Mucho menos puede
heredarlo. No puede ni aun dar una mirada al reino de
Dios a menos que nazca de nuevo. Creo que éste
es el tema más importante que se ha tocado nunca
en este mundo. No creo que haya una sola verdad en toda
la Biblia tan importante como la verdad que nos presenta
el capítulo tercero del evangelio de Juan
«El que no nace
de nuevo no puede ver el reino de Dios. » (Juan
3:3)
Es el A B C del
abecedario de Dios. Si una persona no está segura
y salva por la regeneración no tiene seguridad
alguna. Ésta es realmente la piedra del fundamento
y es necesario que el fundamento esté bien puesto.
Si no lo está, ¿de qué sirve edificar una
casa? Ahora bien, Cristo dice claramente: «El que no nace
de nuevo no puede ver el reino de Dios.» Pero, aunque
la regeneración o nuevo nacimiento es algo que
se enseñó de modo tan claro en el tercer
capítulo de Juan no creo que haya una verdad en
toda la Biblia que se halle envuelta por mayor oscuridad
que ésta. Son muchos los que se engañan
en su oscuridad y creen ver hombres y son árboles
o viceversa. Muchos cristianos no ven las cosas claras
con respecto al nuevo nacimiento.
«He nacido cristiano»
Esta misma tarde
estaba en una sala de interesados y vino una persona a
la que dije: «¿Es usted cristiana?» Me contestó:
«Naturalmente, ¿por qué? «Bueno», le dije, «¿cuánto
tiempo hace que lo es?» «Mire, yo nací cristiana.»
« Oh, si es así no puedo por menos que felicitarla;
usted es la primera mujer a quien he conocido que naciera
cristiana; usted es más afortunada que los demás;
los demás nacen hijos de Adán.» Ella vaciló
un poco y luego trató de explicar que había
nacido en Inglaterra, por lo cual era cristiana. Hay muchos
que tienen esta idea que como han nacido en un país
cristiano han nacido ya del Espíritu.
Pero en este tercer
capítulo de Juan se presenta el nuevo nacimiento
de modo tan claro que si uno lo lee cuidadosamente y en
oración tienen que abrírsela los ojos pronto.
Lo que es nacido de la carne, carne es; permanece siendo
carne, y lo que es nacido del espíritu, espíritu
es; permanece espíritu.
Así que cuando un
hombre es nacido de Dios tiene la naturaleza de Dios.
Cuando un hombre nace de sus padres recibe su naturaleza
y ellos recibieron la naturaleza de sus padres y es fácil
seguirla así hasta Adán. Pero cuando un
hombre nace de Dios nace de arriba o nace del Espíritu
esta es la forma en que el Espíritu Santo lo dice
en este tercer versículo -, recibe la naturaleza
de Dios y entonces deja la vida de la carne por la vida
del Espíritu.
Antes de seguir
quisiera decir una cosa y es lo que «no es nacido del
Espíritu». Muchos creen que han nacido de nuevo
porque van a la Iglesia. Muchos dicen: «Sí, sí,
soy cristiano; voy a la Iglesia cada domingo.» Permitidme
que os diga que si hay alguno que vaya a la Iglesia con
toda regularidad en Londres es Satán. Está
siempre allí, antes que el predicador, y es el
último en salir de la Iglesia. No hay una sola
Iglesia en Londres o una capilla a la que no asista con
regularidad.
La idea común de que está sólo
en los barrios pobres llenos de vicio de Londres es una
idea falsa. Está dondequiera que se predica la
palabra; esto es, a él le interesa mucho, es el
centro de su ocupación, su negocio, el arrebatar
la semilla sembrada. Está aquí esta noche.
Algunos de los presentes es posible que duerman, pero
él no. Algunos es posible que no escuchen el sermón,
pero él va a escucharlo. Estará observando
y cuando ve que la semilla va a entrar en algún
corazón irá al punto para arrebatarla.
