Leer
Colosenses 3:11, Cristo
es todo en todos para aquel que le ha encontrado. Él
es nuestro salvador, redentor, libertador, pastor, maestro,
y ejerce en favor nuestro muchas otras funciones sobre las
cuales deseo llamar vuestra atención.
1. Si
vamos a Lucas 2: 10, 1 1, hallaremos que se nos anuncia
a Cristo allí como nuestro Salvador
«El
ángel del Señor les dijo: Dejad de temer,
porque os traigo buenas noticias de gran gozo que serán
para todo el pueblo; que os ha nacido hoy en la ciudad de
David un salvador que es Cristo, el Señor.» Conocemos
a Cristo como nuestro salvador, le vemos en el Calvario,
le miramos como el Cordero de Dios sangrante, antes de conocerle
como nuestro redentor, libertador y pastor.
Ahora, poniendo
los ojos sobre esta vasta asamblea, yo, que no conozco el
corazón de las personas, no puedo saber si podéis
decir que Cristo es vuestro salvador. Hay muchos, creo,
que pueden decirlo y que se regocijan en su salvación,
en tanto que, sin ser poco caritativo, temo que hay muchos
que no conocen a Jesús personalmente como su Salvador.
Cristo
se ofrece a cada uno hoy como Salvador:
«Dios
lo ofreció gratuitamente a todos» para que por medio
de Él podamos ser salvos. Si perteneces a este mundo
puedo demostrarte que tienes un Salvador. Si perteneces
a algún otro planeta entonces no puedo decir que
se te ofrece un Salvador, porque no nos ha sido revelado
si los habitantes de estos mundos distantes, si es que son
habitados, requieren salvación o no. Pero esto lo
sé muy bien, que a todo el que habita este globo
se le ofrece un Salvador.
Salvación
gratuita para todos
No
simpatizo mucho con los que tratan de limitar la salvación
de Dios a unos pocos. Creo que Cristo murió para
todos los que acuden a Él. He recibido muchas cartas
criticándome, diciendo que no creo en la doctrina
de la elección. Yo creo en la elección, pero
no es mi deber predicar esta doctrina al mundo. El mundo
no tiene nada que ver con la elección; tiene que
ver con la invitación: «Todo el que quiera puede
tomar del agua de vida gratuitamente.» Este es el mensaje
para el pecador. Se me ha enviado a predicar el evangelio
a todos.
Después
de haber recibido la salvación podemos hablar de
la elección. Es una doctrina para los cristianos,
para la Iglesia, no para los inconversos. Nuestro mensaje
es «buenas noticias», que serán para todo el pueblo;
que os ha nacido hoy un Salvador que es Cristo, el Señor».
Este Salvador se ofrece a todos. Tu destino eterno depende
de tu rechazo o aceptación del Salvador que se te
ofrece. El caso es simple: se trata de dar y recibir. Dios
da; yo recibo. Hemos de conocer, pues, a Cristo primero
como nuestro Salvador.
2.
Pero Él es más que esto. Es nuestro Redentor
Supongamos
que un hombre cae al río y yo me lanzo al agua y
lo salvo, por lo que soy su salvador, yo le he salvado.
Pero una vez lo he traído a la ribera yo podría
dejarle y no hacer nada más para él.
Pero
el Señor hace más. No sólo nos salva,
sino que nos redime; esto es, nos compra de nuevo. Él
nos rescata del poder del pecado, como si yo prometiera
vigilar a este hombre para siempre, para que no volviera
a caer en el agua. El Señor no sólo nos salva
de la muerte espiritual, sino que nos redime para siempre
para que la muerte no vuelva a tocarnos.
Libertad
para los cautivos
Cuando
yo estuve en Richmond, Estados Unidos, los negros iban a
celebrar una reunión. Era el primer día de
su libertad. Fui a una Iglesia de negros y nunca antes o
después he oído semejantes ráfagas
de elocuencia nativa. « i Madre! », dijo uno, « regocíjate
hoy. Tu hijito no va a ser vendido más; tu posteridad
será libre para siempre. ¡Gloria a Dios en las alturas!.¡
Joven, no va a restallar más el látigo para
ti, ya eres libre hoy! Muchacha, ya no tendrás que
subir más al podio para que te subasten!» Lo proclamaban
en voz bien alta, cantando de gozo; sus oraciones habían
sido contestadas, era el evangelio para ellos.
De
la misma manera Jesucristo proclama libertad a los cautivos.
Algunos la han aceptado; algunos, como hicieron varios entre
los negros, no pueden dar crédito a sus oídos,
pero no por eso deja de ser verdad. Cristo ha venido para
redimirnos de la esclavitud del pecado. Ahora, ¿quién
va a aceptar esta redención? Había una mujer
negra, criada de un mesón de los Estados del Sur,
que no sabía si creer que era i re. «¿Soy libre o
no lo soy?» preguntó a un visitante. Su amo le había
dicho que no lo era, sus hermanos de raza le habían
dicho que lo era. Hacía dos años que era libre
sin saberlo. Esta mujer representa a muchos en la Iglesia
de Dios hoy en día. Pueden tener libertad y, con
todo, no lo saben.
