de que sean lavados en la sangre. ¡Qué
amor tan maravilloso! Pensar que Él nos ama antes
de que seamos lavados de nuestros pecados en su sangre!
No hay demonio en el infierno que nos pueda arrebatar
de su mano. Estamos completamente seguros, porque hemos
sido lavados en la sangre del Cordero.
Sin sangre
no hay remisión de pecados
Dice Hebreos
9:22: «Y casi todo es purificado, según la ley,
con sangre, y sin derramamiento de sangre no hay perdón
de pecados.» Es totalmente imposible que un hombre se
salve si desprecia la sangre. No hay otro nombre debajo
del cielo en que podamos ser salvos excepto el nombre
de Cristo Jesús. ¿Estamos dispuestos a recibir
lo que Cristo ya ha hecho? La salvación de los
que confían en Él ya fue realizada cuando
Él dijo en la cruz: «Consumado es.»
En Mateo 26:28
leemos las palabras del mismo Jesús: «Porque
esto es mi sangre del nuevo pacto, que va a ser derramada
por muchos para remisión de los pecados.» Esto
es lo que Cristo mismo dijo acerca de la sangre. Él
podría haber conservado la vida, pero amaba a
la familia humana tanto que derramó su sangre
para realizar la redención de la misma. Abrió
la fuente a la que nos referimos en las líneas:
«Hay una fuente
llena de sangre salida de
las venas de Emanuel.»
Este himno va
a durar en tanto que la Iglesia esté en el mundo
y resonará en el Cielo por toda la eternidad.
«Roca de la
eternidad, fuiste herida tú por mí. Déjame esconderte en ti.»
Se habla mucho
acerca de la sangre en estos himnos y todos ellos van
a perdurar. Todo himno cuya trama esté constituida
por el hilo carmesí va a durar. Hay otro dulce
himno que va a durar por los siglos:
«Tal como
soy, sin una sola excusa, porque tu sangre diste
en mi provecho.»
En Hebreos 10:
19 leemos: «Así que hermanos, tenemos entera
libertad para entrar en el lugar santo por la sangre
de Jesucristo, por el camino nuevo y vivo que Él
abrió para nosotros a través del velo,
esto es, de su carne.» Cuando quedó terminada
la obra de Cristo el velo del templo se rasgó
de arriba a abajo. Dios salió del lugar santísimo
y ahora el hombre puede entrar en él. Dios hace
a todas las personas en esta dispensación reyes
y sacerdotes. Cada uno de ellos tiene el derecho de
la presencia del mismo Dios.
En la dispensación
judía nadie excepto el sumo sacerdote podía
entrar en el lugar santísimo, pero al rasgarse
el velo Dios salió de él y el hombre puede
entrar por medio del velo de su carne. «Acerquémonos
con corazón sincero, en plena certidumbre de
fe, teniendo los corazones purificados de mala conciencia
y los cuerpos lavados con agua pura.» Mantengamos firme,
sin fluctuar, la profesión de nuestra fe. El
camino nuevo y vivo ha sido abierto por su sangre. Lo
único que Cristo dejó aquí abajo
fue su sangre. Cuando ascendió al cielo se llevó
consigo la carne y los huesos, pero la sangre que había
derramado quedó en esta tierra.
La sangre
clama en dos formas
0 bien clama
para mi condenación o para mi salvación.
Si desprecio la sangre y la pisoteo entonces clama a
Dios pra mi condenación. Dios juzgó a
Caín y cuando Pilato quería saber lo que
tenía que hacer con Cristo se lavó las
manos y dijo que era inocente. Los judíos dijeron:
«Que su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros
hijos, no para salvarnos, sino para condenarnos.» Hubiera
sido mucho mejor para ellos que hubieran dicho: «Que
su sangre caiga sobre nosotros para salvarnos y protegernos.»
Hace casi 1.900 años desde entonces y los judíos
son peregrinos sobre la faz de la tierra sin tener rey
alguno.
El que hayan
estado esparcidos todos estos años es una prueba
de que la palabra de Dios es verdadera. Que nuestra
oración hoy sea: que su sangre sea sobre nosotros
y sobre nuestros hijos, no para condenamos, sino para
salvamos. Que nuestra oración sea para que podamos
conocer lo que es ser resguardado tras la sangre del
querido Hijo de Dios. La sangre de la cruz proclama
paz. Si yo estoy cobijado por la sangre hay paz, pero
no hay paz hasta que me proteja. Si has cometido un
delito contra un hombre no vas a tener paz hasta que
seas perdonado. Los hombres van en pos de la paz y si
pudieran comprarla en el mercado estarían dispuestos
a dar centenares de libras esterlinas para conseguirla.
La sangre de Cristo da paz y traerá la paz a
toda conciencia culpable y a todo corazón dolorido
hoy que la busque.
En Hebreos 10:28,
29 leernos: «El que viola la ley de Moisés por
el testimonio de dos o tres testigos muere sin compasión.