«Cristiano porque
ha sido bautizado»
Otros dicen: «Yo
soy cristiano, claro, porque he sido bautizado» Bien,
quiero decir aquí que el bautismo es una cosa y
el haber nacido de nuevo otra. Por el hecho de que una
persona ha sido bautizada no se puede decir que haya nacido
de nuevo. ¿Quieres llamar a esto nacer de nuevo? No se
puede bautizar a un hombre en el reino de Dios. Recuerda
esto. Si se pudiera salvar a los hombres bautizándolos
yo no estaría aquí predicando. Todo lo que
se necesitaría sería bautizar a la gente
con un poco de agua y esto sería muy rápido.
No habría necesidad de orar ni de suplicar a los
hombres que huyan de la ira de Dios. Pero no se puede
conseguir que nadie entre en el reino de Dios por medio
del bautismo.
El bautismo está
bien en su lugar. No estoy ahora predicando en contra
de las ordenanzas de la Iglesia; estoy hablando del nuevo
nacimiento, y hay muchos, creo, que están engañados
respecto a este punto y, porque han sido bautizados en
algún período de su vida, creen que se les
hizo cristianos. Esto no es el nuevo nacimiento; esto
no es haber nacido de arriba y del Espíritu. Que
Satán no os engañe, amigos, sobre este punto,
porque es una verdad muy importante y queremos que todo
el mundo aquí la entienda y esperamos que el Espíritu
de Dios dejará clara la diferencia entre el bautismo
y la regeneración, o sea el haber nacido del Espíritu.
Hacerse miembro
de la Iglesia
hay otra clase
de personas que dicen: «Oh, sí, me hice cristiano
cuando entré a formar parte de la Iglesia. » Esto
no es nacer de nuevo. ¿Qué tiene que ver con el
nuevo nacimiento el haber pasado a ser miembro de una
Iglesia en la tierra? Hay muchísimos que pertenecen
a iglesias y no tienen esperanza de la vida eterna. Uno
de los doce, escogido por Cristo, prefirió en vez
de seguirle ser un hipócrita y un traidor; no era
leal a Cristo en su corazón.
Amigos, no alberguéis
esperanza alguna del cielo a base de alguna profesión
de fe, sino pensad si habéis nacido de Dios. Ahora
dejadme hacer un alto un momento y hacéos cada
uno esta pregunta: «¿He nacido de nuevo?» Es la pregunta
más solemne que os haréis nunca aquí
abajo: «¿He nacido de arriba?» ¿He nacido del Espíritu?»
No se trata de hacer ninguna nueva resolución.
Ya habéis hecho bastantes. Muchos dicen: «Procuraré
hacer lo mejor que pueda y creo que todo va a salir bien.»
¿Qué tiene que ver esto con el nuevo nacimiento
y la nueva creación? Dios no promete la salvación
a aquel que hace buenas resoluciones sino al que cree
y ha nacido del Espíritu, porque «el que no nace
de nuevo no puede ver el reino de Dios».
El nuevo
nacimiento instantáneo
Bien, yo creo que
este nuevo nacimiento es instantáneo. He visto
a muchas personas que no pueden decir el día o
la hora de su conversión, pero tiene que haber
algún momento en que han pasado de muerte a vida,
en que han nacido del Espíritu. Tiene que haber
un momento en que sus nombres fueron escritos en el libro
de la vida. Es posible que no recuerden el día,
la hora, la semana, el mes o el año, pero amigos
os ruego que estéis seguros que habéis nacido
del Espíritu. No os engañéis respecto
a esta verdad, porque Cristo mismo dice: «el que no ha
nacido de nuevo no puede ver el reino de Dios».
La carne
no puede servir a Dios
Como dije antes,
cuando nací, de mis padres terrenales, recibí
su naturaleza de la carne; no puedo servir a Dios en la
carne. «Dios es Espíritu y los que le adoran es
necesario que adoren en espíritu y en verdad.»
Y antes de que el hombre pueda adorar a Dios tiene que
haber nacido de Dios; tiene que haber nacido del Espíritu.
Entonces, con este nuevo nacimiento, con esta nueva vida,
Puede servir a Dios; entonces el yugo es fácil
y la carga ligera. Un hombre puede intentar volar a la
luna, pero no va a llegar a ella; lo mismo puede intentar
servir a Dios antes de haber nacido del Espíritu,
tampoco lo conseguirá; es imposible del todo. -El
hombre natural está en enemistad contra Dios; su
corazón natural está en guerra con Dios;
siempre lo ha estado y siempre lo estará.