3. Además,
Cristo es nuestro
libertador
Los
hijos de Israel no sólo fueron salvador y redimidos
de la servidumbre de los egipcios, sino que fueron librados
para que no tuvieran que ser llevados otra vez a la esclavitud.
Muchos tienen miedo; piensan que no podrían seguir
y se retraen de hacer profesión de fe. Pero Cristo
es poderoso para guardaros de caer; Él es poderoso
para libraros en la hora oscura de la prueba y la tentación
de todas las artimañas de Satán y de los lazos
del cazador.
En
Isaías 49:24 leemos: «Será quitado el botín
al valiente. ¿Será rescatado el cautivo del victorioso?
Pero así dice Jehová: Ciertamente el cautivo
será rescatado del valiente y el botín será
arrebatado del tirano; yo litigaré con tus litigadores
y yo salvaré a tus hijos.» Yo los salvaré;
yo les pondré en libertad. Los hijos de Israel habían
sido salvados de la cruel esclavitud de Egipto, habían
sido sacados de la tierra de Gosén, pero todavía
no habían sido libertados del todo. Los poderosos
ejércitos de los egipcios los perseguían.
No fue hasta que hubieron pasado el mar Rojo a salvo que
se cerró tras ellos, tragándose al enemigo,
que pudieron decir que estaban libres, que habían
sido libertados.
Y
de modo semejante en nuestros tiempos de peligro hallaremos
que esto es exactamente así con respecto a Cristo:
«Él ha librado mi alma», y en Job 33:24: «Que le
diga que Dios tuvo de él misericordia, que lo libró
de descender al sepulcro, que halló redención;
su carne se tornará como la de un niño, volverá
a los días de su juventud. Orará a Dios éste
le otorgará su favor. Verá su faz con júbilo
y Él restaurará al hombre su justicia. Luego
éste cantará entre los hombres y dirá:
«Pequé y me desvié de lo recto, pero Dios
no me ha hecho según lo que yo merecía; antes
bien, ha librado a mi alma de pasar al sepulcro y mi vida
ve la luz.» Aquí tenemos la salvación, la
redención y la liberación del abismo. El hombre
ha caído en el abismo profundo y es mantenido allí
legítimamente cautivo por uno que es poderoso. Si
ha de ser sacado de las tinieblas del abismo para ver la
luz hay que rescatarle. Entonces viene Dios y dice: «He
hallado rescate.» Cristo es el rescate y Él nos libertará.
Haced resonar el grito: «Cristo es nuestro libertador.»
Cristo es poderoso para salvar, Él es poderoso para
libertarnos.
Un
guía
4.Pero
ahora necesitamos algo más. Si miramos Otra vez a
los hijos de Israel cuando avanzaban gloriosamente a través
del mar Rojo habían sido salvados, redimidos y libertados,
pero ¿era esto todo lo que necesitaban? No. Ahora se hallaban
en el desierto. ¿Qué es lo que necesitaban ahora?
Necesitaban seguir alguna ruta en un desierto que carecía
de caminos. Su situación requería un guía.
En esta situación Cristo es el camino y el guía.
¿Estamos en dificultades, dudas o perplejidad? Cristo es
nuestro camino. «Yo soy el camino, la verdad y la vida»
(Juan 10).
He
oído decir a algunos: «Bueno, si me convierto y me
hago religioso no sé a qué Iglesia voy a afiliarme.
¡Hay tantas clases de Iglesias y denominaciones! Realmente
no sé cuál es la mejor.» De ahí que
algunas personas estén desconcertadas y no saben
cuál es el verdadero camino. Bien, yo les diría:
mirad a Aquel que dice:
«Yo
soy el camino»
Él
es el único camino verdadero y si quieres llegar
al reino basta con que le sigas. Puede que nos hallemos
en la oscuridad, pero Él puede guiarnos por el buen
camino. Él es el pastor de su rebaño.. Él
va delante de nosotros y nos guía. Él nos
llama para que nos pongamos de pie y le sigamos y Él
nos guiará por un camino que nosotros no conocemos;
Él nos guiará a pastos verdes y abundantes
con sólo que le sigamos.
La
columna de nube
Lo
único que tenían que hacer los hijos de Israel
era seguir la nube. Si la nube se paraba ellos se paraban;
si la nube seguía adelante ellos avanzaban. Me parece
que lo primero que hacía Moisés, cuando alboreaba,
era mirar hacia arriba y observar si la nube se hallaba
todavía sobre el campamento. De noche había
una, columna de fuego que iluminaba el campamento y los
llenaba del sentimiento del cuidado protector de Dios, pero
de día era una columna de nube que los protegía
de los ardientes rayos del sol y los resguardaba de la vista
de sus enemigos.
