Los dos primeros días en que el fuego del Señor cayó sobre mí pude sentir las olas del Espíritu Santo fluyendo sobre mi vida, pero mi mente no fue transformada hasta el tercer día: fue entonces cuando todo cambió.

Recuerdo que desperté y había tristeza en mi habitación. La misma hermosa presencia de Dios que el día anterior había sido cariñosa y me abrazaba, ahora parecía rechazarme y se me acercaba con demasiada fuerza. La presencia de Dios estaba peligrosamente cerca de mí.

Esa mañana, la santidad de Dios estaba tan cerca y era tan fuerte dentro de mi cuarto que me atemoricé y comencé a retroceder. Retrocedí hasta quedar con la espalda contra la pared, y pensé: "¿Qué estoy haciendo? Ésta es la presencia espiritual del Señor. No puedo
ocultarme de ella".

Comencé a orar: "Por favor Señor, no más". Era la primera vez en mi vida que oraba de esa manera. Tenía tanto temor que dije: "Señor, no puedo soportar más. Eres demasiado santo".

A veces cuando estamos a cierta distancia de Jesucristo nos sentimos cómodos con nuestro estilo de vida; pero cuando Jesús se acerca mucho, nos incomodamos. Quizás al leer este libro te incomodes. Oro que así suceda. Deseo que digas: "¿Qué me está sucediendo?"

Te aseguro que la santidad del Señor puede descender sobre ti; que Su presencia y Su fuego son reales. Cuando El se acerca a Su pueblo, las cosas cambian dramáticamente, pues no podemos entrar al lugar santo de Dios sin ser transformados.

Entonces dije: "Señor, ¿qué esta pasando? Sé que algo anda mal. Por favor ten misericordia de mí. No me mates aquí". Pero Dios no me respondió palabra alguna.

Esa tarde fui a caminar alrededor de la propiedad de mis suegros. Mientras iba por un camino de grava, el poder de Dios vino repentinamente sobre mí y caí de rodillas. Fue tan repentino e imprevisible que inmediatamente comencé a llorar, y el Espíritu Santo empezó a mostrarme el pecado en mi vida. Me mostró las áreas donde el pecado había entrado silenciosamente y que seguían sin resolver.

Nací y me crié en un hogar cristiano. Mis padres me leían la Biblia desde pequeño. Ellos me criaron en los caminos del Señor, pero ahora Dios estaba tratando con cosas que yo había considerado "pecados evangélicos".

Cosas pequeñas, a las cuales la Iglesia parecía hacer la vista gorda y decir: "Bueno, es aceptable mirar a una mujer con un poco de codicia. Solo hay que asegurarse de que
las cosas no vayan más lejos, que no pasen a ser pecados serios". Yo había aceptado una distorsión de la enseñanza bíblica según la cual es aceptable tener un porcentaje de pecado en nosotros. Pero ahora el Espíritu Santo me resistía. El ya no me abrazaba.

EL TIEMPO NO BORRA EL PECADO

Mientras estaba en ese camino de grava,el Señor señaló cosas específicas que no estaban bien en mi vida. Había pensado que e! tiempo borraría esos pecados, ya que eran tan "insignificantes". Pero se me recordó que un pecado pequeño sigue siendo un pecado, y que todo pecado es maligno y destructor.

Me hizo recordar un tiempo en que había endurecido mi corazón contra un hermano, y podía ver el lugar preciso donde esto sucedió: nunca lo maltraté, pero había hecho un compromiso silencioso de no volver a acercarme a él. Me recordó las veces en que mis ojos se habían demorado demasiado tiempo en imágenes que no agradaban al Señor.

Comencé a llorar por mi pecado y experimentaba tanto dolor por mis errores que me sentía enfermo, como si me estuviera afiebrando. El Espíritu Santo comenzó a hablarme y mi mente empezó a comprender lo que el Señor estaba tratando de hacer. Me dijo: "Por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca".

Sorprendido, le dije: "Señor llevo años en el ministerio; soy predicador de tu Palabra. Ayuné la semana pasada y oro todos los días. ¿Cómo puedo estar tan engañado? ¿Por qué no había visto esto antes?"

EL 98% DE SANTIDAD NO ES SUFICIENTE

El Señor me dijo: "Desearía que fueras tan frío como un pagano, para poder salvarte una vez más, o tan caliente como un creyente que me ha entregado el l00% de su vida, pues entonces podría usarte como Yo quiero hacerlo". y me repitió esta severa advertencia: "Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca".

Pregunté al Señor por qué yo no había discernido esto antes y me contestó: "Engañoso es e! corazón de! hombre, y desesperadamente perverso". Me aterroricé. No podía creer que Dios me estuviera diciendo esas cosas. Entonces e! Señor me habló otra vez y dijo claramente: "El 98% de santidad no es suficiente".