Y no sólo
esto, sino que no puede mejorarse a sí mismo. Dios
nunca remienda, crea de nuevo, por tanto, no trates de
remendar esta vieja naturaleza adámica. Dios dice:
«Nunca entrará en mi presencia.» Por tanto Dios
lo ha descartado. Pero Él nos dice la forma en
que hemos de entrar en su presencia y cómo hemos
de entrar en su reino. Esto es digno de que lo recordemos.
El hombre no puede educarse a sí mismo. Esto es
lo que el mundo trata de hacer. Pero el que trata de entrar
por otra puerta distinta de la del Señor, el tal
es ladrón y robador. Lo que hay que hacer es nacer
para el reino, según la manera de Dios.
Tenemos una ley
en los Estados Unidos que dice que nadie nacido en el
extranjero puede ser presidente. tenemos a muchos ingleses
eminentes que han venido a este país y lo mismo
personas de otras partes del mundo y, sin embargo, ninguno
se queja de esta ley. Dicen que los Estados Unidos tienen
derecho a decir quién ha de ser su presidente.
Yo vengo aquí, a vuestro país y no me quejo
de que no haya una reina que os gobierne.
¿Qué
derecho tendría a quejarme? ¿No tiene Inglaterra
derecho a elegir sus gobernantes y quién va a ser
su rey o reina? Los extranjeros no tienen derecho a intervenir
en esto. Y me gustaría haceros esta pregunta: ¿no
tiene Dios derecho a decir quién ha de entrar en
su reino y cómo ha de entrar? Pues bien, amigo,
Dios nos dice que hemos de entrar en su reino por medio
del nuevo nacimiento. Hemos de nacer de arriba, nacer
del Espíritu y entonces tenemos una naturaleza
que mira y se dirige hacia Dios. Si pones a un borracho
dentro del cielo no va a sentirse feliz .allí.
El borracho no quiere saber nada con el cielo.
¿Qué ha
de hacer allí? No hallará whisky y no habrá
allí ninguno de sus compinches. ¿Qué
va a hacer? Diría: «Esto es un infierno para
mí. No quiero esta aquí.» Un hombre que
no puede pasar un domingo en la tierra con el pueblo de
Dios, ¿qué tiene que hacer en este domingo eterno
con aquellos cuyas ropas han sido lavadas y emblanquecidas
por la sangre del Cordero? Un hombre ha de tener una naturaleza
espiritual antes de ir al cielo. El cielo no tiene atractivo
para una persona a menos que hay nacido del Espíritu.
La necesidad
moral del nuevo nacimiento
Volvamos ahora
al hombre a quien Cristo dijo estas palabras. Con frecuencia
me alegro de que Cristo no se las dijera a la mujer del
pozo ni a María Magdalena. Si se las hubiera dicho
a ellas la gente podría haber objetado: «Oh, esta
mujer sí que debía convertirse; yo soy una
persona moral y no necesito convertirme. La regeneración
es para las prostitutas, ladrones o borrachos, pero los
hombres de bien no la necesitan.» Pero ¿a quién
se lo dijo Cristo? Se lo dijo a Nicodemo.
¿Quién
era Nicodemo? Pertenecía a la secta de los fariseos,
que eran lo que podríamos llamar obispos de entonces.
Nicodemo era un hombre de alcurnia; uno de los signatarios
de la Iglesia; tenía tanta consideración
o más como persona alguna podía tenerla
en Jerusalén, excepto el mismo sumo sacerdote.
Pertenecía a los setenta jueces de los judíos;
era un doctor en divinidades o teólogo y enseñaba
la ley.
No hay un sola
palabra en las Escrituras en contra de él; era
un hombre que se destacaba en toda la nación, cuyo
carácter era inmaculado. ¿Qué le dice Cristo?
«Todo el que no ha nacido de nuevo no puede ver el reino
de Dios.» Supongo que Nicodemo frunció el ceño.
Contestó: «¿Cómo puede un hombre nacer siendo
viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre
de su madre y nacer?» Jesús le dijo: «De cierto,
de cierto te digo que el que no nace de agua y del Espíritu
no puede ver el reino de Dios.» No retrocedió ninguna
de las palabras que había dicho antes.