El
pastor de Israel podía guiarlos a través de
un desierto sin caminos. ¿Por qué? Porque lo conocía,
pues lo había hecho, cada uno de los granos de arena
que lo formaban; era un mudo testigo del poder de Dios que
los formó en los innumerables siglos del pasado.
No podían contar con un guía mejor en el desierto
que con su creador.
Y
pecador, ¿puedes tú, en todas tus dificultades, dudas
y temores, tener un mejor guía que Jehová?
Oh, di con el antiguo himno:
Peregrino
en el desierto guíame gran Jehová. Yo soy
débil, tú potente. Tu virtud me sostendrá.
Nútreme con pan del cielo que alimento al alma da.
Sí,
ésta es la verdadera oración del pecador perplejo.
Dios es poderoso para guiarnos, y aún más,
está dispuesto y deseoso de guiarnos y de alimentarnos.
«Les diste pan del cielo en su hambre y en su sed les sacaste
aguas de la peña» (Nehemías 10:5). Él
es todavía poderoso para guiarnos como lo hizo hace
cuatro mil años con los hijos de Israel: «Porque
yo soy Jehová y no cambio.» A cada uno de nosotros
nos dice: «No temas, yo te guiaré; yo seré
tu redentor.» ¿No es una cosa maravillosa el tener a Dios
que nos ayuda en el camino?
En
nuestros países occidentales, cuando los hombres
van a cazar en la espesura del bosque, donde no hay sendas
ni caminos de ninguna clase, tienen que llevar un hacha
y de vez en cuanto cortar la corteza de algún árbol
en forma de muesca, para poder hallar el camino de vuelta
por medio de estas señales. Y del mismo modo Cristo
ha seguido el camino antes y lo conoce bien. Hay señales
indicadoras y Él nos dice que lo sigamos, porque
nos va a llevar sanos y salvos allá arriba.
5. Hasta
ahora hemos visto a Cristo como nuestro salvador, redentor,
libertador y guía o camino. Pero es más que
esto aún;
Cristo
es nuestra luz
«Yo
soy la luz del mundo: el que me sigue no andará en
tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.» Él
es la misma «luz de la vida». Sí, cada cristiano
tiene el privilegio de andar bajo un cielo despejado y sin
nubes.
Pero
¿andamos todos realmente en un cielo sin nubes? No, muchos
cristianos se hallan en la oscuridad con frecuencia. Si
yo preguntara a los congregados aquí si andan todos
en la luz creo que habría apenas uno, si hablara
con el corazón en la mano, que no contestara: «No,
yo ando a menudo en la oscuridad.» ¿Por qué? Porque
no seguimos bastante de cerca a Cristo. Estamos muchas veces
en las tinieblas cuando podríamos estar en la luz.
Supongamos
que todas las ventanas de este edificio estuvieran cerradas
y que nos quejáramos de estar a oscuras; ¿qué
nos dirían? Bueno, nos dirían: «Dejad entrar
la luz; abrid todas las ventanas y tendréis luz en
abundancia.» De la misma forma tenemos que dejar entrar
a Cristo, que es la luz, y abrir nuestra mente para recibirle
y entonces andaremos en la luz. Hay mucha oscuridad en nuestros
días, incluso en el corazón de los creyentes,
el pueblo de Dios. Pero sigámosle y entonces tendremos
luz a raudales. Entonces Cristo va a mostrar a cada uno
que Él es la «luz», y aún hará más,
Él va a hacer que nosotros irradiemos su luz, de
modo que también brillemos como luces en este mundo
oscuro.
Que
Dios nos ayude a los suyos a
irradiar
su brillo
para
ahuyentar las tinieblas, para que los hombres puedan darse
cuenta de que hemos estado con Jesús. Pero recordemos,
el mundo detesta la luz. Cristo era la luz del mundo y el
mundo procuró extinguirla en el Calvario. Ahora ha
dejado a su pueblo para que brille. «Vosotros sois la luz
del mundo.» Él nos ha dejado a nosotros para que
brillemos. Él quiere que seamos «epístolas
vivas, conocidas y leídas por todos». El mundo nos
está observando y lee en ti y en mí. Si somos
inconsecuentes entonces podemos estar seguros de que el
mundo va a tropezar a causa de nosotros.
El
mundo halla muchas dificultades' en el camino; procuremos
nosotros, los cristianos, no añadir piedras de tropiezo
andando en forma impropia de un cristiano. Dios nos ayude
a mantener nuestras luces ardiendo con claridad y dando
brillo. Allá, en el Oeste de los Estados Unidos,
un amigo mío estaba andando por la calle una noche
oscura cuando vio que se acercaba un hombre con una linterna.