¿Cuánto mayor castigo pensáis que merecerá
el que haya hollado al Hijo de Dios y haya tenido por
inmunda la sangre del pacto en la cual fue santificado
y haya ultrajado al Espíritu de gracia? Yo creo
que éstos son versículos muy solemnes.
No comprendo que nadie pueda estar sentado aquí
y escuchar estas palabras y seguir tranquilo sin ser
salvo. «Murieron sin misericordia», pero ¡cuánto
más terrible será el castigo de aquellos
que viven en esta época, con la Biblia abierta,
que nos dice que Cristo murió para redimirnos
y hacernos herederos del cielo! En el Apocalipsis 12:11
leemos: «Y ellos han vencido por medio de la sangre
del Cordero y de la palabra del testimonio de ellos
y menospreciaron sus vidas hasta la muerte.» Han vencido
por la sangre. No creo que haya una sola palabra en
la Biblia que Satán tema más que la palabra
«sangre».
Si he de juzgar
por experiencias pasadas voy a recibir muchas cartas
mañana atacándome por lo que he dicho.
Estas cartas dirán que es paganismo el ponerse
tras un púlpito y predicar un sermón que
corresponde a una época sin luz o ilustración.
Que Dios perdone a los que se atreven a decir cosas
semejantes. Si lees la Biblia a la luz del Calvario
vas a hallar que no hay otra manera de llegar al cielo
sino por la sangre. El demonio no teme ni a diez mil
predicadores que prediquen una religión sin sangre.
El hombre que predica una religión sin sangre
está haciendo la labor del diablo, no me importa
quién sea.
La victoria
por medio de la sangre
Se dice del doctor
Alexander, presidente del seminario de Princeton, que
cuando se despedía de los estudiantes que iban
a predicar el evangelio les daba la mano y decía:
«Joven, tienes que darle mucha importancia a la sangre;
haz caso de la sangre.»
Cuando en mis
viajes he cruzado de arriba abajo la cristiandad he
visto que un ministro que hace resonar claramente esta
doctrina consigue resultados. Un hombre que cubre la
cruz, aunque pueda ser muy intelectual y atraiga a las
multitudes, no puede llegar al corazón y la conciencia.
No habrá vida allí y su Iglesia será
un sepulcro dorado. A los hombres que predican la doctrina
de la cruz levantando en alto a Cristo como la única
esperanza del cielo para el pecador y como el único
substituto para el pecador y dan mucha importancia a
la sangre, Dios los honra y se salvan almas donde esta
verdad es predicada. Yo digo:
Dadle
mucha importancia a la sangre
Quiera Dios ayudarnos
a dar mucha importancia a la sangre de su Hijo. Le costó
mucho a Dios darnos esta sangre ¿y nosotros vamos a
apartarla del mundo que perece por falta de ella? El
mundo puede prescindir de nosotros, pero no de Cristo.
Predicamos a Cristo a tiempo y fuera de tiempo. Vayamos
a los enfermos y a los que mueren y presentémosles
al Salvador, que vino a buscar y a salvar a los perdidos
y murió para redimirlos.
Cristo
vencerá
Se dice de Julián
el Apóstata, en Roma, que luchando en su intento
de exterminar el cristianismo fue herido en el costado
por una flecha. Arrancó la flecha y recogiendo
con la palma de la mano la sangre que salía de
la herida la arrojó al aire, gritando: «Galileo
has vencido.» Sí, este galileo va a vencer. Que
Dios nos ayude a dejar esto bien claro ante todos.
Más bien
preferiría renunciar a la vida que a esta doctrina.
Eliminadla y ¿cuál es mi esperanza del cielo?
¿He de fiarme de mis obras? Perezcan mis obras cuando
se trata de la cuestión de la salvación.
Debo obtener la salvación de todo aparte de las
obras, porque la salvación es «no para el que
obra, sino para el que cree a Cristo». Nadie va a andar
por las calles de la ciudad celestial excepto los que
han sido lavados en la sangre.
El primer hombre que
partió de esta tierra fue, con toda probabilidad,
Abel. Podemos ver a Abel colocando el cordero sobre
el altar, colocando así sangre entre él
y su pecado. Abel cantó un cántico al
que los ángeles no podían unirse. Tiene
que haber sido un solo de redención en el cielo,
porque no había nadie que pudiera juntar su voz
a la de Abel. Pero hay un gran coro ahora, porque los
redimidos han ido ascendiendo allí desde hace
seis mil años y cantan a Aquel que es digno de
recibir honor porque murió para salvarlos de
la condenación.