Me parece
que Nicodemo era una persona semejante a docenas de millares
hoy en Londres. En el momento en que se les habla de regeneración
o conversión hacen aspavientos; dicen: «No lo entendemos.»
Natura1m.ente,,el hombre natural no entiende las cosas
espirituales. Es cosa de la revelación. Muchos
hombres tratan de investigar y hallar a Dios. Es de suponer
que tú también deseas encontrar a Dios;
de otro modo no estarías aquí. Pues bien,
La razón no puede
entender este nuevo nacimiento
oí hace
tiempo a algunos viajantes que habían ido a escuchar
a un predicador. Habían regresado al hotel y estaban
sentados en la sala de fumadores, charlando, y decían
que el ministro no había satisfecho su razón
y que ellos no podían creer lo que no se puede
aclarar por medio de la razón. Había un
anciano sentado allí que escuchaba y les dijo:
«¿Decís que no podéis creer nada de aquello
de que no podéis dar la razón?» «No, no
podemos.» El anciano dijo: «Cuando venía en el
tren, ayer, noté algunas ovejas, vacas, cerdos
y patos que estaban comiendo hierba. Ahora bien, ¿podéis
decirme por medio de qué proceso esta misma hierba
se vuelve plumas, pelo, cerdas o lana?» «Bueno, no se
lo podemos decir.» «¿Lo creen ustedes verdadero, como
un hecho? » « No cabe duda de esto, es un hecho. » « Yo
pensaba que ustedes no creían nada que no pudieran
explicar.» «Bueno, no podemos por menos de creer lo que
tenemos delante de los ojos.» «Pues bien», dijo el anciano,
«yo no puedo explicaros la forma en que Dios convierte
a un hombre, pero no puedo por menos que creer en la regeneración.»
La ilustración
de Cristo
La ilustración
de este hecho que Cristo usó con Nicodemo fue el
viento. «El viento sopla donde quiere y oyes su sonido,
pero no sabes de dónde viene ni adónde va.»
Ahora bien, tú no puedes ver al Espíritu
de Dios obrando en esta audiencia, pero espero y ruego
que así suceda. Él está obrando ya
los corazones de muchos, redarguyéndoles de pecado.
¿Crees más que antes que eres pecador? Pues bien,
ésta es la obra del Espíritu Santo. El diablo
nunca te ha dicho que eres pecador; él trata de
hacerte creer que eres bastante bueno. Si tú crees
esta noche que has pecado contra Dios ésta es la
obra del Espíritu Santo. Está aquí,
obrando. No podemos verle, pero hay muchos que saben que
está aquí.
Supongamos que
dices: «No creo en el viento y esto tiene que ser todo
imaginación.» Tengo treinta y seis años
y nunca he visto al viento. Es una locura de los hombres
el hablar del viento. Puedo imaginarme a un chico que
dice: «Yo sé más que un hombre; sé
lo que es el viento, porque se me llevó el sombrero
el otro día, dándole vueltas, y fue a parar
al barro, y lo he notado también cuando me da a
la cara.» Amigo, puedes experimentar al Espíritu
Santo más aún que el viento. Nunca has visto
más claros los efectos del viento de lo que yo
he visto los efectos del Espíritu de Dios y de
la obra del Espíritu Santo y hay centenares de
testigos que darían fe de lo mismo. Con todo este
poder invisible hace su obra en la creación y el
poder inmenso pero invisible de Dios hace su obra de modo
efectivo en la esfera espiritual.
La nueva vida en
Cristo significa la ruptura de las antiguas cadenas.
Dios puede hacer
cambiar a un borracho
Es posible que
haya aquí algún pobre borracho que me esté
escuchando. Cuando llegue a su casa y sus hijos escuchen
las pisadas del padre que viene borracho a casa, los pobres
van a escaparse corriendo para esconderse de él,
como si fuera un demonio. Su esposa empezará a
temblar. Muchas veces su brazo ha caído con violencia
sobre el cuerpo indefenso de ella. El hombre tendría
que ser su apoyo, protección y defensa, pero es
el que la atormenta, su verdugo. Su hogar es un infierno
en la tierra; en él no hay gozo.