Al pasar por su lado notó, por la luz brillante de
la linterna, que el hombre tenía los párpados
pegados a los ojos. Le sorprendió el hecho y se dijo:
«Sin duda este hombre es ciego.» Se volvió y le preguntó:
«Amigo, ¿es usted ciego?» «sí.» Entonces ¿por qué
lleva la linterna?» Llevo la linterna para que los demás
no tropiecen conmigo, naturalmente», contestó el
ciego. Aprendamos una lección de este ciego y mantengamos
en algo nuestra luz, ardiendo con el resplandor claro del
cielo para que los demás no tropiecen con nosotros.
6. Los
contradictores han dicho que el que los cristianos sean
luces en el camino es una tontería. Que digan lo
que quieran, pero esto nosotros lo creemos; reflejamos la
luz de Cristo.
La
luz reflejada
Tal
como la luz de la luna es prestada, la nuestra lo es también.
Cuando vivimos a la luz de nuestro Salvador brillamos con
su luz; algo así como el rostro de Moisés
cuando brillaba después de haber estado en el monte
con Dios. Vivamos en una atmósfera del cielo y no
podremos por menos que brillar. Pero cuando estamos abatidos
y débiles en la fe, entonces podemos estar seguros
de que no damos luz.
Recuerdo
una reunión de oración celebrada durante la
guerra civil norteamericana. Todos estábamos en la
más densa oscuridad. Las cosas iban contra nosotros
entonces. Al fin un anciano se levantó y dijo: «¿Qué
nos pasa, por qué estamos tristes y alicaídos?»
Es simplemente por falta de fe. Moisés, Josué
y David eran hombres fuertes en fe. Creían y Dios
los honraba. ¿]?e dónde nos viene esta falta de fe?
Dios no ha muerto. El es tan poderoso y está tan
dispuesto a ayudarnos como siempre. ¿Por qué, pues,
no estamos llenos de fe en Él? Es una deshonra para
Dios el olvidarnos de que Él es todavía el
que lleva el mando, aunque nuestros ejércitos sean
derrotados un día y otro en esta guerra de liberación
de nuestros hermanos negros, que hemos emprendido y todo
parezca lúgubre y sombrío
Sube
por encima de las nubes
Os
diré lo que me ocurrió hace algún tiempo
cuando estaba en el Oeste. Quería subir a la cima
de una montaña. Me habían dicho que la salida
del sol era muy hermosa vista desde la cumbre. Subimos hasta
el refugio una tarde, donde teníamos que descansar
hasta la media noche y entonces emprender la marcha hacia
la cumbre. A la hora se juntó un grupo que echó
a andar con un buen guía. Antes de poco comenzó
a llover y luego cayó sobre nosotros una tormenta
de truenos y relámpagos. Yo pensé que no valía
la pena seguir avanzando y le dije al guía: «Me parece
que haríamos mejor regresando; no vamos a ver nada
esta mañana, todo serán nubes. » « Oh »,,
dijo el guía, « espero que nos vamos a encontrar
pronto más arriba de las nubes y entonces la vista
será preciosa.» Y así seguimos, en tanto que
los truenos resonaban por nuestros oídos. Pero pronto
empezamos a pasar el nivel de las nubes y
entonces
la vista será preciosa». Y así seguimos en
tanto que los truenos resonaban por nuestros oídos.
Pero pronto empezamos a pasar el nivel de las nubes; el
aire era claro y antes de verse el sol las cumbres ya estaban
teñidas de arrebol por sus rayos; luego, cuando el
sol apareció desde las alturas pudimos ver la espesa
capa de, nubes debajo a media altura de la montaña.
Esto es lo que quiere el pueblo de Dios: llegar a la atmósfera
despejada por encima de las nubes y
subir
más alto
hacia
la cumbre de la montaña. Allí vais a ver los
primeros rayos del sol de justicia, mucho más arriba
de las nubes y las nieblas. Es posible que algunos aquí
os halléis en la oscuridad, pero no temáis,
subid más arriba, acercáos al Maestro y pronto
podréis ver los brillantes rayos en vuestra propia
alma que reflejan luz a los otros.
Ten
las luces inferiores ardiendo.
Hemos
de vivir como los hijos de la luz, no como hijos de las
tinieblas.
Si
nos mostramos sombríos y apenados, ¿cómo va
a conocer el mundo que somos hijos de paz, de gozo y de
alegría? Hemos de mantener nuestras lámparas
ardiendo. Hace algunos años, en la boca del puerto
de Cleveland, había dos luces, una a cada lado de
la bahía, llamadas las luces superior e inferior,
y para entrar en e puerto de noche sin peligro los barcos
debían tener las dos luces a la vista. Los lagos
del Oeste son más peligrosos a veces que el mismo
océano. Una noche tempestuosa un vapor trataba de
entrar en el puerto. El capitán y el piloto observaban
ansiosamente las luces. De vez en cuando el piloto decía:
«¿Ves las luces inferiores?» «No», era la respuesta. «Me
temo que las hayamos pasado.» Por fin dijo el piloto: «Ah,
allí hay luces, pero tienen que ser las superiores
a juzgar por el peñasco en el cual se encuentran.