Vestiduras
emblanquecidas por medio de la sangre
En Apocalipsis
7:14 leemos: «Yo le dije: Señor, tú lo
sabes. Y Él me dijo: Éstos son los que
han lavado sus ropas y las han emblanquecido en la sangre
del Cordero.» Pecador, ¿Cómo vas a conseguir
emblanquecer tus ropas si no las lavas en la sangre
del Cordero? ¿Vas a lavarlas tú mismo y dejarlas
limpias? ¡Oh, que todos lleguemos al paraíso
arriba! Allí están cantando el dulce cántico
de la redención, y que sea nuestra suerte el
unirnos a ellas.
Puede que no
falta mucho para que podamos hallarnos todos allí
y entonar el cántico de la redención y
cantar el dulce canto de Moisés y del Cordero.
Allí «ya no tendrán hambre ni sed y el
sol no caerá más sobre ellos ni ardor
alguno, porque el Cordero que está en medio del
trono los pastorearán y los guiará a fuentes
de aguas de vida, y Dios enjugará toda lágrima
de los ojos de ellos» (Apocalipsis 7:16, 17:). En aquel
día los escépticos y los burladores pedirán
a las rocas y a los montes que caigan sobre ellos y
los escondan del rostro del que está sentado
sobre el trono y de la ira del Cordero. Si mueres sin
Cristo, sin esperanza y sin Dios, ¿dónde te hallarás?
¡Pecador, obra sabiamente! ¡No desprecies la sangre!
El santo
moribundo
Un anciano ministro
del evangelio, al morir, dijo: «Traedme la Biblia.»
Poniendo el dedo sobre el versículo: «La sangre
de Jesucristo nos limpia de todo pecado», dijo: «Muero
con la esperanza de este versículo.» No confiaba
en los cincuenta años de predicación ni
en su larga vida al servicio al Señor, sino en
la sangre de Cristo. Cuando estemos ante el tribunal
de Dios seremos puros, como Él es puro, si hemos
sido lavados en la sangre del Cordero.
La preciosa
sangre
Durante la guerra
civil de los Estados Unidos un médico oyó
a un soldado que decía: «.Sangre, sangre, sangre.»
El médico pensó que lo decia porque había
visto mucha sangre derramada en los campos de batalla
y procuró calmarle. El hombre se sonrió
y dijo: «No estaba pensando en la sangre de las batallas,
sino en lo que será la preciosa sangre de Cristo
para mi cuando muera.» Al morir sus labios repitieron
«Sangre, sangre, sangre» y partió. ¡Oh!, será
verdaderamente preciosa cuando lleguemos a nuestro lecho
de muerte. Será más preciosa para nosotros
que si poseyéramos todo el mundo. Un pecado es
bastante para excluirnos del cielo, pero una gota de
la sangre de Cristo basta para cubrir todos nuestros
pecados.
Vigila la forma
en que tratas el mensaje del evangelio de la redención
por medio de la sangre.
Cuesta
abajo
Un cochero, en
la costa del Pacífico, según me dijeron
cuando estuve allí hace tres años, en
su lecho de muerte estuvo moviendo el pie arriba y abajo
mientras decía: «Voy cuesta abajo y no puedo
apretar el freno.» Cuando me lo dijeron pensé
que son muchos los que van cuesta abajo y no pueden
alcanzar el freno y están muriendo sin Dios y
sin esperanza.
Te ruego, compañero de viaje,
que no salgas de esta sala sin poder decir: «El cielo
es mi hogar y Dios es mi Padre.» No hagas caso de los
burladores que se rían de ti; no se burlarán
en el infierno. La sangre está sobre el propiciatorio
y en tanto que está sobre el propiciatorio puedes
entrar en el reino. Dios dice: «Aquí está
la sangre; es todo lo que tengo que daros. En tanto
que está aquí hay esperanza para vosotros.
Estoy satisfecho con la obra consumada de mi Hijo. ¿No
podéis estarlo vosotros?» No salgáis de
esta reunión sin poder decir que esto es vuestro.
¡Qué oscuro
y triste es estar junto al lecho de muerte de un incrédulo
o un ateo, de uno que muere sin la luz de la mañana
de la resurrección. Pero si confías en
Cristo la muerte ha perdido su aguijón para ti
y la tumba su victoria.
Un eminente ministro
de los Estados Unidos, Alfred Cookman, el Robert McCheyne
de aquel tiempo, estaba muriendo y cuando sus amigos
se reunieron alrededor de su cama esperando verle partir
para estar con Cristo levantó la cabeza y dando
un grito de triunfo dijo: « ¡Estoy cruzando las puertas
lavado en la sangre del Cordero!» Y esto se vuelve a
oír una y otra vez en el país hoy día:
«Estoy pasando las puertas lavado en la sangre del Cordero.»
¡Que éstas pueden ser tus últimas palabras
y que se te conceda una calurosa bienvenida al cruzar
estas puertas y entrar en la ciudad celestial!
¿Quiénes
son éstos, junto a la ola fría, a
la vera de la tumba silenciosa, proclamando el
poder de Jesús para salvar lavados en
la sangre del Cordero? ¿Que de Jerusalén
cruzan las puertas lavados en la sangre del Cordero |