Puede haber alguien
en estas condiciones aquí, esta noche, que oiga
las buenas nuevas de que puede nacer de nuevo y recibir
la naturaleza del cielo y el Espíritu de Dios.
Dios puede darle poder para lanzar el vaso infernal lejos
de sí. Dios le dará la gracia de pisotear
a Satán y el borracho pasará a ser un hombre
sobrio. Ve a esta casa tres meses después y la
hallarás limpia y acogedora. Cuando te acercas
a esta casa oyes que están cantando; no las canciones
de los borrachos, sino que todo es nuevo ahora. El hombre
ha nacido de Dios y canta uno de los cantos de Sión:
«Roca de la
eternidad fuiste herida tú por mí, déjame esconder en ti ... »
0 quizás
está cantando el viejo himno que su madre le enseñó
cuando era un niño pequeño:
«Hay una fuente
llena de sangre sacada de las venas de Emanuel; los pecadores inmersos en ella son lavados de
todas sus culpas.»
El hombre se ha
vuelto un hijo de Dios, un heredero del cielo. Sus hijos
se encaraman sobre sus rodillas y él tiene sus
brazos alrededor del cuello de ellos. Aquella casa sombría
se ha transformado en una pequeña Betel en la tierra.
Dios habita en ella ahora. Sí; Dios lo ha hecho
todo y esto es la regeneración.
El valor de
las buenas resoluciones
Luego otros han
estado diciendo: «Desearíamos que Mr. Moody nos
dijera cómo hemos de llegar a ser cristianos, porque
siempre está predicando que no podemos ser cristiano
por el hecho de intentar ser buenos y hacer nuevas resoluciones.»
Muchas veces habéis estado en una reunión
como ésta y habéis decidido volver la hoja
y habéis hecho una nueva resolución. Si
la hacéis vais a quebrantarla. ¿Qué es lo
que tenéis que hacer? Si es un nuevo nacimiento
lo que necesitáis, vosotros no podéis crear
vida.
¿Podéis
dar vida a un muerto? Toda persona sensata en Londres
dirá que no podéis. Dios sólo es
el autor de la vida y si tenéis el nuevo nacimiento
ha de ser debido a la obra de Dios. Cuando los «cantantes
del jubileo» se hallaban en el norte de Inglaterra mi
familia fue a verlos y mi hijo me preguntó por
qué no se quitaban el color negro de la cara. Le
dije que era porque habían nacido negros. El etíope
no puede mudar su piel ni el leopardo sus manchas. Tampoco
tú puedes salvarte a ti mismo. Hay un hombre moribundo;
¿puedes inyectarle nueva vida? 0 ¿puede resucitar un cadáver
diciendo: «Joven, levántate»? Ésta es la
obra de Dios. Tu alma está muerta en delitos y
pecados y sólo el Señor Jesucristo puede
dar vida con su palabra.
El mendigo y
el príncipe
Es posible que
preguntes: «¿Y yo no tengo que hacer nada?» Pues no. No
tienes que hacer nada. La salvación ha sido realizada
por otro. Muchos recorren el mundo en busca de honores
o posesiones. La salvación vale mil veces más
que todas las cosas que el hombre pueda ofrecer en esta
tierra, pero no se consigue de esta manera. Dios sólo
tiene un precio para la salvación. ¿Quieres saber
cuál es? Es sin dinero y sin precio. Rowland Hill
dijo que la mayoría de los subastadores saben que
es difícil conseguir que la gente puje hasta llegar
al precio que él desea, pero que él tenía
dificultades para conseguir que la gente quisiera bajar
hasta el suyo.
«La paga del pecado es la muerte, pero
el don de Dios es la vida eterna.» ¿Quién la desea
ahora? Te digo, joven, ¿tienes este don? Supongamos que
vas al -Puente de Londres y ves a un desgracia mendigo
descalzo, sin abrigo ni sombrero, cubierto de harapos
y que pocos pasos detrás de él hay el príncipe
de Gales que le sigue con una talega de monedas de oro
y que el pobre mendigo se escapa del príncipe corriendo
como su fuera un demonio y que el príncipe le está
llamando: «¡Mendigo, aquí hay un saquito de oro
para ti!» ¿Por qué, diríamos, el mendigo
se escapa como un loco del príncipe de Gales con
el saquito de oro? Ésta es la condición
del pecador. El Príncipe del cielo quiere darte
vida eterna y tú te escapas de Él.