Si es así hemos pasados las luces inferiores y se
nos ha escapado la oportunidad de entrar en el puerto.»
¿Qué había que hacer? Mirando hacia atrás
distinguieron el perfil del faro inferior destacándose
en el cielo cuya luz estaba apagada. «¿No puedes dar media
vuelta?» «No, el mar está demasiado agitado. El barco
no va a obedecer al timón.» La borrasca no amainaba
y no podían hacer nada. Trataron de seguir adelante
y de entrar en el puerto, pero se estrellaron contra las
rocas y se hundieron. Pocos escaparon; la mayoría
hallaron su tumba en el agua. ¿Por qué? Porque las
luces inferiores se habían apagado.
Por
lo que respecta a nosotros las luces superiores están
en perfecto orden. Cristo mismo es la luz superior nosotros
somos las luces inferiores y lo que nos corresponde es mantener
las luces inferiores ardiendo, esto es lo que tenemos que
hacer. En el lugar en que nos ha puesto Dios Él espera
que brillemos, que demos un testimonio vivo, que seamos
luces resplandecientes. En tanto que estamos aquí
nuestra labor es brillar por Cristo y Él nos llevará
sanos y salvos a la orilla despejada de Canaán, donde
no habrá más noche.
7. -
Pero Cristo es más que nuestra luz en el camino,
porque Él es nuestro
Maestro
¡Qué
maravilloso es tener un maestro enviado del cielo! «Y si
alguno de vosotros tiene falta de sabiduría que la
pida a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche
y le será dada» (Santiago 1:5).
«Si
alguno tiene falta de sabiduría.» Mucho me temo que
somos muchos los que carecemos de sabiduría e incluso
el - más capacitado, a veces, se encuentra perplejo.
Hay momentos en la vida en que estamos en apuros, en un
atasco, y decimos: «¿Qué voy a hacer? No sé
que es mejor» ¡Oh, déjalo en las manos de Dios, Él
es nuestro maestro!
«Venid
a mí todos los que estáis fatigados y cargados
y yo os haré descansar. Tomad mi yugo sobre vosotros
y aprended de mí.» Aquí tenemos a un maestro
magnífico. Él hace muchos miles de años
que enseña; ha tenido a hombres excelentes en su
escuela, pero todavía hay lugar en ella para otro
alumno. Su escuela no está llena todavía y
el maestro ha venido del cielo. Todo aquel que está
presente en esta asamblea puede entrar en esta escuela.
Jesús le da la bienvenida. Si estás en duda
acerca de algo preguntáselo a Jesús; Él
te dirá lo que has de hacer.
Pecador
ansioso, busca al buen Maestro, como hizo Nicodemo: «Rabi,
sabemos que has venido de Dios como maestro.» Si le buscas
Él te guiará; Él te llevará
a verdes pastos y a aguas sosegadas. Conocí a una
mujer el otro día que estaba llena de dudas y fantasías
que hacían de ella una incrédula. No podía
creer. La lectura de varias obras de ateos la había
sumido en una densa oscuridad mental. Me puso triste el
verla en una situación semejante. Algunos aquí
pueden hallarse como ella. Quisiera que tomárais
a Cristo como vuestro maestro y entonces la oscuridad desaparecería.
Cristo
puede enseñarnos. Ved cómo enseñó
a los discípulos. Nunca se cansaba de enseñarles.
Así, pues, también va a enseñarnos
a nosotros si le escuchamos.
El
viejo juez convertido
Recuerdo
que cuando iba a salir para ir a la reunión de oración
diaria en una de nuestras ciudades en los Estados Unidos,
hace algunos años, vino a verme una señora
para hablar conmigo. Su voz temblaba de emoción y
vi al instante que se hallaba angustiada seriamente por
algo. Me dijo que hacía bastante tiempo que oraba
por su marido y quería saber si yo podía ir
a verle; ella creía que esto le ayudaría.
«¿Cómo se llama? » «Juez X.», y mencionó a
uno de los políticos más eminentes de aquel
estado. «Ya he oído hablar de él», dije, «mucho
me temo que no valga la pena ir, pues es un incrédulo
rematado, no puedo discutir con él». «No es esto
lo que quiere», dijo la señora. Ya ha tenido demasiadas
disputas. Vaya y háblele de su alma. Dije que iría,
pero no tenía muchas esperanzas. Fui a su casa y
me hicieron entrar en su despacho y me presenté diciendo
que había ido a hablarle de su salvación.
«Pues ha venido para perder el tiempo», me dijo, «le han
sonsacado. Es inútil venir a atacarme. Estoy hecho
a prueba de bomba contra estas cosas; no creo en ellas».
Como
es natural vi que no iba a servir de nada el discutir con
él, así que le dije: «Voy a orar por usted
y quisiera que me prometiera que cuando se convierta me
lo diga.» «Oh, eso sí, ya se lo diré», me
contestó burlón. «Ya se lo diré cuando
me haya convertido.» Le dejé, pero seguí orando
por él. Algún tiempo después oí
que el viejo juez se había convertido. Estaba predicando
otra vez en aquella ciudad después de esto, después
de la predicación vino a verme el juez personalmente
y me dijo: «Pues he venido a decírselo. ¿No lo sabía
ya?» «Sí, pero me gustaría saber cómo
ocurrió.» «Bueno», dijo el juez, «una noche, después
que usted vino a verme, mi esposa había ido a la
reunión; no había en la casa sino los criados.
Me senté junto al fuego, en la sala, y empecé
a pensar: Supongamos que mi esposa tiene razón y
que hay cielo e infierno; y supongamos que ella va directamente
al cielo, ¿cuál es mi situación? ¿adónde
iré yo? Dejé la idea. Pero al poco vino otra:
Sin duda el que me creó puede enseñarme. Sí,
pensé, eso es seguro. Entonces ¿por qué no
le pides que te enseñe? Luché contra esta
idea, pero al fin, aunque era orgulloso en extremo, me puse
de rodillas y dije simplemente: «Padre, todo está
a oscuras; tú, que me creaste, puedes enseñarme.»
Sin
saber por qué cuanto más oraba peor me sentía.
Estaba muy triste. No quería que cuando mi esposa
regresara a casa me encontrara en estas condiciones, así
que me fui a la cama y cuando ella entró en la habitación
hice ver que dormía. Ella se arrodilló y oró.
Yo sabía que oraba por mí y que durante años
había venido haciéndolo. Sentí el impulso
de dar un salto y arrodillarme a su lado, pero no, mi orgullo
no me lo permitió, así que me quedé
quieto, haciendo ver que dormía. Pero no pude dormir
aquella noche. Entonces hice una nueva oración que
era: «Oh, Dios, sálvame; quítame esta carga
terrible.»
No
creía en Cristo todavía. Pensaba que debía
ir directamente al Padre. Pero cuando más oraba más
desgraciado me sentía; mi carga se hacía más
pesada. Al día siguiente, por la mañana, no
quería ver a mi esposa, así que dije que no
me encontraba muy bien y que no bajaría para el desayuno.
Fui al despacho y cuando vino el muchacho le di un día
de fiesta. Cuando vinieron los escribientes les dije que
ya podían volver a su casa, que aquel día
no se trabajaba. Cerré las puertas del despacho;
quería estar a solas con Dios.
Estaba
casi frenético en la agonía de mi corazón.
Clamé a Dios para que me quitara aquella carga de
pecado. Al fin caí, de rodillas, y clamé:
«Por amor de Jesucristo, quítame esta carga de pecado.»
Al fin fui a ver al pastor de mi esposa, el cual había
estado orando con ella por mi conversión durante
años y el mismo ministro que había orado con
mi madre antes de que ella muriera. Al ir calle abajo me
vino a la mente el versículo que mi madre me había
enseñado: «Todo lo que rogáis y pedís
creed que lo estáis recibiendo y lo tendréis.»
Bien, pensé, he pedido algo a Dios -y ahora voy a
ver a un hombre para pedirle a él? No iré.
Creo que soy un cristiano. Y me fui a casa. Mi esposa estaba
en el vestíbulo cuando entré. La cogí
de la mano y le dije: «Ahora soy un cristiano.» Ella se
puso pálida; hacía veintiún años
que oraba por mí y ahora le costaba creer que había
recibido la respuesta. Fuimos a nuestra habitación
y nos arrodillamos al lado de la misma cama donde ella había
orado con tanta frecuencia por mí. Allí levantamos
nuestro altar de familia y por primera vez nuestras voces
se unieron en oración. Me basta con decir que los
últimos tres meses han sido los más felices
de mi vida.»
A
partir de entonces este juez ha vivido una vida cristiana
consecuente y todo porque fue a Dios pidiéndole que
le guiara.
Si
hay alguno aquí cuya mente esté llena de ideas
de incredulidad vaya con sinceridad a Dios y Él le
enseñará el camino recto por el desierto oscuro
de la incredulidad. No le dejará en las tinieblas
de la duda. La labor del diablo es llevar a los hombres
a estas dudas; el diablo sabe bien que una vez los ha llevado
allí son presa segura.
Si
la obra de Satán es mantenerte en la ignorancia y
la duda, la obra de Dios es enseñarte. El maestro
es Cristo; Él ha sido designado por Dios para esta
obra. ¡Que Dios nos guíe a todos a aceptarle como
nuestro maestro!