El soldado moribundo
También
decís: «Si no es haciendo algo con nuestras fuerzas,
¿Cómo hemos de ser salvos?» Os lo diré;
mejor dicho, os lo dirán las Escrituras. Usemos
la ilustración que Cristo presentó a Nicodemo;
es imposible hallarla mejor. Él le llevó
al remedio: «Como Moisés levantó la serpiente
en el desierto así también tiene que i ser
levantado el Hijo del Hombre para que todo aquel que cree
en él no perezca, sino que tenga vida eterna» (Juan
3:14, 15). Pues bien, éste es el remedio. Es muy
sencillo, ¿no? Es muy fácil, ¿no? Simplemente mirando
al cordero de Dios ahora y siendo salvos. ¿Qué
dice el gran predicador del desierto? «He aquí
el cordero de Dios que quita el pecado del mundo.» Se
puede presentar todo el plan de la salvación en
dos palabras: dar, recibir. Dios da; yo recibo.
Recuerdo una escena
que ocurrió después de una de las terribles
batallas de la guerra civil de los Estados Unidos; yo
estaba en el ejército entonces, asistiendo a los
soldados, y me había echado, pasada la media noche,
para descansar un poco cuando vino uno a decirme que un
soldado herido quería verme. Fui a ver al moribundo.
Éste me dijo: «Quiero que me ayudes a morir.» Le
contesté: «Te ayudaría a morir su pudiera.
Te llevaría en mis hombros al reino de Dios si
pudiera, pero no puedo. Pero puede decirte de uno que
puede.» Y le hablé de Jesús, que estaba
dispuesto a salvarle y que Cristo había dejado
el cielo y venido al mundo para buscar y salvar a los
que estaban perdidos. Le cité promesa tras promesa,
pero el hombre seguía en la oscuridad y parecía
que las sombras de la muerte eterna circundaban su alma.
No podía
dejarle y al fin pensé en el tercer capítulo
de Juan y le dije: «Mira, voy a leerte ahora una conversación
que Cristo tuvo con un hombre que había ido a él
en tu estado de ánimo para inquirir sobre lo que
tenía que hacer para ser salvo.» Le leí
esta conversación al moribundo y él estaba
echado, con los ojos clavados sobre mí y cada palabra
parecía entrar en su corazón, que estaba
abierto para recibir la verdad. Cuando llegué al
versículo que dice: «Como Moisés levantó
la serpiente en el desierto, as' también tiene
que ser levantado el Hijo del Hombre, para que todo aquel
que cree en él no perezca, sino que tenga vida
eterna.» El moribundo exclamó: « i Para! ¿ Está
esto aquí? » « Sí, aquí está.
» Entonces me dijo: «Léemelo otra vez.» Se lo leí
por segunda vez. El moribundo juntó las manos y
dijo: «Bendito sea Dios por esto. ¿Por qué no me
lo lees de nuevo?»
Le leí todo
el capítulo, pero antes de haber terminado ya había
cerrado los ojos. Parecía haber perdido todo interés
en el resto del capítulo y cuando lo terminé
tenía los brazos doblados sobre el pecho, con una
dulce sonrisa en la cara; toda desesperación y
remordimiento había desaparecido.
Le temblaban
los labios y al inclinarme sobre él oí que
susurraba débilmente: «Como Moisés levantó
la serpiente en el desierto, así también
el Hijo del Hombre tiene que ser levantado, para que todo
aquel que cree en él no perezca, sino que tenga
vida eterna.» Abrió los ojos y los fijó
con calma, la calma de la muerte, sobre mí y me
dijo: «Oh, esto basta; es todo lo que quiero.» Y al cabo
de pocas horas, apoyada su cabeza sobre la verdad de estos
dos versículos, emprendió la marcha en uno
de los carros del Salvador para ocupar su lugar en el
reino de Dios.
¡Oh, pecador, tú
puedes ser salvo ahora si quieres! Mira y vive. Que Dios
ayude a cada uno aquí a mirar al Cordero de Dios,
que quita el pecado del mundo |