8. Hasta
ahora hemos visto a Cristo como nuestro salvador, redentor,
libertador, guía, luz y maestro. Pero todavía
nos falta algo; es verle como
nuestro
pastor
Para
mí es un pensamiento muy dulce el de David: «Jehová
es mi pastor; nada me faltará.» No hay nadie aquí,
excepto los niños más pequeños, que
no entiendan cuál es la labor de un pastor. Vigila
el rebaño, los protege de peligro, los apacienta
y los leva a prados verdes. De hecho el salmo 23 es precisamente
una lista de los deberes de un buen pastor: «Jehová
es mi pastor; nada me faltará», etc.
¿Necesitáis
ser alimentados? ¿Estáis vagando en busca de algo
que satisfaga los anhelos de vuestra alma? Entonces os digo
que excepto en Cristo nunca hallaréis nada que satisfaga
esta necesidad de vuestro corazón. Él mundo
no puede y nunca ha podido satisfacer a un alma hambrienta.
El Señor Jesús puede, él es el pastor
bueno y fiel. Él procura restaurar tu alma, por caminos
de justicia. Incluso a la hora de la n El te llevará
a salvo, a través de las sombras, a un país
mejor. Madre, padre, ¿lo reclamarás como tu pastor?
Joven, muchacha, ¿quieres que sea tu pastor? Niño,
¿quieres tener a Jesús como tu pastor? El va a guiarte
con ternura y tú estarás seguro.
Todos
podéis tenerle como pastor si queréis. Porque
«Dios da en abundancia y gratuitamente a todos» y El puede
añadirnos a su rebaño. Él os guiará
a lo largo de la vida hasta las riberas del Jordán;
Él os acompañará a través del
río oscuro a su reino. Él es un pastor tierno
y amante.
A
veces veo a personas en la sala de interesados que albergan
sentimientos amargos y duros contra Dios, generalmente porque
han sufrido aflicciones. Una madre me dijo el otro día:
«Ah, Mr. Moody, Dios ha sido injusto conmigo; se ha llevado
a mi hijo.» Queridas madres afligidas, ¿no se ha llevado
Dios a vuestros hijos a una vida pura y feliz? Es posible
que no lo entendáis ahora, pero lo entenderéis
después. Él quiere guiaros allá arriba.
El
pastor oriental
Un
amigo mío que ha visitado las tierras del Oriente
me contó que había visto a un pastor que quería
que su rebaño cruzara el riachuelo. Él se
metió primero en el agua y llamó a las ovejas,
pero éstas no querían seguirle metiéndose
en el agua. ¿Qué hizo entonces? Se ciñó
hasta los lomos y agarrando un par de corderitos y poniéndoselos
uno bajo cada brazo se metió en la corriente y la
atravesó sin mirar atrás tan sólo.
Cuando él levantó los corderitos las ovejas
le miraron y empezaron a bailar, pero cuando se metió
en el agua se lanzaron tras él y entonces siguió
todo el rebaño. Cuando llegaron al otro lado puso
a los corderos otra vez en el suelo; los corderitos buscaron
cada uno a su madre y se arrimaron a ella; fue un encuentro
feliz.
Mi
amigo me dijo que había notado que los pastos al
otro lado del río eran mucho mejores y lozanos y
por esto el pastor hizo cruzar a las ovejas el riachuelo.
Nuestro . gran pastor de Palestina hace esto. El niño
que ha sido quitado de la tierra ha sido llevado a los pastos
verdes de Canaán y el pastor quiere con ello atraer
vuestro corazón y enseñaros a «poner vuestros
afectos en las cosas de arriba». Cuando Él se ha
llevado a vuestra pequeña María o Edita o
Julia acéptalo como una llamada para mirar hacia
arriba, al más allá. Madre que estás
llorando amargas lágrimas por tu pequeño,
¡no llores! Tu hijo ha ido al lugar en que no existen lágrimas
ni penas. ¿Querrías que volviera? Sin duda está
mejor donde está.
Cristo
es nuestro pastor, fiel y amante. Aunque la enfermedad o
la aflicción o la misma muerte entren en tu casa
y se lleven a algún deudo no son perdidos, nos han
precedido. Dios nos ayude a tenerle a Él como nuestro
pastor.
Si
el tiempo lo permitiera me gustaría hablar del tema
de Cristo como nuestra justificación, nuestra sabiduría,
nuestra justicia, como amigo más íntimo que
un hermano, pero se necesitaría toda una eternidad
para decir lo que Cristo es para su pueblo y lo que hace
por ellos.
Recuerdo.
que después de haber predicado sobre este tema en
Escocia, terminado el sermón, le dije a un hombre
que «me sabía mal no poder terminar el tema por falta
de tiempo». «Terminar el tema» me dijo el escocés,
«usted necesitaría toda la eternidad y aún
no podría completarlo; ésta será la
ocupación que tendremos en el cielo».
9. Demos
una mirada a Cristo como elportador de nuestras carga
¡Oh!,
me gustaría hablar de Él como el portador
de nuestras cargas, así como el portador de nuestros
pecados. Él lleva nuestros pecados, aunque sean tan
numerosos como los cabellos de nuestra cabeza. Grandes y
terribles son estas cargas que Dios ha puesto sobre Jesús.
«¡Oh,
Cristo, qué cargas inclinan tu cabeza! ¡Nuestra
pesada carga se halla sobre ti!
Este
aspecto de la obra de Cristo como portador de nuestras cargas
ya ha sido considerado al hablar de su obra como salvador
y redentor. Pero ahora quiero hablar de un pensamiento dulce
que ha sido de gran consuelo para mí.
«Ciertamente
Él llevó nuestras enfermedades y soportó
nuestros dolores.» ¿No es algo glorioso el conocer a un
salvador semejante? ¿No puedes notar que Él ha levantado
la carga que tenías sobre las espaldas y la ha puesto
sobre las suyas? Después te has sentido aliviado
en tu corazón.
El
corazón alegre y ligero
En
una ocasión, después de haber hablado de esto,
vino a verme una mujer y me dijo: «Oh, Mr. Moody, está
muy bien hablar así, de un corazón alegre
y ligero. Pero usted es un joven y si llevara una carga
pesada como la mía hablaría de otro modo.
No podría usted hablar de esta manera, mi carga es
demasiado » Le contesté: «Pero no lo es para Jesús.»
«
i Oh! », replicó, « no puedo echarla sobre El ¿Por
qué no?, es imposible que sea demasiado grande para
El. No será porque Él es débil, sino
que porque usted no se la deja llevar. La gente se abraza
al fardo de su carga y después se quejan de ella.
Lo que el Señor quiere es que le deje a El la carga
y que Él la lleve. Entonces tendrá un corazón
alegre y ligero, la pena huirá y no habrá
gemidos. ¿Cuál es esta carga que no puede dejar llevar
a Cristo?» Ella me contestó: «Tengo un hijo que se
marchó de casa y no sé dónde se halla.
Sólo Dios lo sabe.» «¿No puede Dios hallarle y devolvérselo?»
Supongo que puede hacerlo.» «Entonces vaya a Jesús
y pídale que le perdone por haber dudado de su poder
y su buena voluntad para hacerlo; no tiene derecho a desconfiar
de Él. - Ella se fue muy consolada y creo que finalmente
el hijo le fue restaurado.
La
oración de una madre contestada
Esta
circunstancia me recuerda a unos padres muy cuyo hijo mayor
se había piadosos en nuestro país trasladado
a Chicago para ocupar un empleo. Un vecino del pueblo en
que vivían los padres fue a la ciudad por negocios
y se encontró con el joven tambaleándose por
las calle, borracho. Pensó: «¿Cómo voy a decírselo
a sus padres?» Cuando regresó a su pueblo visitó
al padre y se lo dijo.
Esto fue un golpe terrible para el
padre, pero no dijo nada a su esposa hasta que los pequeños
estuvieron en la cama; los criados se habían retirado
y todo estaba en silencio en la finca, en la pradera del
Oeste. Entonces se sentó junto a ella en la sala
al lado de la mesa, y le dio la noticia. «A nuestro hijo
le han visto por las calles de Chicago.» La madre sufrió
mucho y no puedo dormir en toda la noche, que pasó
en ferviente oración por el hijo.
Al amanecer la madre sintió la convicción
interna de que todo iría bien. Le dijo a su esposo
«que ella había puesto la carga sobre el Señor
y había dejado a su hijo con Jesús y que Él
lo salvaría». Una semana después el joven
salió de Chicago, hizo el viaje de trescientas millas
hacia su casa y cuando llegó a ella dijo: «Madre,
he venido a casa para pedirte que ores por mí.» ¡Ah!,
la oración de la madre había llegado al
cielo; ella había depositado su carga sobre Jesús
y Él la había llevado por ella.
Él
tomó la carga, presentó la oración
rociada con su sangre expiatorio y obtuvo la respuesta.
A los dos días el joven regresó a Chicago
regocijándose en el salvador. ¡Qué maravilla
es tener a Cristo como el portador de nuestras cargas¡ ¡Qué
fácil, qué ligeras se vuelven nuestras cargas
cuando las depositamos sobre Él!
¿Dices
que Cristo no es nada para ti? Si es así es porque
no quieres hacerle tuyo. Él es para todos los que
lo aceptan un salvador de la muerte, un redentor del poder
del pecado, un libertador de los enemigos, un guía
por el desierto; Él es el mismo camino, la luz en
la oscuridad, Él es un maestro para los suyos, el
pastor de su rebaño, nuestra justificación,
sabiduría, justicia, el hermano mayor, el portador
de nuestras cargas. De hecho lo es «todo en todos».
Ven,
pues, a Jesucristo; hoy mismo ven; el Padre, el Hijo
y el Espíritu lo dicen y la Esposa repite la
llamada, porque Él va a limpiar todas tus manchas. Su amor va a suavizar todas tus penas, pues Cristo
es todo en todos. |